Cada época dibuja un estilo. Ninguno tan perfecto, en cuanto a estética, como el de Indurain. En seis años, su intensidad y eficacia describieron su obra en la contrarreloj. '¿Sabes?, igual doblo a Chiappucci', le avisó a su compañero Philipot, tras estudiar la última crono del Giro de 1992. El pronóstico se cumplió. Indurain dobló al Diablo, que había tomado la salida tres minutos antes que él. Fue su primer Giro. Un año antes de su exhibición en la crono del Tour de Luxemburgo. Allí donde Fignon negó su condición humana. 'No es un hombre, es un avión', sentenció. La física avalaba su comparación. Por entonces, el navarro era capaz de promediar 510 vatios de potencia durante una hora, a una media de 53 km/h, cuando el umbral de potencia de la mayoría de los humanos oscila entre los 75 y 100 vatios a 20 km/h, durante poco más de veinte minutos.
El esfuerzo aparecía bajo su pose típica de sufrimiento. Brazos en paralelo, el tronco planeando sobre el asfalto, la cabeza perdida entre los hombros y una exhibición de dentadura para matar el cronómetro. La gráfica 10 del contrarrelojista. Aquella que Perico Delgado no acertó a encontrar. Porque su cuerpo menudo estaba parido para otras gestas. Para agarrar el amarillo en la montaña y defenderlo en la pelea contra el tiempo. Un físico de pajarito, como el de Contador. El ciclista que ha superpuesto los dos estilos para quedarse con lo mejor de cada uno. Aglutina los demarrajes quijotescos de Perico en las grandes rampas con la fría estrategia de Indurain en la cita individual ante el tiempo. Así ha ganado su segundo Tour.
Porque, hasta ayer, era más escalador que contrarrelojista. Porque, desde ayer, con su victoria en la crono de Annecy, es tan contrarrelojista como escalador. Una apuesta que Contador perseguía desde que, en el primer campeonato de Madrid que disputó contrarreloj, finalizó segundo. El círculo ya tiene sus 360 grados. Como la hélice de seis álabes de madera que ha modelado su pose en el túnel del viento del Aerospace Industries de San Diego, un centro de mejora aerodinámica que analiza los bocetos de la NASA, Boeing o Rolls Royce.
Allí, a oscuras, soportando un flujo de viento de hasta 435 km/h, el cuerpo de Alberto se quitó los últimos vicios de su pedalada contra el crono. Esos que a finales de 2007, tras un estudio similar en el MIT (Massachussetts Institute of Technology) de Boston, eran aún más marcados. Entonces, el primer paso fue el cambio en los acoples del manillar. Fue el gran avance en su especialización, antes de que, durante el pasado noviembre, el ordenador le obligase a asimilar la pose de Indurain para tener éxito. Eso sí, con la condición de negociar la buena convivencia entre aerodinámica y comodidad. 'Si no vas a gusto para desarrollar la potencia al máximo, no vas a ir rápido', defiende Contador.
La ecuación se desarrolló plenamente durante los 40 kilómetros que convirtieron a Contador en el ciclista total. En Annecy, donde Andy Schleck hablaba del madrileño como Fignon lo hacía de Indurain 'Me ha impresionado una vez más', aseguró, el líder del Tour se apoderó de un territorio que Cancellara protege con excesivo celo. La ventaja de tres segundos ante el suizo marca un cambio de tendencia que Contador llevaba tiempo persiguiendo. No lo consiguió en la crono olímpica de Pekín ni en el prólogo de Mónaco. Dos perfiles demasiado tendidos para el de Pinto ante Cancellara. La rutina del no acabó ayer en el descenso del puerto de Bluffy, donde Contador cedió 43 de los 46 segundos que disponía ante el suizo.
Por ese punto, Wiggins proseguía con su asalto al podio hasta que una caída facilitó la rentrée de Armstrong. El texano, alentado por Bruyneel desde el coche, a pesar de firmar una pobre crono, desplazó a Frank Schleck sexto a 35 segundos del tercer puesto.
'En el Mont Ventoux vamos a atacar para que los dos Schleck estemos en el podio de París', asegura Andy, cada vez más distanciado de Contador. La empresa necesita el desfallecimiento de Armstrong, Wiggins y Kloden. Un podio que presenta sus respetos a Contador. 'Ha vuelto a demostrar que es el más fuerte', asevera Andy Schleck. Nadie ya tiene dudas. Ni Contador, ni Bruyneel, ni el propio Lance.
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