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Los realities nacen y se hacen

La fórmula de oro para enriquecerse con anónimos exige grandes despliegues técnicos y humanos

SORCHY DOMINGO

El mundo del reality, ese género televisivo con el que todos nos hemos acostumbrado a vivir forzosamente, esa especie de jaula de grillos hormonada, sigue, diez años después, triunfado en determinadas cadenas de televisión que han encontrado la fórmula de oro para enriquecerse con anónimos o famosos de cuarta fila.

Pero, ¿cómo se gesta un programa como Gran Hermano, Supervivientes o Supermodelo? Pues muy sencillo, primero con un gran equipo humano que se implica hasta la médula para que triunfe, y que lo hacen parte de su cotidianeidad laboral y personal.

Además del citado despliegue técnico y humano, los realities tienen una parte fundamental que desde la sombra maquina esas historias que luego aparecen en pantalla.  

El equipo de guión o redacción dependiendo de la ‘titulitis’ de cada uno, crea las historias de los concursantes. Da pistas de si uno está  medio enamorado del otro o si la otra esta multioperada, de si este chico es un adicto al sexo o de si el otro sale del armario en directo.

Este ejemplo serviría para Gran Hermano, cuyo casting es digno de admiración sin duda. Sus concursantes, tienen vida propia y superan con creces la imaginación de cualquier guionista…

Pero pongámonos en la piel de los famélicos supervivientes. Aquí las ‘tramas’ muchas veces tienen que ser ideadas por el equipo creativo. Los concursantes están tan débiles que llega un momento en el que ya  “no dan juego”. Esto se traduce en galas aburridas y una audiencia que va restando puntos. Entonces entra en juego la bondad o maldad del equipo de guión. “¿Por qué no insinuar a un concursante que otro le ha puesto a caldo? A ver cual es la reacción... Tal vez esto nos de vidilla”.

O el típico juego en el que uno consigue comer y otro no porque no es tan atlético como el primero… O leer una carta de su hijo delante de toda España y enseñar el dibujo. Una llamada en directo. Estas pequeñas ‘putadas’ dan para muchas horas de contenidos en los realities.

Crueldad

Después, los pseudorealities crueles, por ejemplo Supermodelo. ¿No se les ocurre otra forma mejor de destrozar la  vida a cuatro adolescentes? El equipo creativo, por decir algo, consigue que las niñas lloren, sean humilladas, aplastadas, ninguneadas y abroncadas hasta la extenuación. ¿Por qué no hacen un Supermodelo masculino?

Por no hablar de los triunfitos y sus ‘gallos’. Vemos cómo se van haciendo a sí mismos, cómo su inmaduro chorro de voz gana puntos cada día que pasa. Pero no nos engañemos, en cualquier reality se busca explotar la parte más miserable y frágil de cada concursante.

Gusta saber que son personas de carne y hueso, que lloran, para eso se les busca las cosquillas, para eso un gran equipo observa con lupa las 24 horas del día cada uno de sus movimientos. Eso es un reality, un intento disfrazado de humanizar historias y ayudar a la gente.

Pero de ONG no tiene nada, hay que seguir metiendo el dedo en la llaga hasta el fondo, ese es el secreto. Por esto un reality nace, pero también se hace.

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