Este artículo se publicó hace 5 años.
Juego de tronosLa serie de las series baja el telón
‘Juego de tronos’ cierra con un episodio que abarca todos los grandes temas mostrados por la serie de HBO durante ocho temporadas. Amor, traición, honor, lealtad y mucha política para decir adiós.
María José Arias
Madrid--Actualizado a
AVISO: el contenido de esta noticia contiene spoilers.
Hasta aquí ha llegado Juego de tronos. Esta madrugada la serie de las series ha bajado el telón definitivamente levantando la veda de las críticas y los comentarios a favor o en contra. Es de esperar que, como ha ocurrido con cada decisión que han tomado los guionistas, salgan hordas de seguidores a defender o vapulear lo que se ha hecho con los personajes y con su arco dramático. Con tantas teorías sobrevolando los Siete Reinos, lo realmente importante de este último episodio son las sensaciones que deja y su elección de ahondar en la dificultad de tomar decisiones cuando el futuro de Poniente recae en tus manos y cómo lidiar con ello una vez hecho lo que se tenía que hacer o lo que se esperaba que hicieses.
El cierre de la serie de HBO ha sido solemne y amargo con cierto regusto a esperanza. Deja grandes discursos pronunciados por el personaje más idóneo para ello y alguna que otra frase que resonará en la mente de sus fans durante mucho tiempo. Guste o no cuál ha sido la forma en la que David Benioff y D. B. Weiss han optado por cerrar todas las tramas, la coherencia se ha extendido por Poniente después de haber desatado el caos y la destrucción ─era más que necesario─ en los capítulos previos al definitivo. Juego de tronos recupera en su adiós la esencia de los caminos plagados de decisiones y discusiones políticas, de decidir el futuro de todo un pueblo con la palabra.
Cada capítulo de esta última temporada ha dado relevancia a una temática, ya fuese esta los reencuentros, la redención, la unión contra un enemigo común, la traición… En su desenlace, la apuesta ha sido por los grandes temas de una serie épica con un final que quizá no lo sea tanto. Cada uno habrá de juzgarlo según su propio baremo construido en base a las expectativas. La premisa que se plantea desde el primer al último minuto del sexto episodio ─el número 73 del conjunto─ parte de la idea de qué es la justicia, quién decide lo que es justo y lo que no y quién ha de ser su mano ejecutora. Pero también qué es el honor y qué puede considerarse traición. Todos ellos grandes temas de Juego de tronos.
Daenerys Targaryen (Emilia Clarke), la que había sido presentada como la que libraría a los oprimidos de las cadenas impuestas por los tiranos, acabó por revelarse ─era algo que se veía venir desde hacía capítulos sino temporadas─ como alguien con un sentido del bien un tanto cuestionable llevando hasta las últimas consecuencia el dicho ‘el fin justifica los medios’. Con ella como nueva reina/tirana en Desembarco del Rey y su antecesora, Cersei Lanniser (Lena Headey), yaciendo junto a su hermano Jaime (Nikolaj Coster-Waldau) bajo las ruinas, les llegó el turno a los demás.
El dilema resultaba evidente después de lo visto y sufrido en Las campanas una semana antes. Solo había dos opciones posibles: posicionarse a favor de la Khaleesi o en su contra. En cualquiera de los dos bandos, un alto precio que pagar. Y de eso ha ido la despedida de Juego de tronos, de cómo llega un momento en el que las medias tintas no valen y no queda más remedio que tomar una decisión y vivir con sus consecuencias. En este último capítulo son varios los personajes que tienen que hacer frente a esa encrucijada que plantean la lealtad y/o el amor incondicional y el sentido del deber. Sentimientos imposibles de convivir en ocasiones.
“El amor es más poderoso que la razón”, se escucha en una de las conversaciones más cruciales que se han producido en Desembarco del Rey. “El amor es la muerte del deber”, responde la otra persona. Ahí reside la clave de todo, del destino de los Siete Reinos. Con esas dos frases se resumen lo que ha sido el final de Juego de tronos y lo que ha implicado para la mayoría de los personajes que lograron sortear espadas, lanzas, traiciones y hasta a la propia muerte para llegar vivos hasta el último momento y tejer, con sus decisiones finales, el sino de Poniente.
Un destino que ya está escrito, para el que no hay vuelta atrás y que deja una sensación agridulce, por los que se fueron antes sin poder ser parte de él y porque ningún cierre es perfecto al 100%. ¿Podría haber acabado de otra forma Juego de tronos? Podría. Pero también es posible que otro camino no hubiese sido tan fiel al espíritu de una serie en la que se ha demostrado que un buen y bien argumentado discurso es mucho más poderoso que una espada de acero valyrio.
Ahora, sí, ya se puede llorar el final de Juego de tronos.
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