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El mayor veneno de la historia del deporte es, sin lugar a dudas, el dopaje. Son innumerables los casos que han manchado su imagen y han dejado muy mermada su salud. Con el paso de los años, no se ha encontrado el antídoto perfecto, y los tramposos continúan incrustados en las arterias de muchas disciplinas deportivas, cierto es que algunas están más infectadas que otras. Es el caso de la halterofilia, que probablemente está viviendo su peor momento. Desde los Juegos Olímpicos de Pekín, y quizá porque no se ha investigado en profundidad con anterioridad, no da pie con bola. Escándalo tras escándalo llenan los espacios de los medios informativos. No se habla de deporte, y la gran mayoría ha explotado, ha levantado su voz y ha dicho ¡basta!
Es el caso de nuestra mejor levantadora, una Lidia Valentín que posee un palmarés envidiable, gracias al recién concedido oro de Londres '12 y a expensas de que resuelvan los casos por positivo de los JJOO Pekín ’08. Y es que la berciana está limpia, ella no tiene ese virus que han incubado otras para conseguir éxitos deportivos desde la ilegalidad y el juego sucio. Hagamos una retrospectiva y nos daremos cuenta de que el deporte de la halterofilia (hablamos de la élite) ha sido una gran farsa en, al menos, los últimos 8 años.
Juegos Olímpicos de Pekín. Año 2008. Finaliza la competición en la categoría de 75 kilos y el podio lo componen Leia Cao (oro), Alla Vazhenina (plata) y Nadezhda Evstyukhina (bronce). Lidia Valentín finaliza quinta en su debut en una cita olímpica y aguarda en la trastienda a la ceremonia de entrega de premios. Suena el himno chino, ovación del respetable a las tres medallistas, sonrisas y besos por doquier… ¡Todo falso! Ocho años después, el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Federación Internacional de Halterofilia (IWF) confirman los positivos de dos de ellas: la china Cao y la rusa Evstyukhina. Pero no sólo eso, sino que la cuarta clasificada, la bielorrusa Iryna Kulesha, también es pillada in fraganti. Hormonas, anabolizantes… Una barra libre que provoca, a falta de confirmación definitiva, que la española pueda ser la subcampeona olímpica de 2008.
Pero amigos, esto no queda ahí. También ahora, tiempo después, se ha extirpado el virus de Londres 2012. Allí, la kazaja Svetlana Podobedova, la rusa Natalya Zabolotnaya y la bielorrusa Irina Kulesha, por ese orden, se llevaron la gloria aquella tarde de agosto en la capital británica. Nuevamente Lidia se quedaba con la miel en los labios, cuarta y diploma olímpico. Bandera de Kazajistán en lo más alto del pabellón, más gestos de cariño y de ‘fair play’, sonrisas de oreja a oreja y… ¡también falso! Podobedova (estanozolol), Zabolotnaya y Kulesha (anabolizantes) hicieron trampas. Todas ellas han sido oficialmente descalificadas hace tan sólo unas semanas, lo que ha provocado que se haya hecho justicia y que la deportista de El Bierzo haya sido proclamada nada más y nada menos que… ¡campeona olímpica!
Reasignación de medallas
¿Cómo se les queda el cuerpo después de todo esto? Quizá dejen de creer en el deporte, o en esta disciplina en concreto. Y nadie les culpa, es la sensación que tienen los propios protagonistas. “Necesitamos justicia. La gente se tiene que enterar. El dopaje debe estar súper perseguido”. Éstas eran las palabras de Lidia Valentín en la previa a la competición de los Juegos de Río del pasado verano. No es para menos, a la española le habían arrebatado dos medallas, una de ellas ya recuperada y otra que probablemente le sea concedida toda vez que se resuelvan todos los trámites burocráticos entre COI y IWF. Pero lo que nunca podrán devolverle es el momento de gloria sobre el podio de ambas citas olímpicas. “Eso nunca podré revivirlo, y es una pena”, comentaba la española en una conversación con Revista Elite Sport en la Residencia Blume.
Alejandro Blanco, al frente del Comité Olímpico Español (COE), abandera la lucha para que se haga justicia, para que los tramposos no se salgan con la suya y dejen a este deporte al borde de la muerte. La halterofilia debe regenerarse y en ello está: “Hay que ir a tope a por los países, a lo bestia… Si no, no se va a solucionar nunca”, afirmaba Matías Fernández, técnico del equipo español en Río.
Afortunadamente, la campeona nacional y de Europa pudo resarcirse en la cita del pasado verano en tierras brasileñas. Por fin se le pudo ver subida al cajón y mostrando su eterna sonrisa. El destino le había devuelto lo que mereció deportivamente ocho años antes y que gente sin ética y sin escrúpulos le habían arrebatado. Este bronce supo a gloria bendita, y así lo demostró durante toda la ceremonia de entrega de medallas.
La injusticia no es sólo para Lidia
Ahora bien, por patriotismo nos hemos centrado sólo en una categoría (femenina) y en un peso (75 kg), pero es extensible al conjunto de uno de los deportes más antiguos que se conocen. Hasta nueve deportistas dieron positivo en Pekín, y otros tantos en Londres. El pasado verano en Río, tan sólo uno. Algo parece haber mejorado, pero lo que queda claro es que la halterofilia ha vivido infectada durante demasiado tiempo. Andrés Mata, uno de nuestros representantes en Río y que conquistó diploma, lo comentaba a este medio tras los Juegos: “Es una lástima saber qué compites con gente que no está en las mismas condiciones que tú. Necesitamos una revolución y limpiar todo esto, porque nuestro deporte merece mucho la pena”.
Todos estos escándalos que tanto han perjudicado a la halterofilia puede ser que supongan, paradójicamente, la medicina que les cure. Los organismos (COI y IWF) parecen dispuestos claramente a meter el bisturí hasta lo más profundo de la enfermedad. Será la única manera de que la gente se crea esta disciplina y que los deportistas limpios, que son la mayoría, puedan competir en igualdad de condiciones.
A la espera quedamos, por tanto, de que Lidia se proclame subcampeona (Pekín ’08) olímpica. Supondrá entonces, y una vez concedida la gloria del oro en Londres'12, que se ha extirpado el virus y que al paciente se le puede dar de alta tras haber sido capaz de superar una gravísima enfermedad. Será el momento en el que los tramposos ya no manden en la halterofilia.
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