Este artículo se publicó hace 16 años.
Castilla sin castillos
Varias construcciones históricas de la provincia de Burgos han desaparecido. En Andino, Zuñeda o Vizmalo se han derribado torres para reutilizar la piedra en otras construcciones.
Visto y no visto. Los castillos desaparecen en Castilla. No se trata, sin embargo, de ningún fenómeno paranormal. Lo explica muy bien César Serna: “Los vecinos ven ahí la torre, abandonada, que no sirve pa nada. Compran el terreno por cuatro perras, tiran la torre y se llevan las piedras para construir chalés”. César, 75 años, es el último habitante de Andino, una localidad con una iglesia en ruinas, un corral en ruinas, un chamizo en ruinas y la casa de César.
Ya no está, pero no hace mucho se levantaba allí mismo el Palacio fortificado de Andino, una construcción del siglo XV. “Era una torre que no la hay en toda la comarca. Venía gente a verla y le hacían fotos. No sabías nada, como siempre estuvo ahí, no le dabas importancia. Lo tiraron hace 15 años, un señor de Bilbao. Un día llegaron unas grúas y unos camiones y se llevaron las piedras pa Villarcayo. Tenía unas piedras extraordinarias, que llamaban la atención”, relata César. Y repite, como si las estuviera viendo: “Unas piedras extraordinarias”.
La torre perteneció en el siglo XV a Pedro Gómez de Andino, camarero de Enrique IV, rey de Castilla. Símbolo de poder y autoridad, servía de residencia al señor del feudo, que recaudaba allí mismo las rentas de los campensinos. “Es un trozo de historia y aquí ni se sabía. ¿Cómo no me va a dar pena?”, lamenta César, “si lo llego a saber la compro yo”.
No es un caso único. Otros dos castillos de la provincia de Burgos incluidos como Bienes de Interés Cultural desde 1949 –Torre de Zuñeda y el castillo de Tobar– ya no existen, según un estudio de la Universidad de Burgos. En otros casos los restos son mínimos o el deterioro es irrecuperable.
“Hay guías turísticas que te mandan a Zuñeda para ver una torre y te encuentras que no hay nada”, cuenta Miguel Moreno, director de la investigación. “Se tiran por ignorancia”, continúa, “esta provincia es muy grande, 371 municipios, y despoblados la mitad”.
Destrucción y calma
Lo peor no es que te destruyan. Lo peor es que te destruyan sin resistencia y en el olvido. Que pasen lustros, décadas, y tenga que ser un investigador del futuro el que certifique tu defunción. “Supongo que ocurre bastante, también en otros sitios. No sólo castillos. Fray Valentín de la Cruz tiene todo un libro dedicado a los monasterios desaparecidos en la provincia de Burgos”, revela Miguel Moreno.
Antes de ser descuartizados, torres y castillos sufren su particular calvario. Como en Zuñeda, otro pueblo perdido de Burgos, situado en una depresión entre Briviesca y Pancorbo. “¿El torrejón? Estaba medio en ruinas. No se le prestaba ninguna atención. El dueño metía paja y gallinas. Poco más”. Quién habla es Alejandro, 55 años, uno de los 20 vecinos del pueblo. Zuñeda vivió tiempos de esplendor: por allí pasaba el Camino de Santiago –como lo demuestran las flechas amarillas estampadas en las calles– y su nombre es habitual en las crónicas y relatos de los viajeros. “Ahora no tenemos ni bar”, lamenta Alejandro.
La torre la tiraron hace ocho años. Llevaba en pie 500. “Les estorbaba las vistas”, cuenta Alejandro. Su historia se remonta al año 1527, cuando Leonor de Aragón, hija de Alfonso de Aragón, se la vendió a Andrés García Escudero, un vecino de Zuñeda. Los actuales habitantes de la localidad, ajenos a casi todo, desconocían el valor histórico de su torrejón. Son como fantasmas incomunicados en un pueblo de casas vacías, condenado a la desaparición. Les une la misa, aunque sólo sea físicamente. “A misa sí que vamos todos, aunque luego no podemos ni vernos”, suelta Alejandro.
De castillo a chalé
En la otra punta de la provincia de Burgos, lindando con Palencia, está Vizmalo. Lucio Álvarez, de 64 años, pasea por sus calles como si fuera el salón de su casa. Es un pueblo, claro. Al mostrarle la foto de la antigua Torre fuerte, suelta una exclamación: “¡Cagüen Dios! Pues no la recordaba yo tan alta”.La torre se ha convertido en un chalé muy apañadito (ver foto de la izquierda). “¡Si es que falta la mitad!”, vuelve a exclamar Lucio.
Es viernes por la mañana y en las calles sólo hay perros tumbados al sol. Lucio no recuerda las circunstancias que condujeron a la desaparición de la torre, que data del siglo XVI: “Sólo sé que murió uno. Cayó desde el cuarto piso cuando estaban quitando las piedras de arriba. Quién sabe más de eso es la María Jesús”.
La María Jesús vive enfrente de la antigua Torre fuerte. Su familia es la propietaria de las casas adyacentes, que antiguamente correspondían al Palacio de los Señores de la Villa. “La torre la tiró el abuelo de Rafa, mi marido, que se la había comprado al Conde Encinas”, cuenta María Jesús, “han hecho muchos arreglos y la han dejado muy bonita por dentro”. Castillos en el siglo XV, chalés de lujo en el XXI. Caprichos de la historia.
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