Terminó el partido. Cerró los puños con fuerza e, incrédulo con su suerte, se frotó los ojos. Se abrazó a Manel Estiarte y se zafó de alguno de sus ayudantes para darle primero el protocolario apretón de manos al técnico rival, Alejandro Sabella, antes de festejar. Y luego encajó un achuchón tras otro sin dejar de frotarse los ojos.
Se abrazó con Messi y con Seirul·lo. Con Pedrito y Vilanova. Con Valdés y de nuevo con Estiarte. Y cuando el equipo esperaba para subir al podio de los campeones, volvió a frotarse los ojos y se derrumbó. Y todo el Zayed Sports de Abu Dabi fue testigo de su emoción y de sus lágrimas, pues los videomarcadores del estadio reproducían en ese momento las imágenes del técnico. Henry acudió, en vano, a su consuelo, mientras que Ibrahimovic no daba crédito al llanto del entrenador que, tras saberse observado por el mundo entero, parecía clamar para que se lo tragara la tierra.
La hinchada culé lloró con Guardiola, orgullosa de la sensibilidad futbolística y personal del gurú del mejor Barça de la historia. 'Soy una persona extremadamente feliz, cansada pero muy feliz', reconocía luego. 'Sé que hemos hecho algo muy importante, pero nada más que eso', abundó el de Santpedor que, durante el festejo, buscaba en la grada a su mujer, Cristina; a sus hijos, Màrius y Maria; a sus padres, Dolors y Valentí, y a su hermano, Pere, que no quisieron perderse la gesta.
'Quizás con el tiempo nos daremos cuenta de que esto es terrible', convino el técnico, que traspasó a sus jugadores toda responsabilidad sobre los éxitos recientes del equipo: 'Han hecho feliz a tanta gente durante 16 meses...', exclamó para añadir: 'También querría tener un recuerdo para la gente que estuvo con nosotros el año pasado'. Además de dedicar el trofeo a sus jugadores, Guardiola quiso acordarse de Evarist Murtra, ex directivo del club y persona cercana al de Santpedor. 'Con su insistencia, resultó clave para que la directiva pensara en mí para entrenar al Barça B', desveló, feliz, el preparador. “Se qué a Evarist le hará ilusión”, insistió.
Luego, presumió de club: 'El solo hecho de llevar Unicef en la camiseta ya es para que sentirse orgulloso, somos los únicos que, por eso, en vez de recibir dinero, pagamos', añadió.
En cuanto al análisis técnico del partido, Guardiola no escatimó en detalles: 'El equipo podía fallar. De hecho, estuvimos cerca de perder la final. En la primera parte, arriba, sufrimos un embudo porque Henry no nos abrió suficientemente la banda izquierda. Por eso en la segunda quité a un centrocampista y puse a Pedro y Jeffren para que abrieran el campo; también les comenté que estábamos yendo muy blandos al uno contra uno', explicó. 'En la prórroga, teníamos que cansarlos', sentenció.
'¿Y ahora qué?', le preguntaron. 'Seguir siendo lo que somos, puede que haya un bajón, pero tenemos que seguir trabajando; el trabajo nos trajo hasta aquí', concluyó. Y se marchó ovacionado.
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