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El de hoy es un día triste para el mundo de las series. Ha llegado el momento del estreno en Netflix del episodio epílogo con el que las hermanas Wachowski, Lana y Lilly, y J. Michael Straczynki han podido, gracias a una resurrección avivada en redes sociales, darle a su serie un final cerrado, satisfactorio y de acción desbordante. Dejarla como pretendía la compañía americana tras cancelarla por sorpresa después de su segunda temporada no habría sido justo -presupuestos y audiencias a un lado- para una de las ficciones más representativa y diversa cultural y sexualmente hablando que ha habido en el panorama televisivo. En su corta trayectoria ha dado lecciones de cómo no juzgar a los demás, de vivir y dejar vivir, de empatía y de hermandad más allá de los lazos sanguíneos. Pero es que, además de todo ese significado social con el que carga Sense8, esta es una serie tremendamente divertida y alocada por momentos con unos personajes que se liberan y construyen con el paso de los capítulos.
Crearon un universo muy parecido al real en el que la diferencia la marca la existencia de un salto evolutivo en la raza humana personificado en los llamados homo sensorium
Estrenada en junio de 2015, ha sido un fenómeno en redes sociales y entre los seriéfilos desde su lanzamiento. Descrita por la vicepresidenta de contenido original de Netflix, Cindy Holland, como “arriesgada, emotiva, maravillosa, valiente y directamente inolvidable”, la última locura de las hermanas Wachowski irrumpió en el panorama de la ficción seriada cargada de frescura, acción y personajes icónicos casi desde su escena de presentación. Su mejor y más sólida historia desde la primera entrega de Matrix. Con la participación de Michael Straczynki (Babylon 5), los tres crearon un universo muy parecido al real en el que la diferencia la marca la existencia de un salto evolutivo en la raza humana personificado en los llamados homo sensorium.
Como diferentes que son, viven en las sombras, ocultan su verdadero yo y son perseguidos por una organización malvada y secreta llamada SCB en la que fuerzas capitaneadas por un misterioso ‘villano’ intenta erradicarlos con la ayuda de sus propios congéneres. La habilidad especial de estos homo sensorium es la de poder compartir sentimientos, emociones, pensamientos y habilidades con los miembros de su propio clan. Ahí es donde entran en juego los ocho protagonistas Will (Brian J. Smith), Capheus (Aml Ameen), Lito (Miguel Ángel Silvestre), Wolfgang (Max Riemelt), Riley (Tuppence Middleton), Sun (Bae Doona), Nomi (Jamie Clayton) y Kala (Tina Desai). Ocho desconocidos repartidos por todo el planeta conectados entre sí que son capaces de visitarse unos a otros de manera no física, como si se proyectasen astralmente. Quien haya visto la serie lo entenderá perfectamente.
'Sense8' parte de la idea del miedo a lo desconocido y la persecución de lo diferente
Sense8 parte de la idea del miedo a lo desconocido y la persecución de lo diferente que tantas otras historias han contado antes, tanto de ficción como, desgraciadamente, sucedidas en la vida real. La diferencia, la frescura que aportaba en 2015 esta apuesta de Netflix, es el catálogo de personajes que abría de par en par la puerta a la diversidad en su sentido más amplio. Sin juicios, sin explicaciones innecesarias, sin prejuicios y desde la empatía. Porque si algo enseña Sense8 es que todo sería mejor si el ser humano empatizase más y no se juzgase al vecino. Procedentes de lugares tan distantes en el mapa como Estados Unidos, India, Kenia, Corea del Sur, Islandia, México y Alemania, los componentes del clan al que da a luz Angelina (Daryl Hannah) resultan de lo más heterogéneo también en lo profesional, racial y sexual. Ninguno de estos aspectos les define por sí solo.
En 'Sense8' también hay sapiens empáticos y comprensivos que enriquecen el vasto universo creado para la serie
Nomi no es solo transexual. Como Lito no es solo gay. Ni Sun asiática, Kala india o Capheus africano. Como tampoco Will es solo un agente de policía, Wolf un criminal o Riley una DJ nórdica. Son lo que son en su forma más compleja y completa. La suma de todo lo que les hace únicos, especiales. Ante todo, personas, personajes de gran profundidad y una familia en su conjunto que se extiende más allá de sus iguales. Porque en Sense8 también hay sapiens empáticos y comprensivos que enriquecen el vasto universo creado para la serie. La relación de Lito con Hernando (Alfonso Herrera) y la de Nomi con Amanita (Freema Agyeman) se despliegan como auténticos manuales de aprendizaje de lo que es (o debería ser) el amor incondicional que lucha contra todo y todos por salir adelante, aunque cueste. Los ‘acompañantes’ en la aventura de sobrevivir de los ‘sensates’ ejercen como parte importante de la historia que sus creadores intentan contar y tan protagonistas como aquellos a quienes ayudan en su huida del implacable y sádico Whispers (Terrence Mann).
Llegó, se vio y venció
El clamor popular por la cancelación de Sense8 a principios de junio del pasado año concluyó con su resurrección a finales de ese mismo mes, coincidiendo todo en fechas con la celebración del Orgullo. Para justificar su primera decisión Ted Sarandos, director de contenido de Netflix, argumentó que “si pones todo tu dinero en algo que ven pocas personas, al final no tendrás nada que la gente pueda ver”. Y eso hicieron, echar el cierre sin darle siquiera un final mientras otros títulos de dudosa calidad seguían adelante en su catálogo sumando temporadas.
Fuese por la presión de los fans o porque en realidad era una posibilidad que siempre estuvo sobre la mesa, al final desde Netflix decidieron hacer justicia con Sense8 y su valor como serie dejando a sus creadores que la despidiesen como se merecían ellos, los protagonistas y los espectadores. Eso sí, nada de una nueva tanda de capítulos. Se les iba de presupuesto. Un episodio final de dos horas que al final han sido dos horas y media pero que podría haber durado algo más sin ningún problema de ritmo.
En 'Amor Vincit Omnia', como se titula este epílogo, Lana Wachowski dirige una historia de pura acción y emoción en la que cada personaje tiene su gran momento
En Amor Vincit Omnia, como se titula este epílogo, Lana Wachowski dirige una historia de pura acción y emoción en la que cada personaje tiene su gran momento, su escena con mayúsculas y su merecido adiós ante las cámaras. 120 minutos de ritmo vertiginoso y tramas que cerrar que dan algunas pinceladas de un universo que siempre fue mucho más amplio y que se quedará sin poder ampliar. Explosiones, persecuciones, tiroteos, peleas, huidas contrarreloj, París, Nápoles… Y como colofón, otros 30 minutos de pura emotividad que harán saltar más de una lágrima.
En su final, Sense8 no se ha privado de nada y se mantiene fiel a ese sello personal que la ha hecho tan especial. Su epílogo está dedicado, no podía ser de otra forma, a sus seguidores, a los que no defraudará. Hasta tiene sus momentos musicales -no, no suena de nuevo What’s Going On- y sus orgías desatadas. Se va como vino, como un icono cargado de significado y trascendencia y entreteniendo de principio a fin. Porque lo trascendente y lo divertido no tienen porque colocarse en extremos opuestos.
Sense8 dice adiós en alto y aclarando qué pasa con Wolf tras ese final de hace un año que dejó en vilo a quienes lo sufrieron. Aunque, también es cierto, se deja algunos cabos sueltos que demuestran que esta serie daba para mucho más, como suele ocurrir con las historias de las Wachowski. Ambas poseen una visión muy especial a la hora de contar historias en las que el espectáculo visual y la acción son de suma importancia sin olvidarse del mensaje que quieren transmitir. Esa conexión del ser humano con su entorno y con quienes les rodean que es tema recurrente en sus proyectos. Desde ese Neo (Keanu Reeves) anodino y desarraigado en un mundo lleno de grises y oficinas tristes que encuentra en un grupo de hackers que visten de cuero y con gafas de sol una nueva familia a esa Cenicienta moderna que pasa de limpiar retretes a princesa espacial.
En el fondo, los protagonistas de Matrix y Jupiter Ascending no son tan distintos de los chicos de Sense8 como tampoco lo eran, a su manera, algunos de los de aquella compleja El atlas de las nubes. A las Wachowski les atraen los ‘outsiders’, porque ellas también viven ahí, al margen de las etiquetas, fuera de las fronteras de la ‘norma’, siendo juzgadas y en lucha continua por la búsqueda de su propia identidad. Tal y como hacen los ‘sensates’, que se marchan dejando atrás un legado, 23 episodios, 16 ciudades, 13 países y más de una decena de personajes memorables.
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