De la peor manera posible, goleado en casa ante el Oporto y mendigando el favor del Chelsea ante el Apoel, el Atlético entró por la puerta de atrás en una competición de segundones, la Liga Europa, cuyos dieciseisavos disputará a partir de febrero. No ha ganado ni un partido, estuvo casi media hora eliminado por un modesto equipo chipriota y, lo peor de todo, Agüero, su valor máximo, abandonó el campo lesionado. Son las devastadoras consecuencias de un inexplicable intento de suicidio perpetrado por Quique.
De porte elegante, barba descuidada y mirada melancólica, la figura de Quique Flores recuerda la de los poetas románticos de finales del siglo XIX, personajes cuya sensibilidad le permitía atisbar las crisis, intuir las soluciones y, en el colmo de la afectividad, terminaban por quitarse la vida. En mes y medio como entrenador del Atlético, Quique se ha quedado afónico, ha perdido peso e incluso pasó la gripe A. De tan febril trayectoria, y después de no pocas elucubraciones y embrollos, parecía haber surgido un sistema y un once de ciertas garantías que posibilitaron dos victorias esperanzadoras ante el Espanyol y el Xerez.
Como los rapsodas fatalistas, el alma de Quique no pudo soportar la felicidad que se vislumbraba en el dibujo táctico en forma de rombo. No se creyó la belleza, a ráfagas, que destilan Jurado y Reyes. Ayer desterró a ambos al banquillo y borró esa estela de finura con un par de brochazos gordos: regresó al doble y hosco pivote formado por Assunçao y Cleber, y restituyó al influyente Maxi. En menos de un cuarto de hora, el potente veneno de las antiguas miserias ya había hecho su efecto. El Atlético perdía 0-2 y, en el colmo de la antología trágica, el Apoel osó adelantarse al Chelsea en Londres. Los rojiblancos estaban fuera de Europa.
El Oporto, primitivo y, por tanto, poco amigo de la lírica, se aplicó desde el primer minuto en su único objtetivo: ganar y embolsarse los 800.000 euros que paga la UEFA por victoria. Hasta eso despreció el juglar Quique. Y con ello invocó a los peores fantasmas del pasado: a los errores de defensa y portero, de los que nacieron los dos primeros goles, sendos regalos; a la separación abismal entre líneas que tanto desquicia a Forlán y Agüero, desasistidos; al fútbol horizontal
Los cambios, forzados, fueron versos sueltos que sólo inocularon más tristeza. El Atlético sigue siendo un poema.
ATLETICO DE MADRID - 0: Asenjo; Valera (Antonio López, min.46); Perea; Juanito; Domínguez; Assunçao; Cléber Santana; Maxi Rodríguez (Reyes, min.67); Simao; Forlán y Agüero (Jurado, min.46).
OPORTO - 3: Helton; Bruno Alves; Raul Meireles; Valeri (Guarín, min.62); Maicon; Alvaro Pereira; Rodríguez; Fernando; Fucile; Hulk y Falcao (Varela, min.69).
GOLES: 0-1, Min. 2: Bruno Alves; 0-2, Min. 14: Falcao; 0-3, Min. 75: Hulk.
ARBITRO: Stéphane Lannoy (FRA). Amonestó a Simao (min. 42), 'Kun' Agüero (min.43) y Juanito (min.87) por parte del Atlético de Madrid y Guarín (min.72) por parte del Oporto.
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