MADRID.- Silencio, porque esto ya no es lo que fue cuando Alejandra Salazar contaba que jugaba al pádel y tenía que explicar lo que era esto. “Sí, hombre, un deporte que es parecido al tenis y que se juega con paredes”. Y ahora, que ella se gana la vida con esto, que la reconocen hasta en Mercadona haciendo la compra, ya es diferente, motivo de admiración y clase social. “Siempre escucho la palabra pádel en casi todas las partes, sea en los restaurantes, en las comunidades de vecinos, en las oficinas…, la gente ya no me pregunta: ‘¿y tú a qué te dedicas?’”
Hoy, hasta su bisabuelo, que fue el fundador del Atlético Aviación (actual Atlético de Madrid) jugaría al pádel. Alejandra se encargaría de convencerlo. “El pádel es el segundo deporte más practicado de España”, explica ella, hija de Bernardo Salazar, reputado historiador de fútbol con miles de libros publicados, espejo natural para su hija, que casi siempre fue una avanzada. Quizá por eso acaba de ser la más votada en los World Padel Awards en 2015, los Óscar de su deporte, siempre hay historias felices.
"Yo empecé a jugar con nueve años. Acompañaba a mi madre, que jugaba en el Club de Campo, y yo le decía, ‘mamá, lo que yo quiero es jugar, no ver”. A los 15 años, becada por la Federación, algo más que una promesa, la vida le daba la razón. “A esa edad, empecé a jugar en el circuito profesional paliza va, paliza viene. No ganaba ningún partido. A lo sumo, algún juego, pero para una adolescente de mi edad el hecho de viajar en esos años a Argentina, a Méjico, a Brasil, de cruzar el mundo, en definitiva, me parecía increíble”.
Hoy, camino de los 30 años, Alejandra encontró su lugar en el mundo sin necesidad de enfrentarse a los sueños de su infancia. “Gane o pierda, disfruto con lo que hago”. De ahí la felicidad que anuncia cada vez que toma el mando de esta conversación poseída por las buenas sensaciones, no hay nada más grande que eso.
“He dejado de ir a muchos cumpleaños en mi vida. Me he perdido demasiados momentos familiares. Son veinte años los que llevo jugando. Pero hoy me doy cuenta de que todo eso mereció la pena”
“He dejado de ir a muchos cumpleaños en mi vida. Me he perdido demasiados momentos familiares. Son veinte años los que llevo jugando. Pero hoy me doy cuenta de que todo eso mereció la pena”, explica Alejandra, convencida de sus golpes y de sus palabras, que no romperán con el sentido común.
“¿Qué es el éxito?”, se pregunta, incapaz de encontrar una sola respuesta. “Pero supongo que eso es la satisfacción de hacer lo que me gusta, de organizar mi propio tiempo o de vencer a las dificultades”. Quizá porque no hay vidas sin dificultades y ella, que vio como una vez su compañera le destrozaba el pómulo de un palazo (“pudo haber sido una tragedia”) o como una inflamación de su corazón la tuvo dos días en la UCI y una semana ingresada, no iba ser una excepción. “Fueron los días más duros de mi vida, porque me dijeron que si mi corazón quedaba afectado hubiera tenido que dejar de competir. Estuve mes y medio parada en los que, muerta de miedo, no me atrevía ni a pensar, era demasiado joven”.
"Los fisios no hacen magia"
Pero Alejandra volvió y, algo más, volvió para ganar, incapaz de resignarse, incapaz de olvidarse de la niña que fue y que hoy, en su cuerpo de mujer, lo refleja todo: las bondades y las cicatrices de la vida, parte del precio de estar donde está, tatuado en su manera de ser y de vivir. También en su rodilla derecha que jamás se olvidará de que “el pádel es un deporte de riesgo” desde aquel día que se rompió cruzado y menisco, sólo le faltó el lateral para romperse entera. “Desde entonces, hay ejercicios que ya no puedo hacer, dolores que casi siempre están ahí. Los fisioterapeutas me ayudan, pero no pueden hacer magia. Al día siguiente hay que levantarse, pero esa es parte de la vida que elegí. A cualquier jugador, que lleve años en esto y le pregunte, le dirá lo mismo. Siempre tenemos algo tocado que te complica pero no te va a impedir hacer lo que te gusta”.
Se ha coronado como la Maestra del último Master de pádel, al lado de su compañera Marta Marrero
En realidad, es la fuerza de esta conversación o de esta mujer, coronada como la Maestra del último Master, al lado de su compañera Marta Marrero con la que, “a pesar de que viva en Barcelona, a 600 kilómetros de distancia”, siente una química que el tiempo hará inolvidable, inseparable de un sueño que hace 20 años no parecía realista.
Hoy, Alejandra lo ha logrado sin renunciar a los estudios, licenciada en ADE (Administración y Dirección de Empresas) ni a la cultura y ni siquiera a esas maravillosas tardes con su sobrino “que me da paz y alegría”. Lo demás está dentro de ella. “Sí, porque ahora, vivo sólo del pádel, pero nunca me olvido de que no es fácil. Una cosa es que al ciudadano medio le guste jugar al pádel y otra que nosotros, los profesionales, podamos vivir del pádel . Y eso que España es la Meca de este deporte, aquí tenemos la mejor materia prima. Pero si yo misma tuviera que vivir solo de los premios de los torneos sería imposible. La fortuna es que tengo sponsors que me lo permiten”.
Una vida realista, en cualquier caso, “en la que soy yo la que limpio la casa, la que va a la compra y la que me quedan muchos años de hipoteca por delante”. Pero el futuro tampoco se presenta con las manos vacías para ella, partidaria del marketing y de la gestión deportiva. “El pádel me ha dado muchos contactos”. Quizá porque el silencio tenía razón: esto ya no es como hace veinte años.
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