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El laberinto del siete

Sus números (102 veces internacional, 44 goles celebrados, presencia en tres Mundiales, dos europeos y unos Juegos) son materia más que suficiente para encender el debate sobre la convocatoria o no de Raúl en la selección.

ANTONIO SANZ

Sus números (102 veces internacional, 44 goles celebrados, presencia en tres Mundiales, dos europeos y unos Juegos) son materia más que suficiente para encender el debate sobre la convocatoria o no de Raúl en la selección. El Ferrari, como le bautizó el hoy director deportivo de la RFEF, no deja indiferente a nadie. Unos le defienden con furor. Otros le utilizan para desprestigiar aún más la figura del seleccionador. Todos, al final, hablan de una ausencia deportiva que trastoca los planes de quienes consideran que su etiqueta de intocable no había traspasado aún la frontera del desuso.

Para los escasos de memoria les recuerdo que Luis vivía muy cerca del capitán durante su primera etapa como seleccionador. Conectaba con Raúl. Ni un mal sonido perforaba aquella relación. Luis sabía que debía apoyarse en Raúl y Raúl entendía que era el encargado de marcar el paso entre el entrenador y el siempre extraño vestuario internacional. Hasta la víspera del 4-0 a Ucrania, todo perfecto. Luis había avisado de que rotaría, que había Mundial para todos y que un grupo de 23 unido les acercaba más al éxito. El seleccionador no se planteó la titularidad del capitán como tampoco alcanzó a pensar, ni en su visión más optimista, que aquel debut se cerraría con goleada.

Ante Túnez repitió el mismo once, pero hasta que no salió Raúl no hubo gol: el siete se acercó al banquillo pero para festejar con...Salgado y Cañizares. En la despedida ante Francia, el capitán mantuvo una titularidad que había recuperado jugando el primer tiempo con los suplentes ante Arabia. Tras la eliminación, determinados comportamientos de compañerismo de Raúl y de otros futbolistas desencantaron a Luis. Raúl había roto su idilio con el seleccionador. Se sentía traicionado.

Desencuentro

El segundo capítulo del desencuentro llega la noche previa al viaje a Belfast. Los jugadores, en privado, hablan de los errores del Mundial. Entonces reclaman una serie de reivindicaciones que expondrían ya en Irlanda del Norte. Antes, tenso, tensísimo, cambio de impresiones entre seleccionador y capitán motivado por cuestiones de orden interno en el escenario del hall de un hotel cercano al aeropuerto de Barajas. La relación, ya deteriorada, acaba por romperse unas horas después. La derrota terminó haciendo añicos la partitura de respeto que ambos mantenían. Después, Luis, lejos de manejar los códigos que él tanto defiende, despreció el sentido del brazalete y arrinconó la brillante historia del líder. Se conoció por Canal + que Raúl no volvería a vestir la roja.

 

Homenaje

Llegamos a la semana previa a Dinamarca. Llegamos a la confirmación de un homenaje que la FEF quiere brindar a Raúl. La pinza de los dirigentes al seleccionador es feroz. Ni nadie entiende el momento ni nadie siente la necesidad. Luis expone motivos deportivos para no citarle. Nadie le cree.

Raúl provoca dudas y se deja ver en público mientras se juega el Finlandia-España. Más leña al fuego. ¿Qué pasa que por eso es menos seguidor? Se entiende menos que se manifieste públicamente después del choque de Aarhus. Por sus compañeros, hartos del estéril debate, y con lo que había en juego en Dinamarca, podría haber dado el paso de zanjar la polémica adelantando unos días esas declaraciones. Lo seguro es que nuestro discreto fútbol necesita al mejor Luis... y al mejor Raúl. ¡Qué vuelva la paz!

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