madrid
Actualizado:Lo imposible no existe. Al contrario. Si hay un deporte de élite en el que una mujer puede derrotar a un hombre ése es el ajedrez, donde las competiciones son mixtas y la canaria Sabrina Vega, la mejor jugadora española del momento, explica que "las diferencias no hacen más que recortarse. Todavía hay distancia en los porcentajes entre hombres y mujeres, pero tengan por seguro que esto va a cambiar".
Sabrina, de 30 años, insiste en que "en realidad, el ajedrez es un reflejo de la sociedad. Antes no se entendía que hubiese mujeres. Pero hoy se ha demostrado que, sean cuales sean las diferencias entre el cerebro masculino y femenino, nosotras también podemos estar ahí. Los últimos tiempos nos dan la razón".
Hace años el mundo del ajedrez vivía casi supeditado a esa idea que un campeón del mundo como Gary Kasparov retrató cuando le preguntaron si Judit Polgar, la prodigiosa jugadora húngara, podía vencerle. "Judit tiene un talento fantástico para el ajedrez, pero, después de todo, es una mujer”, dijo. “Ninguna mujer puede sostener una batalla prolongada”. La realidad fue que en aquella histórica partida del año 2002 Judit venció a Kasparov y dio pie a un nuevo mundo en el ajedrez, alejado de esos inmensos prejuicios como el que el maestro Bobby Fischer pronunció en su época. "Todas las mujeres son débiles. Nunca deberían jugar al ajedrez".
Afortunadamente, Sabrina no hizo caso. "Yo empecé a dar clases en Las Palmas. Mi hermana hacía gimnasia rítmica y entre las posibilidades que me ofrecieron mis padres para cubrir esa hora me quedé con el ajedrez". Hoy, Sabrina no solo tiene un gran currículum como subcampeona de Europa, sino que el año pasado venció al legendario Anatoly Karpov en una partida de 36 movimientos en Francia. Algo que a Bobby Fischer le hubiese dado pánico imaginar y hoy es tan real como la vida misma. La sensatez ha ganado.
"No hay ninguna diferencia intelectual entre un hombre y una mujer para jugar al ajedrez", argumenta Ramón Pullades, director técnico de la Federación española, que no sólo pone de ejemplo a Judit Polgar, "que llegó a estar en el top ten del ranking absoluto, sino que ahora también hay tres jugadoras chinas que cada vez están más cerca de lograrlo". Una prueba que, en realidad, respalda lo que antes decía Sabrina Vega: "Los porcentajes se están igualando y esto favorecerá a las mujeres: cuántas más haya, más posibilidades de lograr lo máximo, pura lógica y excelente motivación, por otra parte".
"En realidad, buscar diferencias entre hombres y mujeres jugando al ajedrez es una pregunta muy abstracta ", añade Sabrina. "Yo hablaría de estilos de juego y hasta de escuelas. La verdadera diferencia es esa. Nosotros, por ejemplo, no nos podemos comparar a la escuela armenia o a la rusa, pero más allá de eso ¿qué puede impedir a una mujer ganar a un hombre? Aquí no hablamos de un deporte duro sino inteligente y lo inteligente es prepararse no sólo mentalmente. También físicamente porque si no estás en buena forma es difícil aguantar. Yo he llegado a jugar partidas de más de siete horas".
Ramón Pullades explica que "la tensión desgasta mucho en un deporte como éste donde se juegan nueve partidas durante nueve días seguidos en los que se puede perder hasta un kilo de peso por día ". Pero lo que pretende explicar es que esta es una crónica de trabajo a la que se puede adaptar tanto el hombre como la mujer. "No hay diferencias", insiste, "porque la preparación es la misma, la tensión es la misma y en ambos casos está demostrado que el máximo de capacidad intelectual es a los 30 años". Justo esa es la edad que ahora tiene Sabrina Vega que, sin embargo, no renuncia a ese día en el que ella pueda ganar a un hombre en la final de un Mundial. La ambición es un derecho. "Nadie dice que sea imposible", alega.
Por eso, más allá de aquel prejuicio de Bobby Fischer, Sabrina Vega vuelve a reivindicar aquella frase que le escuchó hace bien poco a Judit Polgar. "Las diferencias no impiden encontrar una solución en el ajedrez". De ahí que se deje acompañar por esa idea en esta vida suya en la que vive del ajedrez y en la que la cabeza puede ser un verdadero juego de contrastes. "A diferencia de las piernas, la mente no te avisa cuando va a fallar y en un momento te puede destrozar todo el trabajo". Un riesgo que comparten hombres y mujeres y por eso mismo el ajedrez de elite tal vez se haya convertido en el deporte más democrático del mundo. Los tiempos de Bobby Fischer ya pasaron.
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