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Actualizado:Las revoluciones, explicó Marx en su día, son las locomotoras de la historia. Imagen ferroviaria que un expeditivo Lenin no tardó en recoger —y desarrollar— llegado el momento: «Pon la locomotora a toda máquina», anotaba en sus cuadernos a apenas unas semanas de aquel octubre que se hizo épico, «y mantenla sobre los raíles», añadía. La revolución como posibilidad emergió en un país que no estaba en las quinielas marxistas —el filósofo apuntaba a países tecnológicamente más avanzados como Francia, Inglaterra y Alemania—, un territorio inmenso con cientos de nacionalidades que borró del mapa un régimen autocrático que se remontaba a la edad media.
“El año 1917 fue una epopeya: una concatenación de aventuras, esperanzas, traiciones, coincidencias improbables, guerra e intrigas; una sucesión de valentía y cobardía, de estupidez, farsas, proezas, tragedia, ambiciones y cambios que marcan época; luces deslumbrantes, acero, sombras, raíles y trenes”, enumera en Octubre. La historia de la Revolución rusa (Akal) el autor inglés China Miéville. No es para menos, lo que se planteó aquellas semanas era una ruptura de plano con el orden social existente, un antes y después civilizatorio que todavía reverbera.
Ahora bien, qué es en concreto aquello que todavía centellea o tiene visos de hacerlo. Cuál de aquellas contradicciones que tuvieron que afrontar los protagonistas de la revolución de Octubre permiten entender y afrontar los cambios políticos por venir. Según el sociólogo y escritor Jorge Moruno, “los bolcheviques nos enseñaron la capacidad política contra lo impensable, como también los escollos y peligros sin resolver a los que se enfrenta todo cambio político. Lenin expresa que lo importante pasa por hacerse eco y aprender de esa corriente subterránea y deseo de libertad que recorre la historia de la humanidad en lugar de conformarse en aprender verdades de memoria”.
Como explica Miéville en su libro, si el relato de la primera revolución socialista de la historia merece celebrarse, no es por nostalgia. La posibilidad de cambiarlo todo de arriba abajo quedó en el imaginario desde entonces. También el miedo. El miedo a un proceso en el que se consolidaran y extendieran las concesiones sociales, las mismas que comenzaron a menguar conforme fue desapareciendo el miedo al comunismo. La revolución de Octubre es, en ese sentido, un hito que contrarrestó mientras pudo las ínfulas desmedidas de otra revolución, la neoliberal. Fue así como la utopía comenzó a privatizarse, y de ahí al olvido hay tan solo un paso.
“La verdad es que más allá de las retóricas y las correspondientes celebraciones y efemérides tengo la impresión de que la Revolución Soviética se ha convertido en una herencia no deseada, una de esas herencias que en función de los impuestos que se exigen a los herederos como pago todos deciden rechazar”, explica a Público el editor Constantino Bértolo. La profusión de enmiendas —el autoritarismo militarista, el partido único, la creación de la cheka, las purgas…— que desde el discurso hegemónico se han ido vertiendo sobre el legado de aquel episodio no ha cesado desde que triunfara la revolución. “Fue punto de partida para una esperanza compartida, pero también supuso un punto de arranque para ese recio y bien pagado anticomunismo que llega hasta nuestros días”.
El fantasma recorría Europa y las lecturas que se hicieron en clave de Guerra Fría no dejaban espacio a la duda; cualquier modelo alternativo al capitalismo resultaba inviable. La revisión, pasado el tiempo y crisis de valores mediante, se ha vuelto algo más reflexiva y compleja, pese a que hay cosas que nunca mueren: “El anticomunismo creo que es el legado que sobrevive más claramente. Y acaso el aviso para explotados de que sin voluntad de hacer la revolución no hay revolución posible ni sujeto revolucionario ni comadrona que ayude a su parto”, zanja Bértolo.
La revolución rusa toma las librerías
La gran “sacudida” en ilustraciones
Diez días que sacudieron el mundo. John Reed. Ilustrado por Fernando Vicente y traducido por Íñigo Jáuregui. (Nórdica y Capitán Swing)
Fernando Vicente pone imágenes al gran clásico de John Reed sobre la revolución rusa, obra clave de quien fue testigo de excepción de unos acontecimientos que cambiaron el rumbo de la historia. Un relato periodístico que marcó época y que sirvió de primeva aproximación a la revolución por parte de los estudiantes rusos. El trazo personalísimo de Fernando Vicente llena de color y juega con técnicas y estilos que remiten irremediablemente a la cartelería de la época, Ródchenko, Malevitch y los retratos de Popova.
Comunismo y computadoras
Ciber-comunismo. Planificación económica, computadoras y democracia. Paul Cockshott y Maxi Nieto (Trotta)
La paradoja está servida. Combinen un desarrollo científico-técnico desaforado con la tendencia entrópica a la desigualdad social y ya lo tienen. Una realidad mundial contradictoria que, como avanzaba Marx, responde a una determinada forma de organización social de la actividad económica. ¿Qué puede hacer la tecnología al respecto? Ciber-comunismo aporta luz sobre las posibilidades del socialismo y la planificación de la economía en un ecosistema hipertecnologizado.
La revolución como posibilidad
Octubre. La historia de la revolución rusa. China Miéville (Akal)
Es tiempo de interrogar a la revolución. El escritor inglés de literatura fantástica China Miéville le inquiere desde las entrañas, sumergiéndose en los detalles de aquellos meses que lo cambiaron todo. Para ello traza un vasto mosaico que va desde las avenidas y calles de San Petersburgo y Moscú hasta las más remotas aldeas de un imperio inabarcable. Todo para entretejer un relato humano de lo que fue y supuso. Como escribe el autor en su epílogo, “el estandarte de Octubre declara que las cosas cambiaron una vez, y pueden volver a hacerlo”.
Marx para principiantes
Karl Marx. Llamando a las puertas de la Revolución. Antología. Edición de Constantino Bértolo (Penguin Clásicos)
Que el epígrafe no lleve a engaño. Bértolo nos presenta un Marx accesible pero sin restarle profundidad. Sus más de novecientas páginas, repasan con exhaustividad la obra, ideas y propuestas del alemán como instrumento de defensa y lucha ideológica. “Leer a Marx es una experiencia vital, subjetiva y política en la que el tiempo histórico que está teniendo lugar en el momento de la lectura, debe intervenir en esa lectura, confrontando situaciones, preguntas y respuestas”, explica el editor. La cara más combativa del filósofo para todos los públicos.
Vía libre a la revolución
El tren de Lenin. Catherine Merridale (Crítica)
Un viaje que lo cambió todo. La escritora e historiadora Catherine Merridale descubre al lector la historia de la Revolución rusa a través del viaje de uno de sus grandes protagonistas en más de trescientas páginas que incluyen imágenes y mapas. Con un enfoque original, la autora relata la llegada de Lenin hasta Petrogrado y el camino que siguió hasta ver cumplido su propósito de dar un nuevo rumbo a la revolución.
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