Este artículo se publicó hace 13 años.
Cristiano sonríe, pero no es feliz
Portugal se juega ante Bosnia su presencia en Polonia y Ucrania
Cristiano era el dorsal 17 y aceptaba la jerarquía, claro. El 7 era Figo. Él tenía 19 años y todo por demostrar. Jugaba de extremo izquierdo. Advertía una propaganda discreta y una velocidad terrible. Sólo había anotado seis goles en su primer año en el Manchester. Pero, en esa Eurocopa 2004, en la que Portugal perdió en la final ante Grecia, fue un futbolista feliz. Hoy ya no lo es. Ronaldo, objetivo de todos los focos, sonríe, pero es evidente que desde hace cuatro años Portugal no genera felicidad. Se ha acostumbrado a las repescas como la de esta noche ante Bosnia (20:00 h), a perder la pelota y a discusiones enormes. Se echa de menos un seleccionador que impida los problemas, como Scolari, el hombre que Cristiano conoció con 19 años. Era un sargento de hierro que no admitía interferencias.
El actual, Paulo Bento, ha destrozado su perfil al reñir con los futbolistas. Carvalho le ha llamado "mercenario" y ha dudado "de su amor al país". Bosingwa acaba de recordarle que "es un entrenador muy conflictivo" y que no se le ocurra dar lecciones de lealtad. "Si hace falta, le recuerdo el problema que causó en la Eurocopa 2000".
La selección lusa se ha acostumbrado a repescas, broncas y a perder el balón
Pero nada de eso es nuevo en Portugal, donde Queiroz, el anterior seleccionador, salió a tiros tras el Mundial de Suráfrica 2010, acusado por Pepe "de crear mal ambiente". La respuesta del técnico tampoco alimentó la paz: "Pepe es un personaje menor de telenovela brasileña que patea la cabeza a sus rivales".
El problema es que el tiempo pasa para Cristiano. En el próximo Mundial habrá cumplido 29 años y no será el niño de 21 que llegó hasta semifinales en Alemania 2006. Entonces era diferente. El 7 seguía siendo Figo y todavía quedaba el rastro de una generación competitiva que rendía el doble en partidos importantes. Gente como Deco, Maniche o Pauleta aceptaban las voces patrióticas de Scolari y hasta sus malos modos. En sus discursos se hablaba de equipos guerreros, no de talento. "Las evoluciones tácticas son para los clubes", decía. "La selección es fundamentalmente objetivos, fe y empatía". Incluso era un elemento peligroso, capaz de pegar un puñetazo a un futbolista rival. Pero con él Portugal nunca jugó una repesca y, buena o mala, tenía una imagen propia. Figo, incluso, terminó por adherirse a su causa. "Si Scolari se va, retrocederíamos 20 años", declaró antes de terminar el Mundial 2006.
Al final, el técnico se quedó y aceptó el cambio generacional en la Eurocopa 2008, pero allí Portugal supo que Quaresma, Nani, Moutinho o Bosingwa carecían de carne competitiva. Y Scolari acabó marchándose. Portugal, cansado de su espíritu vietnamita, lo agradeció y se abrazó a Queiroz, técnico elegante que prometió respetar el talento. No fue así. A los dos años abandonó el cargo devaluado, sin espíritu y sin amistades. Hoy, está en Irán.
Llegó Paulo Bento, que aún presume de golear a España (4-0) en un amistoso, una de esas citas que no valen para devolverle la felicidad a Cristiano. El luso empezará a ser feliz si el martes, en la vuelta, eliminan a Bosnia.
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