Este artículo se publicó hace 54 años.
Messi desnuda a Aguirre
El argentino fue Peter Pan y, con tres goles, sentenció a un Atlético debilitado por su propio técnico. Los rojiblancos jugaron con las ruedas pinchadas y Pernía nunca vio al 10 del Barça
Messi fue Peter Pan. Lideró una causa bellísima y logró lo que se propuso. Jugó en corto y en largo, con velocidad y sin velocidad. La pelota le obedeció siempre. El tercer gol fue lo máximo: la rotundidad con la que esquivó al portero en su hábitat natural. Antes, Messi acababa de inventarse una jugada en la que sorteó a tres y cuatro defensas del Atlético, como si fuesen juguetes. El zurdazo final chocó con la escuadra. Pero a casi nadie de los que llevaban la bufanda rojiblanca le hubiese importado que fuese gol. Es más, lo hubiesen celebrado para desahogarse en contra de un entrenador que no piensa como ellos.
Messi desnudó la amarga vida que Aguirre le tiene preparada al Atlético. La noche invitaba a la heroicidad. O, al menos, a buscarla. Pero el mexicano lo sacrifica todo con tal de mantener al equipo entre los cuatro primeros en la Liga. Para él no hay nada tan valioso. La hinchada, sin embargo, necesita de algo más: de un viaje a Hollywood, de una borrachera hasta el amanecer. El entrenador no lo entiende. Y mientras Agüero postrado en la cama con una faringitis de última hora.
Guardiola gana sin necesidad de utilizar a todos sus futbolistasFue tan cruel verlo como contarlo. El Atlético jugó con las ruedas pinchadas. En ningún momento dio la sensación de que la hazaña fuera posible. Sólo un tiro de Maniche demostró que estaba vivo en la primera parte. Lo demás fue desesperación, oraciones rotas, asociaciones imposibles. Cada idea fue un alboroto lo que malhumoró a Maniche, el único mediocampista del Atlético con capacidad para llevar el balón al área.
La hinchada lo soportó tan mal que hasta hubiese celebrado la expulsión de Pernía cuando le clavó los tacos a Dani Alves. Pero no por desamor a su lateral, sino por la rabia que produjo la noche, la incapacidad de su gente.
La autoridad del BarçaEl Calderón no tolera al entrenador y le vuelve a pedir que se vayaEn el césped se hacía lo que decían los jugadores del Barcelona. Y afortunadamente se tomaron la noche con moderación. Y eso fue lo más grave. El Barça ganó al trote, sin necesidad de salir del despacho. Ni siquiera empleó a todos sus futbolistas. Sólo cambió de marcha cuando le pareció oportuno a Messi, que encontró los mejores descuentos en la banda derecha, la que defendía Pernía.
Hubo momentos en los que el lateral, para compensar su incapacidad, se lió a tirar patadas. Pero la mayoría de las veces ni siquiera tuvo ánimo para hacerlo. Alves y Messi se pasearon por allí con más tranquilidad que una soleada mañana de domingo en la Gran Vía.
La diferencia es que Pernía, con su capacidad para desesperar al mundo entero, juega siempre en el Atlético de Aguirre. Agüero, sin embargo, no. En los años del doblete no se recuerda que Antic pensase en dejar en el banquillo a Pantic. Y menos en noches como ésta, capaces de humanizar lo imposible. La imaginación es libre. Pero no es la primera vez que Aguirre obra (o pensaba obrar) así con lo que ya no se sabe si lo suyo es cobardía u obsesión de masoca. El problema pasa a los que se lo permiten.
El Atlético tiene la excusa de que Heitinga fue expulsado. Le costó el segundo gol de Messi, esta vez de penalti. Pero hubiera dado igual. Messi vale más que todo el Atlético. Al menos, sin Agüero. La esperanza se encendió con el gol de Ujfalusi, a cámara lenta y en el último metro, como no podía ser de otra manera en el Atlético de anoche, en un grupo tan desleal con la pelota. No fue un equipo. Fue una banda de guerrilleros, que la trató a golpes. De ahí que de Forlán y Simao apenas se supiese nada.
Messi, sin embargo, fue Peter Pan, la varita mágica. Dio de comer al balón lo que necesitaba. Su pierna izquierda sentenció al Atlético viniendo desde la derecha. La crónica se repitió una y mil veces lo que anuló el prestigio de los defensas del Atlético, que posiblemente no están educados para escuchar, "we are the champions..." Su entrenador, por supuesto, tampoco. Y como la hinchada no quiere que esta relación continúe se lió a gritar: "Aguire, vete ya...".
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