Este artículo se publicó hace 4 años.
Google Street ViewProstitución, armas y disturbios: la cara oculta de la cámara de Street View
El artista canadiense Jon Rafman exhibe en '9 Eyes' los hallazgos de un periplo interminable por los desvíos y callejones del Google Street View. Una muestra en la que el azar se pone al servicio de la belleza y que nos descubre desprevenidos.
Madrid-
La RAE define instante como "una porción brevísima de tiempo". Lo que viene siendo la nada, o muy poco. Fue el fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson el que le dio categoría eterna a esa minucia cargada de significado. El instante pasó a ser, de la mano de este padre del fotoperiodismo, instante decisivo, lo que le convertía en un medio de expresión capaz de fijar con precisión lo fugaz y lo aparentemente intrascendente.
Es ahí, en lo infraordinario, donde muchas veces radica la belleza o lo memorable. Trozos de una realidad esquiva que el canadiense Jon Rafman ha ido recopilando sin moverse de su estudio. Sirviéndose del Street View de Google, este joven artista emprendió un interminable paseo por el mundo que le deparó encuentros inauditos. Fruto de ese descomunal periplo surge el proyecto 9 Eyes, en referencia al número de cámaras que procesiona por medio mundo el coche de Google Maps.
De ese vasto repositorio digital al alcance de todos que es el Street View, Rafman selecciona algunos de esos instantes decisivos, parte infinitesimal de un viaje sin retorno por los callejones, desvíos y carreteras secundarias de esa cartografía mundial que pretende Google. Un proyecto que ya suma 31 países europeos, 17 de Asia, 10 latinoamericanos, 5 africanos y la Antártida, y del que el arte contemporáneo se sirve apropiándose de un material fecundo como pocos.
Cientos de miles de kilómetros que dejan a su paso realidades complejas, paisajes indómitos y algún que otro calvo (ojo, no los pelones, que también los hay, sino la desvergonzada práctica popular consistente en exhibir las nalgas a modo de saludo y/o despedida). Un muestrario de las grandezas y miserias de una civilización pillada in fraganti cuando se disponía a bajar en chándal al súper.
Por 9 Eyes desfilan oriundos de países remotos solventando sus diferencias como buenamente pueden, algaradas diversas, cocodrilos y delfines voladores, subfusiles, niños enclaustrados, pillaje y una gran variedad de borrachines tratando, a duras penas, de mantener el siempre frágil equilibrio del beodo. También hay atardeceres meridionales, jóvenes entregados al disfrute carnal en calas protegidas, delincuentes comunes acometiendo sus fechorías o tramándolas. Y muchos perretes, algunos solos y otros paseando a sus dueños.
Vidas anónimas cuyos rostros pixelados añaden inquietud a la escena, como si el velo digital les confiriera un halo fantasmal. Actores secundarios de la Historia que, de la mano del Street View, alcanzan la inmortalidad cuando menos se lo esperan. A caballo entre la teatralidad y la vida, representando el sinsentido que somos frente al gran ojo que todo lo ve, ese que nos mira desde el techo de un vehículo indiscreto y nos capta tal y como somos.
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