Este artículo se publicó hace 13 años.
Ascenso y caída de un campeón
El club que llegó a tutear a Madrid y Barça tiene un futuro incierto
"El Deportivo de Primera es directivo / El Deportivo de Europa es directivo / El Deportivo del mundo es directivo". Nada como el himno que electrificaron Los Suaves a guitarra y voz rasgada resume la altura que alcanzó el Deportivo en sus años de esplendor. Tiene mucho su ascenso y descenso del estereotipado modus vivendi del rock. Vivió muy deprisa el Depor, por encima de sus posibilidades económicas arrastra una deuda bruta de 87 millones de euros que le agobia el presente inmediato. También su decadencia ha sido anodina antes de dejar un bonito cadáver: Riazor, en pie, orgulloso de su escudo pese a la catástrofe de ser el descendido con más puntos de la historia (43).
Una Liga, dos Copas, tres Supercopas y una semifinal de la Liga de Campeones son sus logros en estos 20 años en la élite. No tardó mucho en tutear a Madrid y Barça desde que retornara a Primera en la temporada 90-91. Sólo tres temporadas después, Djukic tuvo en sus botas el penalti que le hubiera dado su primera Liga. En ese corto espacio de tiempo el Depor se convirtió en el Superdepor del entrañable Arsenio. Fran, Mauro Silva, Manjarín, Bebeto, Claudio, el propio Djukic... Aquel equipo se ganó la simpatía del fútbol español. La desgracia de aquel penalti incluso la incrementó. Fue la primera gran nómina de futbolistas excelsos a la que se irían añadiendo otros: Naybet, Makaay, Donato, Turu Flores, Flavio Conceiçao, Víctor, Valerón...
La pretemporada del curso 97-98, el idolatrado Fran estaba entusiasmado por los compañeros de línea que tenía: Rivaldo, Djalminha, Mauro Silva... "Nunca he jugado con un centro del campo con ese potencial", decía Fran poco antes de que Rivaldo fuera traspasado al Barça. Aquella imaginativa línea de centrocampistas expresaba la altura alcanzada por el Deportivo. Se permitió competir en el mercado con Madrid y Barça, aunque se intuyera que económicamente Lendoiro, que presume de sólo haber destituido a un entrenador en 20 años Carlos Alberto, estaba construyendo un castillo en el aire.
Ni siquiera la pérdida de Rivaldo impidió que el Deportivo siguiera creciendo. En la temporada 2000, de la mano de Irureta, conquistó la Liga. Aquello supuso su techo doméstico. El último gran coletazo fueron las semifinales de la Liga de Campeones de 2004 tras noquear al Bayern y al Milan. El Oporto de Mourinho le quitó la gloria. A partir de ese momento empezó la decadencia. Lendoiro empezó a estrecharse el bolsillo, consciente de que sin participar en la Liga de Campeones los sueños de grandeza no tenían cobertura económica posible. Ya extrañó ver al Deportivo bajar un par de escalones para introducirse en esa travesía en el desierto en la que sólo aspiraba a un puesto de la Liga Europa. Pero más extrañará no verlo en Primera, obligado a que el prefijo super ligue con otro vocablo: supervivencia.
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