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"El sueño es la liberación del espíritu de la presión de la naturaleza externa, un desprendimiento del alma de las cadenas de la materia", dijo Sigmund Freud. El individuo ha ansiado esa liberación desde el principio de los tiempos y el arte le ha permitido muchas veces conquistarla. Al fin y al cabo, ya lo dijo Shakespeare a través de su Próspero (La tempestad) “estamos hechos de la misma sustancia de la que están hechos los sueños”.
Unos cuantos siglos después John Huston le tomó prestada la frase al gran poeta inglés y la colocó en boca del detective Sam Spade (Humphrey Bogart), en ‘El halcón maltés’. Y reconquistó así el profundo sentido de la ilusión, la libertad sin límites de la imaginación. Como si quisiera cerrar un círculo entretejido de ficción, inconsciente y puro deseo, el cineasta redimió un par de decenios más tarde al padre del psicoanálisis en su película Freud, pasión secreta (1962).
Un Montgomery Clift, atormentado por el alcohol y las drogas con que intentaba olvidar el accidente que había desfigurado su rostro, interpretaba al joven Sigmund Freud, entre 1885 y 1990, cuando comenzó a elaborar su teoría y creó el psicoanálisis. Ahora, la figura del neurólogo más famoso de la historia vuelve al cine, encarnada nada menos que por otro grande, el tristemente desaparecido Bruno Ganz.
Un judío en Viena
El actor suizo interpreta en El vendedor de tabaco a Sigmund Freud en el momento en que Austria está a punto de cambiar, en la segunda mitad de los años 30, justo antes de la II Guerra Mundial, cuando los nazis empezaban a campar a sus anchas por Viena. Son los últimos años del psicoanalista relatados en la novela de Robert Seethaler The Trafikant. En esta adaptación, Ganz da vida a un hombre sabio, tanto que ha alcanzado la serenidad necesaria para admitir lo poco que sabe de la verdadera naturaleza del amor.
“¿Qué es la psique humana? ¿Cómo se forma y cómo se estructura? Freud era judío en Viena, y en 1938 Hitler la invadió. Así que fue un hombre que tuvo que luchar a distintos niveles contra una resistencia enorme. Por supuesto, era un hombre extremadamente escéptico, de lo contrario no habría profundizado en estas cosas”, declaró el actor durante el rodaje de la película, dirigida por Nikolaus Laytner.
Freud, Jung y Sabina Spielrein
Los sueños del joven protagonista, Franz, un chico que entabla una entrañable amistad con Sigmund Freud, aparecen en la película retratados desde la intuición del cineasta austriaco. “No soy un especialista en interpretación de sueños, como Sigmund Freud. Traté de inventar sueños de manera muy intuitiva. Crear una nueva relación entre las imágenes para que desencadenaran algo en la mente del espectador. Los sueños son vivencias con las que Franz no sabe qué hacer. También dice una vez a Freud que no puede imaginar que algo así crezca en su cabeza. Luego empieza a escribir sus sueños siguiendo su consejo”, ha explicado el director.
“Solo con una gran cantidad de coraje y persistencia podremos lograr dejar huella”, dice el viejo Freud al joven en esta película y pareciera que esas palabras han estado en la mente del genial canadiense David Cronenberg durante toda su vida. Tenaz, atrevido y decidido a mostrar las zonas oscuras del ser humano, el cineasta también acudió a Sigmund Freud en Un método peligroso.
A pesar de su inicial resistencia, convenció a Viggo Mortensen para que diera vida del psicoanalista en el cine, donde narraba la relación –afectiva, profundamente intelectual y de soterrada violencia- entre Freud, Carl. G. Jung (Michael Fassbender) y Sabina Spielrein (Keira Knightley). El neurólogo que aparecía en esta película era un tipo atractivo, encantador, de marcada masculinidad y con sentido del humor.
El fantasma de Freud
Otros eran los rasgos que dominaban al Sigmund Freud que interpretó muy correctamente Alan Arkin en Elemental, Dr. Freud (Herbert Ross, 1978), donde el médico vienés se convertía en ayudante excepcional de Sherlock Holmes, al que intentaba curar de su tremenda dependencia a la cocaína, que se inyectaba en una solución del 7% con agua. Adaptación de la novela The seven-per-cent solution, de Nicholas Meyer, en la que se incidía en la ambigüedad sexual del detective, el entregado Freud estaba acompañado en el filme por un plantel de estrellas, con Vanessa Redgrave, Robert Duvall, Laurence Olivier y el menos conocido pero enorme Nicol Williamson.
Sigmund Freud, una de las figuras más relevantes y populares del siglo XX, no está a la altura de cualquiera. Con Montgomery Clift, Bruno Ganz, Alan Arkin y Viggo Mortensen –todos de reconocido talento-, la lista de actores que han dado vida al padre del psicoanálisis se remata a lo grande con Sir Alec Guinness, que encarnó al fantasma de Freud en Loco de amor (Marshall Brickman, 1983). Aunque el camaleónico Guinnes estaba brillante, la película no era buena, pero es que a veces los sueños también pueden ser una trampa. John Huston lo sabía, “Hollywood siempre ha sido una jaula... una jaula para atrapar nuestros sueños”.
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