Este artículo se publicó hace 12 años.
Un mate al que sólo le falta marco
El código de variables que sitúa un mate en una escala u otra viene dado por esa definición tan telegráfica del deporte que el fraile Henri Didon le regaló al barón de Coubertain a principios del siglo XIX: Citius, altius, fortius (más rápido, más alto, más fuerte). Blake Griffin llevó el lunes por la noche esta fórmula a un nivel superior al superlativo en lugar del comparativo. El ala-pívot de los Clippers atropelló en su vuelo al chicarrón Kendrick Perkins y tuvo la fuerza suficiente para dejar el balón dentro del aro. Concursos de mates se han ganado con un ejercicio mucho peor del que Griffin ejecutó en Los Ángeles.
Llegó Julius Erving, apareció Michael Jordan, se le acercó Dominique Wilkins y luego pareció que el mate como espectáculo había muerto. Tuvieron que pasar unos cuantos años para que los primos Vince Carter y Tracy McGrady resucitaran esta suerte tan espectacular. Por entonces se valoraba el salto, la acrobacia, la vistosidad. Griffin ha traído la fuerza bruta, incrusta el balón dentro del aro con una fuerza asombrosa.
Ha ejecutado cientos ya en su carrera en la NBA, pero como el de ayer muy pocos. Quizá uno de un estilo parecido ante Timotei Mozgov de los Knicks. Ahora le toca a Kendrick Perkins formar parte de una las imágenes que más van a circular entre los adolescentes más fanáticos. Es la pequeña recompensa para la víctima de una jugada tan brutal como la de Griffin. Serge Ibaka puede que le haga la replica en el concurso de mates de la NBA o quizá retrasen su duelo para una hipotética final olímpica en Londres.
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