Lorraine Lévy plantea en su nueva película, El hijo del otro, el conflicto entre Israel y Palestina desde el lado más humano posible y, de paso, formula una cuestión fundamental sobre la identidad y las creencias. Con la historia de dos familias -una de cada bando- que descubren que sus hijos adolescentes fueron cambiados al nacer, obliga a los personajes a ponerse en el lugar del otro y al público a plantearse la misma situación. Con este filme, la cineasta se convirtió en la primera mujer que conquistaba el Premio a la Mejor Dirección en el Festival de Tokyo en sus 27 años de historia. También ganó el Premio a la Mejor Película.
El hijo del otro presenta a Joseph cuando está a punto de hacer el servicio militar obligatorio en Israel. Entonces se entera de que al nacer hubo un error en el hospital y le cambiaron con otro bebé, Yacine. Él vive con una familia judía, el otro chico, con una palestina. Ahora, él, un convencido judío ¿es realmente judío? ¿se ha convertido en el peor enemigo de sí mismo? ¿es el enemigo de su padre?
¿Esta es una película sobre el conflicto Israel-Palestina o es una historia sobre la identidad?
La identidad, la filiación, la transmisión, la maternidad... y el conflicto. Es una historia que podría haberse contado en otra zona del mundo, pero por mis circunstancias personales, me he educado en el judaísmo, me tocaba muy de cerca.
¿Usted ve solución a ese conflicto?
Creo que los jóvenes son portadores de cierta esperanza, pero tengo que reconocer que hay serios problemas. Uno de ellos es el gobierno de Israel, que es muy de derechas y está sumamente instrumentalizado por los extremistas religiosos. Un país debe ser laico para ser libre.
La reacción ante el intercambio de bebés que plantea en su película no es igual entre los hombres que entre las mujeres.
Los hombres son los que llevan más la conciencia histórica y política. La han recibido de sus padres. Por eso su primera reacción es decir que han perdido a su hijo y no solo eso, sino que llegan a pensar que su hijo es el enemigo. Se preguntan a quién van a transmitir ahora los valores de sus padres. Para las madres, no es un hijo de menos, sino un hijo de más. Ninguna de ellas renuncia al hijo que han educado y que sigue siendo su hijo. Las mujeres se alían y eso hace evolucionar el hombre, que se va abriendo.
¿Eso explica la postura de la mayoría de las mujeres antes las guerras?
Estoy convencida de que hay poquísimas mujeres que amen las guerras, ellas lo que piensan es que sus hijos serán carne de cañón en las guerras. Por eso son cosas de los hombres.
Dice que por su judaísmo le toca mucho el tema del conflicto. ¿Cuándo habla de él se siente más judía?
Me siento judía cuando atacan a los judíos, árabe cuando atacan a los árabes, negra cuando atacan a los negros, mujer cuando atacan a las mujeres, niña cuando atacan a los niños. Siento que soy una ciudadana comprometida. Mis abuelos y parte de mi familia fueron exterminados en Auschwitz, fueron resistentes que pelearon contra el nazismo y en España contra Franco. La sangre de la libertad corre por mis venas.
Ha rodado en la zona de conflicto, ¿ha sido muy duro el trabajo?
El muro es el muro y yo he rodado lo que he visto y lo que había allí. Los soldados que aparecen son jóvenes que están haciendo su servicio militar, eso garantizaba la verdad de lo que les pedía que hicieran. Lo único que hemos reconstruido ha sido el check point. Trabajé con gente de allí, de un pueblo pequeño de pastores. Hicimos una interesante mezcla de actores profesionales con autóctonos. Y en el equipo técnico había judíos y árabes israelíes y palestinos, cristianos palestinos... Fue fantástico para la película, porque dentro del equipo se vivía lo que contaba la película.
¿No tuvo problemas de ningún tipo?
Sí, muchos. Al hacer el casting, teníamos que ver a un actor palestino, un miembro del Teatro de la Libertad en Palestina, pero dos días antes fue asesinado por extremistas palestinos. El día de la prueba a las actrices para la madre palestina estalló una bomba y cerraron todos los check points. Las mujeres no podían ir, solo llegaron tres, de doce. La que está en la película caminó cuatro horas por las colinas para llegar, con 42 grados. Llegó agotada, pero irradiaba tal majestuosidad... Se viven cosas así a diario.
Es una violencia cotidiana que usted no refleja en la película, ¿por qué?
En la película la violencia se expresa por los personajes. Esta no es una película política sobre el conflicto, trata más de la violencia emocional de la gente. El chico dice en un momento que tiene un primo que nunca ha podido pasar por el control y jamás ha visto el mar. Eso es violencia.
¿Realmente cree que no es una película política?
Creo que es más una película ideológica que política. Me di libertad con esta película y creo que si solo hubiera sido un filme político, no hubiera podido hacerlo.
Finalmente, con su película plantea la cuestión de si somos lo que heredamos o lo que construimos, ¿no?
Sí. Y creo que está claro que para todos, la vida es un recorrido vital y que nos vamos haciendo, vamos construyendo.
¿Cree que una película como ésta puede cambiar opiniones?
El cine, la literatura, el arte... no estoy segura de que pueda cambiar nada, pero es una forma de invitar al otro a compartir emociones. Y si estas emociones son fuertes, te pueden afectar y llevarte a la reflexión. Con la película he abierto el diálogo que es lo que quería. En el blog de la película hay muchos árabes que dicen que es una historia de esperanza. Eso para mí, como judía, es formidable.
Primera mujer en ganar Mejor Dirección en Tokyo. Un gran logro, porque no está fácil para las mujeres en el cine. En Francia ¿sufre mucho como cineasta por su condición de mujer?
Menos que en otros países, menos que en España. En Francia están cambiando las cosas de verdad y ya hay una generación nueva de mujeres que hacen cine. Me parece que estamos evolucionando en el buen sentido, aunque es verdad que las mujeres no manejamos los grandes presupuestos, estamos en el terreno del cine de autor y las grandes producciones siguen en manos de los hombres.
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