Se mire por donde se mire, la derrota del Axa Barcelona ante el Iurbentia Bilbao, en los cuartos de la Copa, anuncia tiempos difíciles en el Palau. Más que por el hecho en sí, por lo que esconde detrás, un ciclo deprimente que, para bien o para mal, se aproxima a su fin. Lo reconozcan o no sus responsables, le queda poco tiempo de vida a un proyecto que se inició hace tres años con el objetivo de resituar al Barça en la élite y, a punto de concluir, sólo ha logrado constatar la decadencia de un equipo que, hace cuatro cursos, se coronó como el mejor de Europa.
Nada queda de aquel grupo en el actual equipo, que acumula sinsabores desde que la junta dirigida por Joan Laporta encomendó a Zoran Savic y Dusko Ivanovic la gestión y administración de una sección que, desde entonces, ha cambiado hasta en dos ocasiones a su directivo responsable y ofrece una Copa como único y mayor logro. Club dominador por tradición, el Barça ha perdido peso en España y Europa.
Como sucede con el equipo de fútbol, el Barça parece seguir los pasos del Madrid, también en el baloncesto. Se adivinan procesos miméticos en la devaluación de las secciones que, en el club blanco, coincidió con la época galáctica y, en el azulgrana, se inició con el período de bonanza futbolera, cuando Ronaldinho y compañía conquistaban Ligas y hasta una Champions y se hacía innecesario recurrir a los títulos del baloncesto como maquillaje. El Madrid tardó años en recuperarse. Lo hizo cuando Ramón Calderón, un presidente amante del baloncesto, devolvió la cordura a la sección. Pasada la época dulce del fútbol, el Barça necesita recuperar la sección más que nunca.
Poco amigo de adoptar medidas drásticas, Laporta tampoco parece ahora dispuesto a mover ficha. En un gesto meramente simbólico, hace apenas un par de meses otorgó al nuevo directivo de la sección, Josep Cubells, dedicación exclusiva al baloncesto. Nada ha cambiado desde entonces. Los males de la sección son crónicos y estructurales y nada se sabe sobre quién decidirá un futuro que está a la vuelta de la esquina: como media plantilla, tanto Savic como Ivanovic acaban contrato este curso.
En cualquier caso, la delicada situación lleva a pensar que ni siquiera el presidente azulgrana está ahora en disposición de tomar resoluciones. Ese poder ha pasado a manos del Palau. Como sucedió en la temporada 97-98, la afición puede finiquitar antes de tiempo un proyecto ya agotado. Entonces, en un Barça-Madrid, los hinchas increparon tanto a Manel Comas que el club acabó aceptando la dimisión del técnico.
Algo similar podría suceder ahora con Ivanovic. El próximo jueves, el Barça recibe a Unicaja en el Palau, en el primer encuentro del Top 16. La afición mostrará entonces su implicación con un equipo que se juega su futuro y la próxima Euroliga. Quedarse fuera supondría además de un fracaso, una sangrante hipoteca para los que vengan después.
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