Tres novelas vendidas en cuatro días: Antonio, el escritor sin caseta de la Feria del Libro de Madrid
Se hace llamar el 'escritor pelao' y ofrece sus libros autoeditados en una entrada del Retiro: "Uno, hasta cuando escribe las 'Páginas Amarillas', siempre habla sobre sí mismo".
Madrid--Actualizado a
Titubea el termómetro de Madrid, esa ciudad que no sabe ser primavera, aunque el mercurio desciende durante el fin de semana y el lunes la Feria del Libro retrasa su apertura vespertina tras activarse la alerta naranja por viento. El calor había concedido una tregua, pero el sol, inclemente, despeja este martes el paseo de Coches del Retiro y arremolina a los escasos visitantes bajo los toldos de las casetas.
La entrada al oficialmente conocido como paseo de Fernán Núñez es un yermo. Antonio González Cerezo (Madrid, 1963) llega cada jornada a mediodía, excepto el viernes, que tuvo "asuntos". Ha despachado menos libros que los que ha escrito: "Está floja la cosa: he vendido tres en cuatro días".
Cinco novelas tiene: Huestes, Las burbujas del agua al cocer, Naranjas a medias, Veinte mil leguas y A un minuto del arte, sobre la movida madrileña, que también burbujeó lejos de Malasaña, aunque pocos conocen su historia paralela.
Un libro histórico: Las mujeres y Lope de Vega.
Una biografía: Miguel. La construcción del personaje Cervantes Saavedra.
También un poemario, Llueve sobre Roma, pese a que la rima todavía está más floja que la cosa. "He escrito nueve libros y uno de poemas, pero no lo he traído porque la poesía no interesa". Se ríe. "Siempre han sido malos tiempos para la lírica: a la gente le gusta la narrativa, no sé por qué rechaza la poesía".
No se ha molestado, pues, en incluirlo en su oferta, aunque puede comprarse en Amazon. Del resto, ha imprimido varios ejemplares para vender estos días. "Si los vendo, vuelvo a pedir más".
¿Qué cuentan, Antonio? "Soy de la idea de que uno, hasta cuando escribe las Páginas Amarillas, siempre habla sobre sí mismo. Me han dado muchas hostias en la vida y las estoy devolviendo". Ahora su risa remonta hasta la carcajada.
Se entiende que su vida también se fue amarilleando, oxidada por la lignina existencial. Sin embargo, al contrario de los libros, que huyen del oxígeno y de la luz para evitar el deterioro de sus páginas, Antonio González Cerezo se aposta en la puerta de Madrid, dándole la espalda al sol impenitente y al culebreo de las casetas.
Allí, donde la calle de Alcalá cede el testigo a O'Donnell, pertrechado con un taburete plegable, un cartel con su apodo, una bolsa reutilizable de supermercado y una maleta negra, despliega sobre un plástico transparente sus publicaciones mientras observa bajo su sombrero panamá el horizonte de ladrillos neomudéjares de la Escuelas Aguirre, sede de la Casa Árabe.
¿Y eso del escritor pelao? "Al principio puse en el cartel escritor impecune, pero la gente no entendía su significado, por lo que opté por una palabra más sencilla, en tono de broma".
Pelado, tieso, sin un duro.
A lo lejos, dentro del parque, un pajarillo descalabra a un cándido insecto, se ensaña con el pico y alza el vuelo.
"Eso sí, casi siempre me piden que firme los libros".
¿Desea hacerlo en una caseta? "No sé. A mí me gustaría seguir dedicándome a la escritura y poder vivir de ello simplemente. Si eso supone meterse en una caseta, pues vale".
Luego uno se mete en una caseta y aguarda paciente la llegada de nadie mientras contempla atónito las colas kilométricas que desembocan en un best seller Mr. Wonderful. "Es injusto, pero siempre ha sido así. Si no se acepta la vida tal cual viene, mal vamos".
A él le vino con una afición por la pintura que cambió por la cinematografía, "hasta que me tocó una gorda herencia e invertí en bolsa, pero me pilló la crisis gorda". Luego, asegura, se matriculó en Historia.
Ahora, escribe novelas y trata de venderlas en Amazon, donde se ofertan tantos ejemplares autoeditados que la multinacional ha puesto un límite: tres libros al día, aun así un ritmo solo apto para autores fecundos, aunque la medida en realidad trata de restringir el contenido creado con inteligencia artificial.
Las dos de la tarde. Cierra la Feria. Apenas el trino de los pájaros y el silencio de los insectos en sus mollejas. Un paseante pasea, una ciclista pedalea, un runner ronronea, un mochilero mochilea y una turista saca la tartera.
Persianas bajadas y toldos recogidos, apenas queda el personal de seguridad y la pareja de la Policía, aunque parece improbable que alguien robe libros al por mayor a una hora que pide siesta y, más aún, que luego los lea.
Afuera sigue Antonio, que no ha vendido ningún libro. Cuando todos vuelvan, a las cinco de la tarde, él se irá como ha venido. El escritor pelao se despide y entrega su tarjeta de visita, con su correo, su cuenta de Instagram y un caballo de Troya poético: "El amor brota entre dos / por un cálculo siniestro y una ingenuidad, / dos cálculos siniestros / o dos ingenuidades".
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