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El último adiós a Almudena Grandes: libros negros, banderas republicanas y el grito "sin memoria no hay democracia"
Los lectores rinden homenaje a la escritora durante su entierro en Madrid, al que han asistido su pareja, Luis García Montero, familiares, amigos, artistas y políticos como el presidente Pedro Sánchez y la ministra Yolanda Díaz.
Madrid-Actualizado a
Los libros negros de Tusquets en alto, vestidos de riguroso luto enrojecido por unos claveles a modo de marcapáginas de la historia.
Historia con mayúscula que Almudena Grandes quiso rescatar en sus episodios nacionales, de guerra y vacío, que ella fue llenando de perdedores y olvidados hasta que el cáncer se la llevó.
"Conocerás la verdad y la verdad te hará libre", reza una lápida del cementerio civil de Madrid, donde la escritora quiso que la enterraran, junto a los restos de Pablo Iglesias, Dolores Ibarruri o Enrique Líster.
Y su verdad fue esa, recuperar la España roja y rota, cuyos hijos y nietos ahora le dan las gracias.
"No tuvimos abuelo hasta que Almudena escribió El lector de Julio Verne", afirma Esther Estremera, nieta del Cencerro, guerrillero de la Sierra Sur de Jaén, a quien le dieron muerte el 17 de julio de 1947. "Mi madre y mi tía, también represaliadas, lo enterraron con sus manos, fuera del cementerio".
Tomás Villén rondó los márgenes de la historia y terminó en la periferia de un camposanto cristiano, igual que ahora Almudena, quien precisamente ha sido despedida por los suyos en el rincón de los heterodoxos de una necrópolis que lleva su nombre.
Cuando Esther alza su libro, está aupando a Almudena, del mismo modo que ella había resucitado a su abuelo de entre los proscritos, de entre los sin nombre.
Hasta aquí han llegado para decirle adiós sus amigos, de Miguel Ríos a Benjamín Prado, de Jesús Maraña a Pedro Almodóvar, de Víctor Manuel a Ana Belén, quien lee Por una falda de plátanos, esa niña Almudena que no da crédito cuando se entera de que la abuela Paca, "una señora decente, católica, apostólica y romana", y el abuelo Manuel, "militar de carrera", vieron bailar desnuda a Josephine Baker, lo que la lleva a pensar que "el progreso no es una línea recta" y "en qué clase de país me había tocado vivir", cuando la menor de las tres mujeres de la casa es quien más se escandaliza.
"Ahora sé que el principal reto que afronta mi generación consiste en llegar a ser tan modernos como fueron nuestros abuelos. No lo tenemos fácil", lee Ana Belén, escribió Almudena, cuyos textos han corrido de boca en boca desde las once de este soleado lunes, el homenaje de los lectores a su escritora y a su persona, pues todos destacan su calidad humana y su compromiso político.
La convocatoria corrió a cargo del periodista Ramón Lobo: llevemos y leamos sus libros, como en la despedida lisboeta a Saramago, pidió en Twitter. Y cada lector portaba una novela que era una historia, o su propia historia, como en el caso de la nieta del maquis: "Para mi familia lo significó todo, porque pasamos de no tener abuelo a…".
María Katia sujeta La madre de Frankenstein porque denuncia "el abandono y el maltrato de las mujeres en los manicomios". Antonio de Blas trae Los pacientes del doctor García como podría haber traído cualquier otro, porque "todos representan a una buena escritora y a una maravillosa persona que recuperó la memoria". José Rodríguez Ballesteros muestra la 14º edición de Las edades de Lulú, publicada solo un año después de su debut, en 1989, lo que refleja el alcance de su primer éxito literario.
"No solo encarnaba los valores de la República, sino que también luchó para que fuesen reales y efectivos", cree Ballesteros. "Primero se fue Vázquez Montalbán y ahora Almudena Grandes", quien había tomado su testigo en la contraportada de El País. "Nos han dejado solos y su pérdida es un boquete para la sociedad crítica", añade este lector, quien atenúa su lamento al pensar que ahora estará más cerca de sus Trece Rosas.
Durante el acto oficial, el actor y dramaturgo Miguel del Arco recuerda "esa misma nieve que me ha dejado en blanco, / pues todo se me olvida / si tengo que aprender a recordarte", versos de La ausencia es una forma del invierno, uno de tantos cantos de amor a su mujer escritos por Luis García Montero, en compañía de los tres hijos de la pareja y arropado por los suyos.
Abrazos del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien ha encabezado la comitiva política: Yolanda Díaz, Irene Montero, María Jesús Montero… Unai Sordo, el secretario general de CCOO, traza esta semblanza para Público: "Comprometida con la causa trabajadora, se ha ido una escritora inmensa y un referente de la literatura contemporánea, quien rescató aspectos ocultos de la resistencia y de la memoria democrática".
No podía faltar Joaquín Sabina, colchonero como ella, ni las Noches de boda con Chavela Vargas que tanto adoraba Almudena, "que el fin del mundo te pille bailando". Fueron jaleados los versos "que ser valiente no salga tan caro / que ser cobarde no valga la pena", acompañados de vivas a la República, aunque los asistentes también se arrancaron con Grândola, vila morena y no escatimaron agradecimientos a la novelista: "¡Almudena, grande para siempre!".
Ese espíritu rojiblanco daba la bienvenida en la entrada del cementerio, donde una mujer esperaba la llegada del coche fúnebre con una bandera en la que se leía "Atlético y republicano". Dentro, alguien cantó los cuatro goles ante el Cádiz y mentó al Cholo Simeone, de modo que Almudena Grandes era homenajeada por todos los flancos, desde el futbolero hasta la recuperación de la resistencia antifranquista en Episodios de una guerra interminable: "Sin memoria no hay democracia", corearon los presentes.
No extraña que también entonaran La Internacional entre lápidas que rezan "Amor, libertad, socialismo" o "Trabajo, amor y dignidad", donde algunas estrellas de cinco puntas han desplazado a las cruces, donde una bandera tricolor espanta el frío con el fervor de la sigla UHP, o sea, Uníos Hermanos Proletarios, donde los familiares despliegan los rostros de sus desaparecidos, "aquellos que todavía están en las cunetas sin que nadie pueda ponerles flores", se queja Pedro.
- ¿Usted tiene algún familiar desaparecido?
- No. Yo tengo conciencia.
Ojos enrojecidos. Silencios de aplausos. Confesiones furtivas: "Yo he venido para no estar sola y desolada", le comenta una señora a otra. "Ella me ha acompañado en estos tiempos de desolación que vivimos y he venido por ella, sí, pero también por mí".
Luis y Almudena, Almudena y Luis, también se acompañaron hasta que llegó el invierno. García Montero deposita un ramillete de páginas sobre el féretro: Completamente viernes, poemas para una amada.
Libros y puños en alto, los lectores agitan las novelas y gritan: "¡Estas son nuestras armas!".
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