La mayor frustración de su vida es no haber entrevistado a Santiago Bernabéu. 'Lo más cerca que llegué a estar de Don Santiago fue 50 metros. Aún me acuerdo del año 73 cuando mi padre me llevaba al fútbol. Tenía ocho años y me sentía impresionado por ese señor de sombrero gris que se sentaba en el palco', explica Tomás Roncero (Villarrubia de los Ojos, Ciudad Real, 1965), que entonces ya era de un madridista enfermizo. Hoy, es un periodista cuyo corazón no se separa en ningún momento del Real Madrid. Ni siquiera cuando trabaja. 'A diferencia de otros, a mí no me importó salir del armario', explica.
Dice que le cojo cerrando páginas en el AS, le imaginaba en un discurso enfervorizado en alguna peña entre carajillos y aplausos.
Es que mi vida es así de imprevisible. No es ni rutinaria ni funcionarial. Todos los días son como una montaña rusa en la que desconozco lo que me puede pasar excepto una cosa. Hace siglos que no tengo tiempo para dormir más de cuatro o cinco horas.
En una afición culta, como la del Madrid, ¿qué papel cumple Tomás Roncero?
Ninguno. No tengo asignado ningún papel. Yo no formo parte de la estructura del Madrid. Pero sí es verdad que dentro de su estructura quizá no hay nadie como yo que esté tan cerca de las peñas, que invierta todo este tiempo con ellas, y está claro que eso ha procurado que la gente me tenga un cariño, aunque ojo, también tengo mis detractores.
Ahora que lo dice, no imagino a Plácido Domingo como un fanático de Tomás Roncero.
Bueno, no sé, hasta ahí no llego, pero puedo decirle que siempre habrá un punto de conexión. Al final, las conversaciones de fútbol nos ponen a todos a la misma altura. El fútbol, en realidad, tiene esa posibilidad de desmitificarlo todo. Hables con quien hables, las conversaciones van a ser las mismas, si prefieres a Casillas en vez de a Diego López, si Cristiano es el mejor...
Mi idea es no hacerle las preguntas de siempre, pero sigo sin saber qué fue de aquel periodista de 'El Mundo' que buscaba la historia, la diferencia...
Aún la sigo buscando, aún tengo ese instinto periodístico, eso no lo perderé nunca. Ahora bien, lo que sucede es que ahora estoy centrado de manera pura y dura en el Madrid y quizá no tenga la mesura de antes. Pero básicamente sigo siendo el mismo que cubrí dos Juegos Olímpicos (Barcelona 92 y Atlanta 96), que estuve en el Mundial de balonmano en el que salió Urdangarin, que siguió a la selección de Clemente en USA-94, en Francia 98... Todo eso me dio un bagaje en una profesión en la que la gente ya sabía de mi pasión por el Madrid. No la escondí nunca. La diferencia fue que un día AS captó esa pasión y desde entonces trabajo la información del Madrid y si hay que ser crítico con el club lo soy.
Si le aburre tanto el periodismo objetivo, ¿qué diferencia hay entre usted y un hincha enfervorizado?
El periodismo objetivo no existe. Es una utopia que queda bien en la Facultad. Pero en todos mis años de profesión sigo en la búsqueda de ese periodista objetivo. He sido incapaz de encontrarlo. Otra cosa es que la gente se atreva a salir del armario como hice yo cuando me llamó el AS.
Sé que le gusta la marcha, así que disfrutará con preguntas perversas, con mala idea.
No se preocupe, yo las toreo (risas).
Tiene que haber algo de postizo en usted. No le imagino pasando la noche en vela por la derrota en Dortmund.
No, claro que no, porque esa derrota tiene solución. Me tiene inquieto, nada más. Pero sí he pasado noches en vela por el Madrid. Aún me acuerdo de las Ligas de Tenerife o de esas veces que hemos caído en Champions. Soy incapaz de dormir, porque valoro las consecuencias del fracaso y siempre me ha preocupado el futuro del Madrid. Es muy importante para mí.
Dice John Carlin: 'La palabra es mi pelota de fútbol'. ¿La suya es la emotividad, en esos ojos de locura?
Yo, sobre todo, le pongo pasión. Tengo la ventaja de que puedo trasladar la pasión a mi trabajo. No creo que haya mucha gente que pueda decirlo. Sin embargo, en mi puesto de trabajo, yo puedo ser como he sido siempre. No tengo porque cambiar en nada.
También dice Valdano que 'en esta sociedad no hay más héroes que los deportistas'. ¿Pudo olvidarse de Tomás Roncero en el Madrid?
Sinceramente, yo no estoy de acuerdo con eso. En esta vida todo el mundo ocupa su espacio, los deportistas, los futbolistas y hasta nosotros, los periodistas. Es más, estoy convencido de que si desapareciésemos nos estarían buscando para que volviésemos. En este mundo en el que casi todo el mundo se mueve por vanidades, ¿cómo no le va a gustar a Cristiano ver reflejado sus hat trick en las portadas de los periódicos? ¿O a Lewadoski después de sus cuatro goles al Madrid?
En un país que supera los seis millones de parados, ¿qué importancia tiene lo que hace usted?
Ha entrado en un tema muy duro, pero le digo una cosa: si logro que esta gente que está parada y que está viviendo auténticos dramas, se olvide un rato mientras me lee o me escucha o pueda desahogarse insultándome por lo que opino, bienvenido sea Tomás Roncero. Sé que no soy una persona que piense mucho lo que dice cuando habla de fútbol, pero cuando hablamos del paro... joder, esto es muy duro.
¿Acaso lee usted prensa generalista?
Sí, todas las noches cuando llego a casa sobre las tres y media de la madrugada reservo un hueco. Quiero saber lo que pasa con la Bolsa, con el IBEX, con el mundo que nos rodea... Me tiene preocupado esta situación. Hay mucha gene a la que la ha atropellado. En mi familia aguantamos el tipo, de momento, pero tengo amigos que lo pasan mal. Sin ir más lejos, el presidente de una Peña del Madrid. Tiene dos hijos, se le ha acabado el paro y desde hace seis meses hago lo posible por encontrarle un trabajo. Porque me llega al alma su situación. Pero, mire por donde, no lo he conseguido, porque está muy difícil.
¿Qué importancia tiene el fútbol en esas vidas?
Todo en esta vida hay que relativizarlo. La maquinaria de la vida no puede parase por nada. Si nos dejáramos vencer por las miserias, entonces no iríamos nunca al cine, al fútbol, tampoco reiríamos nunca y, sinceramente, creo que no es así. Yo estoy preocupado por la crisis, pero no puedo transmitir un mensaje depresivo. Es más, no debo, no valgo para eso.
Me da que, pese a todo, debe de ser usted buena persona.
Uff, es peligroso que yo se lo confirme...
No pasaría tanto.
A lo máximo, puedo decirle que duermo todos los días a pierna suelta. Tengo la conciencia tranquila y sé que nunca actué con mala fe. Soy vitalista, creo en el carpe diem (aprovecha el momento) y esto es lo que me hace ser como soy. Jamás acudo al insulto y, en fin...
En fin, ¿qué?
Que la gente ya me conoce, ya llevo muchos años así.
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