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MADRID.- Muchos especialistas lo llaman “sus cinco años en la cara oculta de la luna”. Fue el tiempo que Miles Davis permaneció desaparecido de la escena pública y el que ha aprovechado el actor Don Cheadle para acercarse a él, al personaje controvertido, imprevisible y a veces oscuro que era, y, por supuesto, al músico de talento colosal. Miles Ahead, presentada en el Festival de Nueva York el pasado año, es una aproximación al compositor y trompetista con altibajos, pero que, sin embargo, consigue rondar muy de cerca la manera única en que creaba Davis.
Las críticas en su presentación no fueron las mejores, aunque poco a poco y después de escuchar las opiniones de algunos especialistas en Miles Davis, muchos expertos han comprendido la verdadera intención de Cheadle al dejar que su película transcurra por una especie de camino improvisado hacia un final, este sí, bien calculado (el filme se cierra con un metaconcierto, con músicos de la talla de Wayne Shorter o Herbie Hancock). Al fin y al cabo, una de las mejores interpretaciones del trompetista fue la de la música que compuso para la película Ascensor para el cadalso (Louis Malle), una improvisación que grabó en 1957.
En presente y en pasado
Miles Ahead, una producción de muy bajo presupuesto para la que el equipo necesitó acudir a la plataforma de crowdfunding IndieGoGo, cuenta qué pasó aquellos cinco años, aunque para ello Don Cheadle y Steven Baigelman (coguionistas del filme) hayan acudido a una ficción. La película presenta un personaje que nunca existió, el de Dave Braden, un periodista de Rolling Stone interpretado por Ewan McGregor, que se cuela en su casa y pasa dos días con él.
Narrada en dos tiempos, la historia se mueve entre el presente de estos dos personajes buscando una grabación que han robado al músico, y el pasado que vivió con una de sus mujeres, la bailarina Frances Taylor, en manos de la actriz Emayatzy Corinealdi. Con ambos momentos, Cheadle construye el espíritu del hombre, muestra su oscuridad y sus reacciones imprevisibles, y destapa el genio artístico y la obsesión por la música que jamás le abandonaba.
"El sonido negro de mi música"
“Era como si no pudiera apagarlo. La música estaba constantemente en su cabeza… Él siempre estaba componiendo en su cabeza”, explica Cheadle, que después de todo su trabajo de investigación asegura que “Miles Davis era inconstante y voluble. Creo que hoy le calificarían como un tipo bipolar. En un minuto se ponía furioso, al siguiente se derramaría una bebida e inmediatamente después se sentaría a tu lado para charlar como si nada hubiera sucedido”.
Con su película, Don Cheadle rinde su personal homenaje a Davis, para el que ha compuesto un personaje asombroso, con cambios de voz que recuerdan al auténtico músico y con los gestos únicos que recuerdan la manera tan particular que tenía tocando la trompeta. Ello, junto a lo que él mismo llamaba ‘el sonido negro de mi música’ completan una película que hace bastante justicia al personaje.
De Charlie 'Bird' Parker a Chet Baker
Antes que Cheadle, otros cineastas amantes del jazz —Davis renegaba de ese nombre, “es música social”, decía— hicieron grandes películas. Ahí está la premiadísima Bird (1988) sobre la trágica y atormentada vida del saxofonista Charlie Parker. Globo de Oro al Mejor Director para Clint Eastwood, Mejor Actor para Forest Whitaker en Cannes y Oscar al Mejor Sonido, entre otros galardones.
El maestro Coppola se estrelló estrepitosamente con una magnífica película sobre el famoso club de Harlem ‘Cotton Club’ (1984). Dos años después, Bertrand Tavernier reunió en un mismo personaje al saxofonista Lester Young y al pianista Bud Powell, en Round Midnight, que ganó el Oscar a la Mejor Banda Sonora Original.
Mucho antes, en una de las grandes décadas del jazz, Anthony Mann rodó Música y lágrimas (1954), un biopic sobre Glenn Miller y la era del swing, que estaba interpretado por James Stewart. El director Sidney J. Furie dedicó El ocaso de una estrella (1972) a Billie Holiday, y contó con una entregadísima Diana Ross para el personaje. Mucho más reciente es la película que Taylor Hackford hizo sobre Ray Charles -Ray (2004)-, con la que, curiosamente, Jamie Fox arrebató el Oscar a Don Cheadle (Hotel Rwanda).
Desde el documental, Fernando Trueba reunió a los mejores artistas del jazz latino en la espléndida Calle 54 (2000) y Bruce Weber firmó una impresionante película sobre el trompetista y cantante Chet Baker, Let’s Get Lost, que mereció el Oscar al Mejor Documental, entre otros muchos reconocimientos.
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