Este artículo se publicó hace 3 años.
En tiempos de locura homicida
'Salvaje', con Russell Crowe desatado, matando a diestro y siniestro, insiste en el 'síndrome de Amok' en el cine, aunque no se acerca ni de lejos a grandes películas de la historia que exploran la furia asesina provocada por la soledad, la humillación y la frustración.
Madrid-
Entre los malayos, la palabra 'amok' describe un ataque de locura homicida. En 1972, el psiquiatra estadounidense Joseph Westermeyer bautizó las repentinas, espontáneas y violentas explosiones de furia salvaje como 'síndrome de Amok'. Es un síntoma cultural, dicen los expertos. Un cuadro clínico que deriva de la frustración, la humillación, el agotamiento, la soledad, la depresión que sufren o sienten algunos individuos. El cine y la literatura han dejado un rastro de muertos a sus espaldas exprimiendo esta enfermedad y convirtiéndola en detonante de algunas magníficas (en la ficción) masacres, también de algunas matanzas chistosas y ocurrentes, y de demasiadas escabechinas extremadamente violentas, desagradables y sin sentido.
"Creo que no entiendes lo que es tener un mal día, pero lo vas a saber". Al hombre de Salvaje, un Russell Crowe convertido en un depredador cruel y feroz, le diagnosticarían seguramente síndrome de Amok. Recién divorciado, ha salido perdiendo económicamente en los trámites de separación, se siente solo, está cansado y cabreado. El claxon insistente de una mujer que lleva a su hijo al colegio ha colmado su paciencia. Empieza a correr la sangre.
Dirigida y escrita por el cineasta alemán Derrick Borte y con Caren Pistorius como coprotagonista, la película se parece demasiado a Un día de furia, pero más bestia. Crowe da miedo, sí, pero es pura fuerza bruta, no hay en él ni en esta historia nada de la desolación, el hastío, la verdadera decepción social que sentía Bill Foster, estupendo Michael Douglas, en la película de Joel Schumacher, que reflejaba el desaliento colectivo de los primeros años noventa en EE.UU. "¿Desequilibrados? ¿quieres ver desequilibrados? Date una vuelta por esta ciudad".
Hace solo unos días, en unos cines madrileños, una mujer se lio a patadas contra la pared de la taquilla. No podía parar, estaba descargando, probablemente, el miedo contenido y la angustia de los meses de pandemia. ¿Qué había hablado con la persona que estaba al otro lado del cristal? No es importante. La pregunta más pueril puede desviarse hacia la fatalidad.
"¿Me da una Mirinda?" Y después de bebérsela y cruzar tres frases con el camarero comienza la sangría. "No me entiende, es que no me entiende... Siempre la misma historia". Que el camarero le pidiera 120 pesetas, cuando él no le había preguntado si le 'vendía' la Mirinda, desata una explosión de ira salvaje, criminal y unos minutos después medio bar está plagado de cadáveres. Álex Angulo se transformaba en segundos en una fiera en el debut de Álex de la Iglesia Mirindas asesinas.
Al asesino de aquel bar en blanco y negro había que adivinarle un pasado, unas circunstancias que estaban más claras que el agua en el caso de Carrie (Sissy Spacek, impresionante), esa adolescente torturada por su madre, el bicho raro del instituto que, bañada con la sangre de cerdo que dos de sus compañeros habían preparado para ella, se liberaba de las vejaciones de tantos años matando a los bromistas y asesinando a su madre. Y, sin embargo, Brian de Palma se cortó bastante en esta adaptación de la novela de Stephen King. En el libro tras la explosión del colegio, el autor hacía que Carrie desatara el caos en el pueblo, se cargara a muchos de sus habitantes y provocara la caída de los cables de alta tensión y con ello abrasara a unos cuantos vecinos. "Fue terrible, se rieron de mí".
Carcajadas ruines de adolescentes idiotas y acosadores que no se parecían ni de lejos a la risa demente y patética de Joaquín Phoenix en Joker. Apaleado, deprimido, solo y enfermo, este tipo confesaba una realidad tristísima, "no he sido feliz ni un minuto en toda mi puta vida". El desprecio y la humillación también hacían explotar su ira homicida. Una cólera animal contra una sociedad que abandona a los oprimidos y a los enfermos mentales. "Soy yo, ¿o el mundo se está volviendo cada día más loco?"
Idéntico pensamiento rondaba por la cabeza rapada de Travis Bickle, asqueado del mundo sórdido en el que vivía. Scorsese y De Niro se despachaban a gusto con todo lo que les olía mal de esta sociedad que prostituye a niñas, que envía a sus hombres a las guerras... Taxi Driver, una de las mejores y más oscuras y trágicas películas de la historia del cine, retrataba además la dolorosa soledad de un tipo que no era, desde luego, ejemplo de tolerancia. "Por la noche salen bichos de todas clases: furcias, macarras, maleantes, maricas, lesbianas, drogadictos, traficantes de droga... tipos raros. Algún día llegará una verdadera lluvia que limpiará las calles de esta escoria".
Y ese día llegaba. Lo mismo que el momento en que Will Munny, un temido forajido que ahora se deja la piel en su granja de cerdos para alimentar a sus dos hijos, ve cómo Little Bill Daggett –Genne Hackman en su versión más perversa– coloca el cadáver de Ned Logan (Morgan Freeman) a la vista de todos. El abuso y violencia contra las prostitutas de Big Whiskey (Wyoming) había cabreado mucho al pistolero, pero lo de su amigo no tiene perdón. Ha llegado la hora de la furia. "Ahora voy a salir. Si veo a algún cabrón ahí fuera, le mataré, y si a algún cabrón se le ocurre dispararme, no sólo le mataré a él, sino que mataré a su mujer, a todos sus amigos y quemaré su maldita casa. ¿Me habéis oído? Deberíais enterrar a Ned como dios manda. Y como alguno de vosotros vuelva a maltratar a otra puta, volveré aquí y os mataré a todos, malditos hijos de perra".
Y, finalmente, un síndrome de Amok recurrente es el que padece Bruce Banner, un mutante que se transforma en una bestia colosal si le provocan. Sus arranques de ira son monstruosos. Cuando Ang Lee estrenó su película en 2003 dio, por supuesto, en el clavo cuando dijo: "Siento que todos tenemos un Hulk adentro y cada uno de nuestros Hulks es aterrador y, potencialmente, placentero. Eso es lo más aterrador de ellos". En este mundo en el que unos pocos acaparan demasiado y abusan de centenares de millones de seres humanos, provocando hambre, enfermedad, injusticia, dolor y muerte, todos podemos tener un mal día, el peor día. Al fin y al cabo, "¡Hulk solo quiere que lo dejan en paz!"
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