En una entrevista decías: “Vivimos en un mundo donde todo se hace para conseguir no-sé-qué. Yo no escribo para conseguir nada. Yo escribo porque no puedo no-escribir”. ¿De dónde viene este sentimiento?
Es como una urgencia, una necesidad para relacionarme con el mundo y con la vida. Me di cuenta de que mi vehículo de relación y de comprensión era la escritura. Descubrí pronto que pensaba mejor escribiendo que no no-escribiendo. Si me haces llegar a un lugar complejo a través del habla, llegaré mucho menos lejos que si escribo. La escritura para mí es un medio de pensamiento y de creación.
¿Cuándo nació esta necesidad?
Desde que tengo uso de razón. Soy un letraherido o un lector empedernido desde que recuerdo tener conciencia del mundo. En mi casa había muchos libros porque mis padres siempre se han dedicado a escribir y a traducir. La lectura era una cosa cotidiana y enseguida me incluí en esta manera de hacer y de vivir. Siempre cargo un libro arriba y abajo. Primero fue la lectura y después fue la escritura, de una manera bastante orgánica. Como veía a mi padre escribir, enseguida empecé a meterme en el ordenador.
¿Recuerdas algún libro o referente que te haya marcado?
Sí, hay muchos referentes durante la infancia que me marcaron a la hora de abrirme la imaginación. A nivel literario, recuerdo mucho Les rondaies mallorquines, de Jordi d'es Racó, unos volúmenes de colores que mis padres me leían por las noches. Esta síntesis de la fábula me llegó al corazón muy temprano. Entendí que era de este modo cómo se explicaban las cosas. Era el cero de la narratividad. Después leí mucho a Gianni Rodari, Cuentos escritos a máquina y Cuentos por teléfono, que mi padre tradujo al catalán. Eran cuentos muy divertidos e imaginativos. Después vino Roald Dahl, que era el primer escritor del cual fui fan. Me lo leí todo, me lo sabía todo.
Paralelamente a estos referentes literarios, para mí un referente importante era Arale, de Dr. Slump. Era una serie de dibujos animados para niños pequeños en que la protagonista era una niña-robot que se sacaba la cabeza y hacía locuras todo el rato. Había un sol que llevaba gafas, un cuervo que hablaba. Todo podía pasar, en Dr. Slump. Es una manera de explicarle a un niño que en el mundo de la ficción todo es posible. Es mucho más positivo y constructivo dar herramientas para que vean todas las posibilidades, que no solo dar ficción realista o trágica como Marco. Para mí el surrealismo y la imaginación elevada al cuadrado que representaban tanto los escritores como el Arale me permitieron darme cuenta de que el mundo de la escritura es divertidísimo.
Ya que lo has mencionado, ¿qué piensas de la reescritura de libros de Roald Dahl?
Pienso que la gente no es estúpida. Tutorizar la población mundial es una mala dirección. Lo que tienes que hacer es formar, dar información y una aproximación crítica. Al final de los libros de Roald Dahl, de Charles Dickens o de Shakespeare, se pueden hacer comentarios sobre aquellos aspectos que quizás ahora nos parecen terroríficos y que tienen que ver con la homofobia, la misoginia o la violencia. Si tú no tienes el referente, no puedes hacer la reflexión. Si te cargas los clásicos porque desde el marco ideológico actual no encajan, no tienes posibilidad de ver de dónde venimos, cómo hemos llegado hasta aquí o qué hemos ganado. Es mucho más interesante ver desde qué lugar leemos el presente y el pasado para impedir que vuelvan a pasar ciertas cosas. Si las borramos, perdemos la huella, el camino y las batallas ganadas. Es muy peligroso.
Quién olvida la historia está condenado a repetirla.
Claro, aparte de que cambian mucho los marcos ideológicos. Quizás de aquí a cincuenta años pensamos otra cosa. No cortemos nada, los libros se escribieron y después ya pondremos los aparatos críticos que hagan falta.
Escribir en catalán significa luchar contra la supremacía de la hegemonía de los monolingüismos
Hemos dicho que eres traductor y escritor, pero también músico. Fuiste el cantante y guitarrista del grupo Surfing Sirles. ¿Cómo se interrelacionan la música y la poesía en tu vida?
La fragmentación de los saberes y de las artes es una cosa muy reciente, de la época moderna. El teatro, la música, la danza, la filosofía, la ciencia, la literatura… no había estos compartimentos tan cerrados. Para mí es supernatural nutrirme de todo lo que tiene chispas interesantes y creativas. He escuchado música toda la vida y enseguida estudié piano y solfeo. Pensé que la mejor manera de relacionar la música era haciéndola. De adolescente me compré una guitarra eléctrica y empecé a tocar con los amigos del instituto, que es la cosa más típica de la historia del rock. Hacíamos versiones, y a medida que fuimos conformando cierto estilo empezamos a escribir de una forma natural. Canciones a partir de los referentes que nos gustaban o de los libros que leíamos.
La literatura te abrió la puerta de la imaginación en todos los sentidos.
Era muy divertido no hacer las típicas letras que correspondían a un estilo, sino hacer las letras que nos hacían sentir como melómanos.
Así como con la música hicisteis camino para encontrar la identidad, ¿con la escritura también te pasó? ¿Cómo ha sido tu evolución?
Empiezas a tientas, probando e imitando.
¿Siempre lo has hecho en catalán?
Sí. He escrito algo en castellano en varios libros míos, en Dies feliços a la presó, en unos cuantos artículos y en Aliment hay toda una letra. Son castellanos diferentes, de Canarias, de Cuba o mexicano, el chilango.
¿Por qué juegas con esto?
Me encantan las lenguas. Es una riqueza con la que puedo jugar. Lo que me sale escribiendo en chilango es muy diferente a lo que me sale escribiendo en catalán. Yo no parto de un esquema previo al acto de escribir, sino que tengo algunas cosas que me rondan por la cabeza y tengo ganas de trabajar. De pronto me di cuenta de que escribiendo en chilango. Estaba a México DF en aquel momento. Para mí era más natural escribir directamente todo aquello que estaba aprendiendo en aquella ciudad tan efervescente, que no traducirlo.
En el caso del catalán, ¿lo haces desde una posición pensada o reivindicativa?
Mi posición es tan reivindicativa como pueda ser escribir en tu propia lengua. Está claro que somos de donde somos y que somos quienes somos y tenemos al lado las grandes lenguas. El castellano ha pasado a ser casi la segunda, porque estamos incorporando más anglicismos que castellanismes. Es una batalla mundial y las lenguas sufren del mismo modo que todas las cosas que no son hegemónicas. También estamos en una batalla mundial contra la biodiversidad. Hay un movimiento globalizador con las lenguas, los modus vivendi o con cualquier cosa. Se está imponiendo un modelo neoliberal y ultraindividualista que solo tiene que ver con una serie de valores y todo el resto de maneras de vivir, incluidas las lenguas, culturas, músicas o sexualidades, queda apartado.
Escribir en catalán significa luchar contra la supremacía de la hegemonía de los monolingüismos, que son el chino, el castellano y el inglés, pero se puede hacer desde todas las lenguas minorizadas o más pequeñas que hay en el mundo. Si yo fuera castellanohablante o anglohablante intentaría con mi literatura poner un grano de arena de biodiversidad con aquello que explico. Intentaría no escribir lo que ya escribe todo el mundo.
Sí, de hecho, en una entrevista decías: “otra de mis ambiciones es hacer libros que solo pueda hacer yo”.
Claro, contra este movimiento tan bestia que hace que todas las vidas se igualen. Todo el mundo quiere triunfar y vivir del mismo modo. Si estudias historia o viajas por el mundo y ves todas las maneras de vivir del pasado y actuales que hay, te preguntas por qué no garantizamos esta riqueza maravillosa. Es una batalla que se está dando en cada rincón del planeta y tenemos que ser muy conscientes. Tenemos que hacer frente tanto individualmente como colectivamente, a no ser que queramos que en 50 años todo el mundo pida una hamburguesa por Glovo o vea Netflix desde el sofá, esté a Brooklyn, Vic o Marrakech. Todo el mundo viviendo, pensando y comiendo el mismo: es terrorífico.
Está bien ser conscientes de lo que hacemos cada día, pero tenemos que recuperar la vida política y la organización colectiva para conseguir derechos básicos
Es una batalla gigante, quizás hay que enfrentarse desde las pequeñas cosas.
Y también desde las grandes. “Desde las pequeñas cosas” forma parte del discurso neoliberal, “el pequeño grano de arena como consumidor”, el “yo no voy al Mercadona, voy a mi cooperativa de consumo”… Esto está bien, pero después nos tenemos que organizar. Hay una parte de nuestras vidas que tenemos que decidir con la gente con la cual vivimos. Solo porque una persona no compre productos prefabricados no dejarán de existir. Los grandes entramados industriales que mercantilizan nuestras vidas no solo los podemos desactivar desde el consumo consciente, sino también de las organizaciones sociales a cualquier nivel.
Está bien que seamos conscientes de lo que hacemos cada día, pero también tenemos que recuperar la vida política y la organización colectiva para conseguir derechos básicos. Estamos en una época muy despolitizada en este sentido, pero a la vez muy politizada por los valores del neoliberalismo, que todo el mundo tiene muy asumidos. Merece la pena ver a qué destrucciones nos llevan y cómo podemos hacer que no tenga peso sobre nosotros.
Uno de los espacios donde se habla y se comparten muchas de estas luchas es la cocina. Esto me hace pensar en ‘Aliment’, el libro que publicaste el 2021 con Club Editor. Se trata de un diccionario que mezcla gastronomía y reflexiones personales. ¿Cómo se gestó?
Estaba escribiendo otro libro en la Biblioteca de Catalunya con la beca Montserrat Roig y me encontré a Nèstor Luján, autor de Historia de la gastronomía. Desvié el plan de escritura hacia lo que tenía que ver con el alimento y con lo que nos nutre, no solo a nivel gastronómico, sino todo aquello que nos impulsa, nuestras obsesiones, incluido el amor. Todo aquello que nos mueve y qué vínculo establecemos. A partir del placer compartido que es cocinar para los demás o de la gastronomía que es tan central en nuestras vidas últimamente, hacer reflexiones y encontrar las ficciones.
Hablando con el periodista Jordi Nopca, me decía que encontraba un sesgo entre los escritores más mayores y los más noveles. Que no se leían mutuamente. ¿Tú que piensas?
No lo sé, yo leo todo el día y a todo el mundo que puedo. Sigo relativamente poco las novedades. Tengo una lectura muy basada en el placer del lector. Leo cosas de otros tiempos, culturas y lenguas. Estoy todo el rato recomendando y apuntando recomendaciones, que es la manera más bonita de hacer fluir el entusiasmo. Intento equilibrar las recomendaciones del mainstream y cuando me piden una pienso en el panorama y aporto lo que tengo para ver cómo de amplio es el abanico de creación catalana o internacional.
*Aquí pots llegir l'entrevista a Martí Sales en català.
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