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'Megalópolis', genialidad y delirio de Coppola sobre la ciudad del futuro

La nueva película de del cineasta estadounidense, estrenada en Cannes y presente en Perlak del Festival de San Sebastián, es una epopeya inspirada en la conjuración de Catilina que reconoce en los días de hoy los síntomas que terminaron con la caída de Roma.

Adam Drive en 'Megalópolis'.
Adam Drive en 'Megalópolis'. Imagen Cedida / Tripictures

"Lo que está pasando ahora es exactamente lo que condujo a la caída de Roma", dijo Francis Ford Coppola en mayo, en Cannes, tras la proyección de Megalópolis. La película, el exceso más extravagante de este gran artista, es un proyecto perseguido desde hace décadas y que ha rematado con 85 años, apostando en él todos sus ahorros (120 millones de dólares) y arriesgando el crédito y el reconocimiento ganado en toda su carrera.

Megalópolis es una epopeya romana ambientada en la Edad Moderna, en la ciudad de Nueva York, inspirada en la conjuración de Catilina, y que arranca con la gran pregunta de uno de sus protagonistas al pueblo: "¿Queréis ser víctimas del insaciable apetito de poder de unos pocos hombres?"

Coppola comienza ahí un viaje desmesurado, muy loco, sorprendente, fascinante y fallido al mismo tiempo, que, paradójicamente, por su espíritu delirante atrapa inmediatamente al espectador. Durante casi dos horas y media, Francis Ford Coppola se revela en un desvarío genial, que se mueve entre la comedia del absurdo y la tragedia y que cuenta con la complicidad y la entrega de sus actores, Adam Driver, Giancarlo Esposito, Nathalie Emmanuel, Aubrey Plaza, Shia Labeouf, John Voigh, Laurence Fishburne –qué impresionante la belleza de su voz–, Talia Shire –hermana de Coppola–, Dustin Hoffman y un largo etcétera.

"Que la gente vea"

Nueva York vive el conflicto entre César Catilina, un genio que quiere conquistar un buen futuro para la humanidad, y el alcalde Franklyn Cicero, colaborador de un statu quo que perpetúa la codicia y la injusticia. Entre los dos está Julia Cicero. Es la hija del alcalde y la mujer enamorado de César. De esta lucha surgirá un mundo de comprensión, respeto y humanidad o lo contrario, la brutalidad y la avaricia.

"Existe una tendencia en todo el mundo hacia una tradición fascista que da miedo. Cualquiera que estuviera vivo en la Segunda Guerra Mundial vio lo que pasó y no queremos que se repita", dijo Coppola en el festival galo, donde subrayó la importancia del "papel de los artistas y el cine iluminando el camino, dando luz para que la gente vea".

Dustin Hoffman y Francis Ford Coppola, en el rodaje de 'Megalópolis'.
Dustin Hoffman y Francis Ford Coppola, en el rodaje de 'Megalópolis'. Imagen Cedida / Tripictures

"No puedes ir a Nueva York sin darte cuenta de que está cubierta de edificios romanos. Así que mi intención era escribir una epopeya romana ambientada en la Nueva York contemporánea que ha copiado a la Antigua Roma", ha dicho Coppola, que se pregunta con su película si la representación tradicional de Catilina como el 'malvado' y de Cicerón como el 'bueno' "era necesariamente cierta". En la historia, Catilina perdió y fue asesinado y Cicerón sobrevivió. Pero el cineasta no pierde de vista que la historia la escribió el superviviente. "Catilina podría haber sido el 'visionario' y el 'bueno', mientras que Cicerón tal vez podría haber sido el 'reaccionario' y el malo".

Salto a lo desconocido

"Cuando saltamos a lo desconocido, demostramos que somos libres", dice un personaje de esta fábula y con esta frase retrata al propio genio creador de esta obra, a un cineasta que se ha lanzado a una aventura extraordinaria con esta película, un ejercicio que, aún con todas sus equivocaciones, pone en evidencia lo conservador y muchas veces vulgar que es la ficción de estos últimos tiempos.

'Megalópolis' es un viaje desmesurado, muy loco, que atrapa inmediatamente al espectador

Coppola no acierta en muchas cosas, pero hay que admirar lo que parece casi un acto de suicidio. El amor, la familia, el planeta en peligro… son temas que se suceden en esta historia, en la que el cineasta, confesado por él mismo, ha puesto todo su corazón. "Empecé a darme cuenta de que Megalópolis trataría del amor y la lealtad en todos los aspectos de la vida humana. La película se hizo eco de estos sentimientos y se convirtió en una película muy optimista que tiene fe en el ser humano", ha escrito en las notas de producción de la película.

El primer público de esta película, el de la pasada edición del Festival de Cannes, dedicó una larguísima ovación a Francis Ford Coppola. Estaban aplaudiendo la trayectoria de uno de los más grandes cineastas que ha tenido nunca la historia. Al día siguiente, la mayoría de las críticas se cebaron con él y con su película. Y Coppola volvió a recordar cómo ésta había sido siempre la primera reacción a prácticamente todas sus películas. Y advirtió: "No quiero que ésta se la última".

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