Este artículo se publicó hace 7 años.
Peaky BlindersEstos son los verdaderos Peaky Blinders
La serie de la BBC ha puesto de moda a los pandilleros de Birmingham. Aquí descubrimos quiénes fueron en realidad.
Madrid--Actualizado a
Si usted tiene información sobre Randal Hargrave y Walter Gudgeon, póngase en contacto con el Ayuntamiento de Middlesbrough. Ambos delincuentes integraban los Peaky Blinders de la antaño próspera ciudad industrial del norte de Inglaterra, conocidos por sus robos en viviendas de Leeds y alrededores durante los años veinte. Sus fotos policiales ilustran el catálogo de los bajos fondos del histórico condado de Yorkshire, trufado de carteristas, asesinos y hasta criminales que extendieron su radio de acción a la Francia de la Primera Guerra Mundial.
El singular Se busca ha partido de Tosh Warwick, historiador de la Universidad de Leeds Beckett, cuya intención es enriquecer los Archivos Teesside y descubrir la historia que se esconde detrás de los protagonistas del hampa local. Una ardua labor en manos de sus descendientes, que difícilmente reconocerán que su abuelo fue un pervertido o un ladrón, aunque entre las fichas policiales se encuentran dos pioneros de la aeronáutica: los soldados rasos J. Horne y C.P. Brookes, quienes podrían haber sido las primeras personas que intentaron robar un avión tras aburrirse de mangar coches. Quizás en este caso haya más suerte.
La irrupción de estos personajes en la prensa británica, casi un siglo después de haber aparecido por primera vez en diarios como el Yorkshire Post, viene acompañada de otras noticias relacionadas con las pandillas que dominaban las calles de la Inglaterra fabril a finales del siglo XIX y principios del XX. La vieja comisaría de Steelhouse Lane, ubicada en un edificio victoriano de Birmingham, es hoy un museo que no sólo publicita los logros de sus agentes, sino también las fechorías de los delincuentes. Los visitantes pueden pasearse por sus celdas y recorrer el túnel que conducía a los detenidos hasta el juzgado, así como ver los grilletes que mantenían a raya a los Peaky Blinders.
La serie homónima de la BBC, estrenada en 2013 y con tres temporadas a sus espaldas, ha puesto de moda lo canallesco en el Reino Unido. Las ciudades del norte reivindican a sus gánsteres, si bien la denominación que recibió la banda de Birmingham se ha convertido en un genérico para definir a los pandilleros de la época. Su nombre está sujeto a interpretaciones, en las que la leyenda se confunde con la realidad. Peaky aludiría a las gorras con visera que usaban sus miembros y Blinders (del verbo cegar) al efecto del empleo del sombrero como arma. Supuestamente, las viseras escondían unas cuchillas de afeitar con las que rajaban la cara de sus oponentes, cegados por la sangre derramada.
Una traducción libérrima —y desafortunada desde el intento mismo de expresar en castellano un término intraducible literalmente— podría ser Los cegadores con visera o La pandilla que cegaba a la peña con viseras cortantes. En fin, quedémonos con Peaky Blinders y olvidémonos de su significado, pues su origen no está claro ni tampoco hay pruebas de que las bandas de delincuentes esgrimiesen durante sus enfrentamientos gorras de afeitar. Es más, todo podría ser obra de la imaginación de John Douglas, autor de la novela A Walk Down Summer Lane (Methuen, 1977), que hace alusión al uso de las cuchillas en el periodo de entreguerras. No obstante, quizás la explicación más simple sea que un gorrazo —o un cabezazo con gorra— te puede dejar ciego por unos segundos. O que la visera o el flequillo de los rufianes les tapaba un ojo, como sostienen algunas fuentes.
[La sangre gitana de los Peaky Blinders]
No es lo único que chirría en la serie, pero antes vayamos con el argumento: Tommy Shelby regresa de la Gran Guerra y lidera a una familia de gánsteres de poca monta que regenta un local de apuestas en Birmingham. El ambicioso maleante, interpretado por Cillian Murphy —el lisérgico Espantapájaros de la saga Batman—, no duda en emplear la fuerza para expandir su área de influencia, aunque tendrá que enfrentarse a un implacable inspector de policía recién llegado de Belfast con el objetivo de limpiar las calles de indeseables.
En realidad, la banda de Shelby —que no se llamaba así y cuyo personaje bebe de otras figuras históricas— actuó en la última década del siglo XIX y en la primera del XX. Tras el ocaso de los verdaderos Peaky Blinders, fue el turno de los temidos Birmingham Boys —también conocidos como los Brummagem Boys—, cuyas fechorías se corresponden en el tiempo con las de la ficción televisiva, que se desarrolla en los años veinte.
Y antes de los Peaky Blinders estaban los Sloggers, o sea, los Luchadores o Combatientes. Otro genérico que deriva de los primigenios Cheapside Sloggers, que hace referencia a la calle que dominaban. En el caso de los Peaky Blinders, controlaban la calle Adderley y, por extensión, los barrios de Bordesley y Small Heath, suburbios pobres y obreros de la grisácea Birmingham. Sus miembros, algunos jovencísimos, fueron arrestados por hurtar bicicletas y robar tiendas, pero también pudieron estar involucrados en el negocio de las apuestas ilegales, así como en la extorsión y el chantaje.
Algunos eran unos broncas y pegaban palizas a los incautos que se atrevían a pedir una cerveza de jengibre en el pub. En 1890, Thomas Mucklow mandó tres semanas al hospital a George Eastwood por esa razón. Fue condenado a nueve meses de trabajos forzados por romperle la crisma y por calentar a sus secuaces para que se ensañasen con la víctima. Días después de la agresión, un periódico local publicaba la carta de un lector que afirmaba que el “asalto homicida” había sido obra de los “Peaky Blinders de Small Heath”. Era la primera vez que la prensa registraba las fechorías de una banda llamada así, aunque obviamente ya habían cometido otros delitos atribuidos a delincuentes concretos.
El historiador Carl Chinn cree que, más que una poderosa mafia, los Peaky Blinders podrían ser varias pandillas callejeras que se unían cuando la ocasión lo requería, sobre todo para actuar fuera de Birmingham. Atraído por el pasado de su familia, empezó a investigar sobre ellos en los años ochenta. Si bien sabía que su padre y su abuelo habían sido corredores de apuestas ilegales en el barrio marginal de Sparkbrook, terminó descubriendo que su bisabuelo había sido un miembro de la banda. Se llamaba Edward Derrick y era un animal de bellota que pegaba a su mujer, una costumbre extensible a sus compañeros rufianes.
El líder en la ficción, Tommy Shelby, podría inspirarse en Billy Kimber, el gánster más poderoso de Inglaterra. Curiosamente, este personaje aparece en la serie como un rival que controla las carreras de caballos que los Peaky Blinders televisivos tratan de amañar. Líder de los Birmingham Boys, Kimber dominó las apuestas en las Midlands y en el norte del país, aunque sus tentáculos llegaron a Londres, donde montó una sucursal. Sin embargo, Shelby fue un héroe de la Gran Guerra, de la que regresó traumatizado, mientras que Kimber desertó durante la contienda, según el citado historiador. Algunas de sus características, ha declarado Chinn al Birmingham Mail, son compartidas por ambos: su inteligencia, su habilidad en la lucha, su “personalidad magnética” y su astucia para tejer alianzas.
Nada que se parezca, aparentemente, a los tres jovenzuelos de la foto superior, que forma parte de la mayor muestra de fichas policiales de Inglaterra. Comisariada por el historiador David Cross, puede verse en el Museo de la Policía de West Midlands, en Sparkhill. Allí figuran los nombres de Henry Fowler, Ernest Bayles y Stephen McHickie, quienes junto a sus compinches sembraron de terror su ciudad. La prensa de la época habla de algaradas en las calles, de ventanas de casas particulares apedreadas, de enfrentamientos contra la policía y de peleas entre bandas, en las que usaban piedras, ladrillos, palos, martillos, las hebillas de sus cinturones y cualquier objeto contundente que tuviesen a mano.
Brutos, sí, pero con mucho estilo. Vestían chaquetas con botones de latón, pantalones acampanados, gorras ladeadas, corbatas ajustadas, pañuelos de seda en sus cuellos y botas con puntera de acero. Las mujeres, por su parte, destacaban por los flequillos que les tapaban la frente, por los fulares llamativos alrededor del cuello y por el derroche de perlas.
Licencias artísticas al margen, la serie trasciende el modus operandi de los delincuentes, pues sobre ella planea la sombra del anarquismo, el comunismo y el IRA. También las míseras condiciones de vida y trabajo de la clase obrera, porque la producción de la BBC —más allá de los oropeles que se gastan los mafiosos de Boardwalk Empire— supone un retrato social de los bajos fondos durante la Inglaterra industrial del primer cuarto del siglo XX.
No se queden, pues, sólo con las cuchillas, aunque éstas hayan puesto de moda a los Peaky Blinders y, de paso, Birmingham, donde actualmente se organizan visitas guiadas para conocer los rincones por los que se movían los pandilleros. Ahora bien, tampoco se fíen de los escenarios: la mayor parte de los exteriores fueron rodados en Manchester, Leeds, Bradford y, sobre todo, en Liverpool.
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