madrid
La historia la escriben los vencedores y esto supuso que, hasta ahora, el relato siempre estuviese monopolizado por los hombres. Nunca se conocerán los nombres de todas aquellas mujeres que tuvieron que esconderse bajo un pseudónimo para poder publicar sus obras. "Ellas escribían con tal compromiso y valentía que lo único que les importaba era el mensaje: esto es lo que quiero dejar y trasmitir, no me importa que se vea mi nombre", asegura Alicia de la Fuente, fundadora y editora de la Editorial Espinas.
De la Fuente estudió filología y en sus años de universidad se dio cuenta que acceder a libros escritos por mujeres era una labor casi imposible. Siempre acababa optando por obras de coleccionistas o de segunda mano porque la gran mayoría estaban descatalogadas. Ahora, su proyecto editorial unipersonal nace con la idea de rescatar a todas estas literatas que en su tiempo no tuvieron la voz que sí tenían sus compañeros masculinos. "Sí había autoras, solo teníamos que buscarlas", reivindica Alicia.
"Sí había autoras, solo teníamos que buscarlas", reivindica Alicia
Ellas no estaban solas, sino que luchaban contra una sociedad estrictamente patriarcal acompañadas de sus discursos, férreos y combativos. Matilde Cherner inició, hace ahora 140 años, un debate encarnizado sobre la prostitución con un mensaje que, según Alicia, "las abolicionistas siguen empleando". Eso sí, lo hacía bajo la firma de Rafael Luna, como también lo tuvieron que hacer en su momento firmando en masculino las hermanas Brontë, Louisa May Alcott o Colette.
En su obra María Magdalena, la escritora denunciaba una falta de criticismo frente la institucionalidad de la prostitución, categorizándola como explotación clara en contra de los derechos de las mujeres. Adelantándose a la conocida La desheredada de Benito Pérez Galdós, ella fue la primera persona que criticó en el Estado español el carácter institucional de la prostitución y la mercantilización del cuerpo de la mujer.
Bajo la sombra de sus maridos
Las que no vivieron bajo un pseudónimo masculino, lo hicieron cargando con la sombra de sus maridos a sus espaldas. Este es el caso de Ana Dostoievskaia, protagonista de unas memorias puras y sencillas atravesadas por la inquebrantable figura del autor de Crimen y castigo. Una biografía íntima que sale a la luz gracias al manuscrito que Ana dejó en Dostoievski, mi marido.
Lo mismo le sucedió a Eva Canel, valiente y audaz escritora de Oremus, cuya obra abordó sin tapujos conflictos sociales de mediados del siglo XIX como el adulterio, las relaciones incestuosas, la hipocresía o la religión. Esta obra es "una respuesta a La Regenta de Clarín, machista consolidado y considerado uno de los mejores autores de España en la que dice: yo también tengo este nivel", explica la editora.
Canel recibió críticas fervientes que aseguraban que sus libros estaban "tan bien escritos" que era imposible que fuesen de una mujer, otorgándole a su marido la autoría total de sus obras. Una historia que también vivió Mary Shelley, autora de Frankenstein, cuya autoría, en un principio anónima, se vinculó con el nombre de su esposo Percy Shelley. "Cuanto más decían que los escritos no eran míos, más pruebas daba de que no había ningún hombre que me superase en valentía moral", escribió Canell.
Preparadas e inteligentes
"Cuanto más decían que los escritos no eran míos, más pruebas daba de que no había ningún hombre que me superase en valentía moral", escribió Canell
Aquellas que tenían el privilegio de poder escribir "eran mujeres muy preparadas o muy inteligentes" que, según de la Fuente, a pesar de ello "ni se les permitía ni se atrevían" a firmar con su propio nombre. Cuando un hombre recibía una crítica a sus obras eran por el propio contenido de las páginas, pero cuando escribía una mujer "toda la atención se centraba en que eran mujeres y no en los temas que trataban", explica la fundadora de Espinas.
En su entrevista con Público, de la Fuente recuerda la obra de la feminista radical estadounidense Joanna Russ Cómo acabar con la escritura de las mujeres. Un escrito que ejemplifica cómo se le impidió a lo largo de la historia a las mujeres producir obras escritas, firmarlas, cómo se les ha arrebatado el crédito de todas sus producciones intelectuales y de la forma en las que se las ha despreciado y minimizado.
Es por ello que Alicia denuncia situaciones como las derivadas de la polémica de Carmen Mola. Desde su perspectiva cuando tres hombres publican bajo un nombre femenino se están burlando directamente de todas aquellas mujeres que históricamente tuvieron que escribir bajo un pseudónimo masculino para poder dar voz a sus obras. "Esta editorial va a rescatarlas. Seguirán existiendo mientras las leamos", asegura Espinas.
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