Este artículo se publicó hace 14 años.
Un terapeuta argentino llamado corralito
Marcelo Piñeyro disecciona a las élites de su país en 'Las viudas de los jueves'
Inicio del curso escolar de 1996 en la provincia de Salta. El presidente Carlos Menem (1899-1999) asegura a un grupo de estupefactos escolares que la suerte del empobrecido norte del país está a punto de cambiar gracias a la instalación de una base de vuelos estratosféricos. "Esas naves espaciales van a remontar la estratosfera" para "estar en una hora y media en Japón, Corea o cualquier otra parte".
Ahora sabemos que Carlitos Menem, figura carismática del desmadre neoliberal, no tenía los pies en la tierra y vivía fuera de la realidad; síndrome que afecta también a los personajes de Las viudas de los jueves, vecinos de una urbanización blindada de lujo de Buenos Aires cuyas relaciones comienzan a deteriorarse coincidiendo con el crack argentino de 2001. "No es una película sobre la crisis, aunque esta actúa de detonante para que salgan a la luz todo tipo de conflictos personales", explica el cineasta Marcelo Piñeyro (Buenos Aires, 1953) sobre su filme, que se estrena el viernes en nuestras pantallas.
Verdades como puñosEl líder de esta comunidad de élite se llama Tano (interpretado por Pablo Echarri, al que acompañan Ernesto Alterio, Leonardo Sbaraglia y Juan Diego Botto). Piñeyro lo describe de un plumazo. "Es un personaje típico de esa época. Un hombre crecido en un barrio de clase media-baja que hizo fortuna de golpe y se obsesionó con ser el número 1 y tener el carro y la piscina más grandes", cuenta. No obstante, puede que Tano sea el más ambicioso del vecindario, pero no el más inmoral. "Aunque a algunos les parezca un comentario fuera de lugar, Tano tiene toda la razón del mundo cuando espeta al resto que no es el único que va a pagar un precio por su forma de vida. Puede que sea la única verdad de toda la película, porque todos mienten todo el rato", cuenta el autor de El método (2005) y Plata quemada (2000).
Y mientras los adultos se despellejan entre ellos, los chavales hacen la guerra por su cuenta. "Los adolescentes del filme no son el prototipo que uno espera encontrarse en una urbanización así. Son más freaks y casi podría decirse que viven excluidos".
Un problema que no parece haber sufrido la clase alta argentina tras el trauma del corralito. ¿Ha cambiado el modo de pensar de los ricos desde entonces? "No. ¡Es como si no hubiera pasado absolutamente nada!", exclama Piñeyro, al que se le escapa la risa floja cuando piensa en ello. Al mal tiempo, buena cara.
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