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El fútbol con trampa

La solución del Madrid para derrocar al Barça nació de un error

RAÚL CANEDA

El error nació tras la eliminación del Barça en Champions a manos del Inter de Mourinho. En ese momento el Madrid empezaba a ver con deses-peración cómo, a pesar de su millonaria inversión, el Barça consolidaba una hegemonía que marcó su punto álgido en un partido para la historia del fútbol: el 2-6 con el que los catalanes ganaron la primera Liga de la era Guardiola.

Subido a lomos de su impresionante historia, el Madrid creyó encontrar en el entrenador portugués al remedio contra una hegemonía que empezaba a ser insultante. Guiados por el resultadismo del ganar como sea, el Madrid olvidó lo más importante en cualquier contrato: la letra pequeña. En ella se aprecia que para aquella famosa eliminación fue necesario, además de goles en fuera de juego, hasta un volcán en erupción que provocó que el Barça tuviera que viajar en bus a lo largo de 14 horas hasta Milán. La solución del Madrid nació así con un defecto original: convirtieron un accidente en un método. Un método tan viejo como el fútbol y que no tiene más secreto que esperar a que el rival se desordene para así intentar limitar los partidos a aprovechar una contra sobre el flanco descubierto y reducir así el fútbol a su mínima expresión. Para intentar ganar, el plan es jugar a un fútbol con el menor fútbol posible .

En el Madrid no cayeron en un pequeño y novedoso detalle: el Barça cuando juega no se desordena, pues su método no consiste en mover la pelota, sino en usar esta para mover al contrario, para ordenarse jugando mientras te desordena. El Madrid de Mou, que sólo aspira a sumar contraataques, se ha encontrado con un serio problema, y es que cuando el Barça recupera la pelota ellos no pueden volver a robarla, obligándoles así a otro tipo de artes que los blancos no dominan. El fútbol del Madrid desaparece cuando le impiden correr, acostumbrado como está a marcar los goles casi sin masticar las jugadas.

Ahora que ya son muchas las derrotas, la grandeza del Madrid parece que empieza a exigir algo más que delirantes excusas que pretenden hacer de la trampa un arte para justificarlas. Para un club como el blanco es duro admitir que dos de sus grandes equipos, este y el de la Quinta del Buitre, han tenido la desgracia de ser contemporáneos de otros dos que han modificado la historia: el Milán de Sacchi y este Barça de Guardiola han demostrado que en el fútbol no estaba todo inventado.

Mourinho quedará en las hemerotecas como un ejemplo de superación personal, capaz de soportar un trato vergonzante en su etapa de ayudante en Barcelona y convertirse, junto a Hitzfeld, en uno de los dos entrenadores ganadores de la Champions con dos equipos diferentes. Su desgracia fue encontrarse con este Barça histórico que también lo señalará como el técnico que más ha perdido contra el gran rival de manera consecutiva. Su método no se ha rebelado lo suficientemente rico para competir contra el Barça, ni jugándole de tú a tú, ni obligando al Madrid a humillarse jugándole de usted. La sensación ha sido siempre de una similar inferioridad.

Al igual que Sacchi y su Milan, Guardiola ha modificado la historia del fútbol

A Mourinho le queda agarrarse a la Liga a modo de coartada, en donde su gran virtud ha sido esperar el cansancio de un Barça que, al parecer, ya no está para mantener la excelencia en el día a día. Mantener esa convicción y el espíritu de lucha que han hecho del Madrid el club más grande del siglo pasado (y que ya mostró en las ligas anteriores de Capello o Schuster) es todo a lo que puede aspirar el portugués, pues cada partido que juega contra su rival delata su inferioridad conceptual.

La historia del fútbol está llena de episodios en los que no siempre ganó el mejor. Al menos hasta que ha llegado el Barça de Guardiola, decidido a vengar todos los agravios que el balón sufrió en el pasado. Con un modelo de juego pleno de organización táctica, Pep ha conseguido hacer del control del balón un arte tal que desorganizando y sometiendo a los contrarios parece quitarle el azar al juego. Y es que este Barça gana como explicando el porqué, con una superioridad estética tal que a veces parece estar dando una clase de ética.

Este Barça, al igual que el Milan de Sacchi, sí es un equipo que escribe la historia. Partiendo de un sentido mesiánico por la búsqueda de la perfección, tanto Guardiola como Sacchi están unidos por un hilo conductor repleto de idealismo. Idealismo que ha enterrado a un resultadismo chato, demostrando una vez más que lo único práctico es tener ideas. Y grandes.

Raúl Caneda es entrenador nacional. Twitter: @raulcaneda

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