zaragoza
Actualizado:"Ellos mismos decían que eran más de Labordeta que de Sabina, hicieron una transición de lo urbano, más que a lo popular, a la espiritualidad de la montaña", explica el poeta y músico Jorge Martínez, autor de Mas Birras, del barrio a la leyenda (editorial Doce Robles). Es el libro que ahora, treinta años después de la disolución de la banda y 23 desde la muerte de su cantante, Mauricio Aznar, recupera ambas figuras.
Lo hace junto con La estrella azul, una película de coproducción hispanoargentina dirigida por Javier Macipe que hace unos días se llevó dos premios en el Festival de Cine de Donosti, el de Cooperación española y el del Jurado Joven.
Mauricio Aznar, uno de los exponentes de esa tendencia al mestizaje de la música popular aragonesa que encarnan a lo grande figuras como Santiago Auserón (su hermano Goyo fue el primer mánager) o Kase O, nació en enero de 1964 y murió el 30 de septiembre de 2000. "Porque quiso cantar, cantó", reza su lápida.
Para entonces, nueve años, cuatro discos y 182 conciertos después, hacía ya casi siete años que Más Birras, creadores de himnos noventeros como Apuesta por el rock and roll, que Enrique Bunbury recuperaría más adelante para generaciones posteriores, se había bajado de los escenarios.
Eso ocurrió el 10 de octubre de 1993, en unos Pilares que ahora, tres décadas más tarde y de la mano del propio Martínez por un lado y de su tributo oficial Noche de Birras por otro, recuperan un homenaje a la banda que años atrás llegó a marcar el inicio oficioso de las fiestas del lugar en La carpa del Ternasco.
"La causa de que se les siga recordando es el arraigo"
Jorge Martínez: "Nos reímos de nuestra naturaleza monegrina y desértica"
¿Qué tendrían una banda, de culto en el rocanroleo hispano y de arraigo en su tierra, y su peculiar líder para que tres décadas más tarde sigan despertando interés? Tanto el libro, centrado en la etapa del grupo, como la película, que gira en torno a la posterior fase de exploración de las chacareras y el tango argentinos por parte de Aznar, dan algunas pistas.
"La causa de que se les siga recordando es el arraigo a la tierra. El título de su primer disco, Al este del Moncayo, ya quiere decir mucho. Jugaron con Al este del edén, de Elia Kazan, con un mensaje tan llano y tan reconocible para cualquiera de Aragón, y especialmente de Zaragoza, donde casi todo el mundo tiene un pueblo, o dos, porque es una ciudad de gente que vino a vivir para trabajar en las fábricas cuando el sector primario dejó de dar para vivir", explica Martínez.
"Universalizaron un entorno rural con canciones como esa, que incluía un saxo charanguero y al mismo tiempo no dejaba de tener un poso de amargura: Pero al este del Moncayo solo hay sed / y el desierto para correr. Era un poco como que nos reímos al mismo tiempo de nuestra naturaleza monegrina y desértica", añade.
Efectivamente, temas como Arriba en la montaña, con una narrativa más espiritual que melancólica, o Hay una cruz en el saso, que planteaba la agonía del mundo rural tres décadas antes de que un ensayo de otro aragonés como Sergio del Molino situara La España vacía como uno de los ejes del debate público, giran en torno al pueblo, a cualquier pueblo de cualquier provincia, aunque el cancionero reservaba espacio para otras temáticas.
Así, la lucha de los insumisos, el movimiento antimilitarista de los ochenta y los noventa con Zaragoza y Pamplona como capitales, bailaba sobre un clásico como el Summertime blues de Eddie Cochran en Beber no cura, junto a canciones de bares, de amores y de desamores.
"Vamos a exportar los secarrales"
"Sorprendía que en esas sonoridades tan roqueras estuvieran hablando de cosas tan del pueblo y del barrio, del barrio llano. Nunca tuvieron ínfulas de nada. Y, sobre todo, huían del postureo del rock", anota el escritor. Recuerda cómo "les gustaba mucho Carlos Cano, la canción melódica italiana y las rumbas de los Chichos y los Chunguitos", que siempre sonaban en la furgoneta durante los viajes.
Mariano Ballesteros: "Hemos sido un equipo, un ariete aragonés en defensa de la tierra"
El mestizaje, o las fusiones, la mezcla de las temáticas de la estepa del Ebro con los ritmos de Tennessee, fue una de las constantes en su repertorio. Y en aquella estética con aires de vaqueros monegrinos.
"Hemos sido un equipo, un ariete aragonés en defensa de la tierra, en defensa de nosotros mismos y riéndonos en cantidad. Siendo de aquí y creyéndonos lo que hacíamos, nos metíamos tralla y hemos hecho muchos amigos", le confiaba el saxofonista Mariano Ballesteros al periodista Juan Carlos Garza unos meses después de la disolución.
Siempre tuvieron clara esa línea. Siete años antes, cuando comenzaba sus despegue, le explicaban esto al crítico musical del desaparecido periódico El Día: "Imagínate, si no, una de vaqueros en la que de pronto, ¡zas!, los Mallos de Riglos. Vamos a exportar los secarrales de Aragón".
¿Quién era Cass, la chica más guapa de la ciudad?
Lo hicieron en la medida en la que lo hicieron, aunque su personaje más popular, Cass, la chica más guapa de la ciudad, había nacido probablemente en Los Ángeles, con seguridad en la máquina de escribir del maldito Charles Bukowski y había tenido una única reencarnación en Italia, a través de la actriz Ornella Muti en el cortometraje Ordinaria locura, de Marco Ferreri.
Martínez zanja en el libro una de las leyendas urbanas de la capital aragonesa, donde de vez en cuando hay quien fantasea con que alguien le contó una vez quien era la Cass, del lugar, por supuesto, a la que le cantaban.
"Es una letra adaptada por [Gabriel] Sopeña del poeta leonés José Luis Rodríguez", incluida en 1981 en el poemario Tan solo infiernos sobre la hierba e inspirada, a su vez, en uno de los cuentos del escritor germanoamericano, que describía a su personaje como "un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerla", documenta Martínez en el libro.
Esa faceta más intelectualoide, en la que al final acababan musicando un relato de la beat generation estadounidense, convivía con la más gamberra de los amigos que habían montado una banda capaz de fundirse en una mariscada las ganancias de una gira por Galicia y que llegaron a la música para divertirse.
"Había días que solo merendábamos" a la hora del ensayo, explicaban entre risas los miembros de la sección rítmica, el batería Víctor Jiménez y el bajista Miguel Mata, en la presentación del libro.
"Un dúo quijotesco, con todos los visos de ser un absoluto fracaso"
En la película, Mauricio se centra en la exploración del folclore latinoamericano
Mauricio acabó proponiendo la disolución de la banda en el otoño de 1993, unos meses después de un cuarto disco con aires premonitorios. Tierra quemada se cerraba con el estribillo de Para llegar a ti que, con letra de Sopeña sobre música de Aznar, narraba una búsqueda incesante: "Y me darán la espalda / venderán mi piel / para acusarme de traidor / Para llegar a ti sería capaz / de alianzas con la soledad".
A partir de entonces, y esa es la fase en la que se centra la película de Macipe -que va a girar por varios festivales más (ahora está en Varsovia) antes de llegar a las salas de cine a lo largo del primer semestre de 2024-, Mauricio se centra en la exploración del folclore latinoamericano, especialmente del argentino, que daría lugar a grupos como Almagato y que incluiría conciertos en solitario y en formato de dúo.
"Años 90. Un famoso rockero español recorre Latinoamérica intentando reconectar con su vocación. Allí conoce a un anciano músico en horas bajas y de su encuentro nace un dúo quijotesco, con todos los visos de ser un absoluto fracaso comercial", cuenta, como sinopsis, la ficha del filme.
"Mauricio insistía mucho, sobre todo en la última época, en que el rock forma parte de la música popular y se relaciona con otros ritmos populares", explica Martínez. Anota cómo "cuando comienza a cantar milongas y chacareras, eso habla del campo también, de caballos y de gauchos. Es música popular".
Esos virajes, explica Bunbury en el prólogo, "fueron muy criticados por el roquerío local y se entendieron mejor años después. [...] Su repentina muerte nos dejó a todos con la sensación de que todo podría haber salido de otro modo. Seguro; nos hemos perdido un centenar de canciones antológicas".
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