Ya nos lo decían en el colegio: 'No se puede copiar'. En la música es lo mismo: también está prohibido. En efecto, ambos actos parten de una misma carencia: en el caso del estudiante, la falta de conocimientos; en el del músico, la falta de inspiración. Como no sé, le copio al otro. O incluso: como lo del otro me gusta tanto, me lo apropio. Todo bastante infantil, pero en ocasiones con consecuencias muy serias.
Jota, cantante de Los Planetas, ha reconocido en entrevistas -no así en los créditos de sus discos- su propensión a copiar canciones de otros. Cuando el grupo presentó el álbum Una semana en el motor de un autobús (1998) a su compañía, los directivos de BMG echaron de menos un primer single llamativo. El grupo decidió entonces añadir una nueva canción, titulada Segundo premio, cuyo parecido con Promises, del francés Etienne Daho, es más que evidente. Nunca nadie los demandó.
El nuevo single de Enrique Bunbury ha vuelto a poner la palabra 'plagio' en los titulares. El cantante utiliza versos del poeta Pedro Casariego, así como -y esto sí que es bastante original- frases extraídas de entrevistas del escritor. Algo similar ha hecho recientemente el cantante valenciano Julio Bustamante, que plasmó en una canción declaraciones de John Houston en una de las últimas entrevistas que concedió en vida. Bustamante tituló el tema así: John Houston.
Y Bunbury, ¿ha plagiado? El cantante, que reconoció haber utilizado los versos de Casariego, no admitió el plagio porque, según él, 'un plagio es algo perfectamente legislado por leyes interpuestas por órganos de gestión como SGAE y demás defensores de los derechos intelectuales. Existen pautas que determinan claramente dónde existe y dónde no'. Según el abogado David Bravo, especialista en Propiedad Intelectual, 'Bunbury comete un error de bulto. No es verdad que el plagio esté definido por las leyes. Es más: no es fácil determinarlo'.
La experiencia lo confirma: cada año hay cientos de casos similares. 'La mayoría se resuelven sin pasar por los tribunales, con un acuerdo con el autor. De los que llegan a juicio, casi todos se desestiman. Son casos de ir a por el dinero', explica Antonio Redruello, abogado de Warner Music. La demanda más delirante de los últimos años fue interpuesta contra Manu Chao por utilizar tres palabras, 'Próxima estación: esperanza', extraídas del anuncio de megafonía del metro de Madrid. Sorprendentemente, el cantante tuvo que admitir su error y compensar económicamente a los dos locutores.
La Ley de Propiedad Intelectual no aclara lo que es un plagio. 'Es más, la palabra plagio ni aparece -afirma David Bravo-, ha tenido que definirse de forma jurisprudencial, es decir, en cada juicio concreto'. Para que haya plagio, según la jurisprudencia, se deben dar dos condiciones: que haya una copia sustancial de la obra y que se finja ser el autor de la misma. Copia sustancial, fingir ser el autor... Todo bastante abstracto. 'Por eso no es fácil determinar si hay o no plagio. Los jueces suelen valerse de peritos, especialistas en música, para que analicen las dos canciones', explica Bravo.
Miguel Ángel Marín, profesor de Historia y Ciencia de la Música en la Universidad de La Rioja, ha participado como perito técnico musical en numerosos juicios. Así evalúa un supuesto plagio: 'Veo si el parecido es sustancial o anecdótico. Para ello, emito un informe en el que analizo elementos técnicos de las dos composiciones y doy argumentos a favor o en contra del plagio. Además, tengo en cuenta si lo que en teoría se ha plagiado es original de su autor. Porque si yo hago un tango y tú haces otro a continuación, el parecido es sustancial, pero lo tuyo no es plagio, porque el ritmo no es original mío'.
El litigio más famoso de los últimos años fue el que enfrentó a Mikel Erentxun con la banda inglesa Lightning Seeds. Ian Broudie, líder de estos últimos, denunció al donostiarra por el extraordinario parecido entre uno de sus temas, Pure, y la canción Grandes éxitos, de Erentxun. Curiosamente, Fran Perea había versionado a su vez este último tema, bajo el título de 1+1 son 7, convirtiéndolo en un éxito. ¿Qué dice el experto? 'Sin haber estudiado las partituras a fondo, creo que el parecido entre las dos canciones es muy sustantivo y la canción plagiada tiene toda la pinta de ser original', razona Miguel Ángel Marín.
El pop y, más en concreto, la música para publicidad son los sectores que más polémicas por plagio generan. Álvaro Stuyck, responsable de la editorial de Universal Music, nos habla de un conocido fenómeno, el sound alike. 'Por ejemplo, me piden el Staying alive de los Bee Gees para un anuncio. Como les parece muy caro, encargan a un músico que escriba una melodía parecida y listo', explica Stuyck.
Respecto a Bunbury, Stuyck cree que debería haber solicitado el permiso. 'Dentro de la Ley de Propiedad Intelectual existe el derecho a cita, que te permite coger extractos de otras obras. Ni siquiera se suele cobrar, sólo pedir un agradecimiento. Bunbury tiene mucha cara y creo que lo que busca con esto es publicidad gratuita', concluye Stuyck.
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