Madrid
Hay voces que mecen. Que incitan a sostener como si fueran salvavidas. La de Jorge Drexler, a la caza de la belleza, es una de ellas. Belleza y verdad, juntas y revuelas. Lo dice el artista uruguayo: “Tiene que haber un grado de belleza dentro de cualquier verdad que quieras contar”. La suerte de no ser periodista, se sonríe; “mi deber no es con la veracidad de los hechos sino con lograr generar emociones”. Y a ratos, hasta rescatarlas. Salvavidas de hielo es el nombre del nuevo disco que anda presentando tras tres años de silencio en los que ha aprovechado para emplearse a fondo en sus directos, para escribir y para cruzar el Atlántico una vez cada tres semanas, hasta que una especie de jetlag crónico le hizo parar, echar el ancla en su puerto que, desde hace tiempo, es Madrid, y entregarse a la dulce angustia creativa.
En vez de salir por el mundo a la caza de nuevas sonoridades, se quedó en casa. Y decidió agarrar su guitarra y exprimirla a fondo, hasta agotar sus posibilidades sonoras. “Quería hacer lo opuesto del surf, de andar por la superficie de las cosas”. Una especie de submarinismo musical. Drexler también aprovecha para darle otra acepción a la palabra austeridad en su nuevo disco. “Siento que tengo más libros de los que puedo leer y más discos de los que puedo escuchar. Siento que no termino de destrozar los zapatos antes de cambiarlos”. No quiere ir por la vida sin exprimirlo todo. Quizá por eso defiende lo efímero de Salvavidas de hielo: “No le resta valor a la vida saber que va a terminar”.
Con esa idea trabajó antes incluso de saber para qué la utilizaría. Primero, Salvavidas de hielo fue un poema, luego una canción, y ahora, el título que corona las 11 canciones de su disco. Cuando compartió sus pensamientos con su hermana, esta se preocupó: agua flotando sobre agua no salva a nadie. Él le respondió: “Creo que si somos conscientes de lo efímero, cualquier ocasión es buena para dar gracias y brindar”.
"He defendido muchas veces a Mujica y luego cuando he vuelto a Montevideo me acusaban de tener una visión idealizada"
Brindar, por ejemplo, por la primera mujer vicepresidenta de su Uruguay natal, Lucía Topolansky, senadora y mujer del expresidente José Mujica. Aunque se reserva la copa en la mano porque quiere esperar a llegar allí para opinar. “He defendido muchas veces a Mujica y luego cuando he vuelto a Montevideo me acusaban de tener una visión idealizada”, lamenta. “Hay que ver los cambios en perspectiva”, con la de un país muy pequeño encerrado entre dos muy grandes. Pero, con todos sus errores, “Uruguay se está volviendo sinónimo de libertad”, afirma Drexler. “Entre los casos de corrupción de España, la crispación política de Argentina y el deterioro democrático de Brasil, en general estoy orgulloso de que Uruguay se mantenga a flote en ese maremoto”.
Tropicalismo de Cádiz, guitarras de Ciudad de México
A caballo entre dos mares anda siempre. “A España se le ha dado muy bien crear géneros culturales y luego dejarlos morir”, y piensa en las guitarras barrocas, tan trabajadas en Centroamérica, y ya desterradas por acá. O en algunos estilos musicales que se dislocaron hasta perder el aquí y el allí y volverse de ida y vuelta: “Curiosamente encontré que muchas cosas de raíz española como el verso octosílabo, el romance, la rima alterna o la décima siguen estando muy vivos en el son jarocho de Veracruz, en el galerón de Venezuela, en Rosario (Argentina) y hasta en Panamá”.
"No conozco un lugar del mundo con el sentido del humor más afilado que el de Cádiz y sus carnavales"
Este Salvavidas de hielo suena muy español en México y muy heredero de la tropicalidad si preguntas a la gente de España. Jorge Drexler alimenta la paradoja: “Hay un territorio transatlántico que no responde a esa división categórica de aquí y allí”. Europa también baila y se ríe: no es tan seria como cabría esperar. No lo es el sur, al menos. “No conozco un lugar del mundo con el sentido del humor más afilado que el de Cádiz y sus carnavales”.
La sátira y la broma siempre ha sido muy de aquí, desde los tiempos de la picaresca hasta la era del tuit. La espontaneidad del baile, la ironía inteligente y las ganas de pasarlo bien acercan los ritmos que se hacen y se bailan en el sur andaluz a América Latina.
Canciones para después de una época
Pongamos Movimiento, el primer tema salvavidas del disco: ‘Estamos vivos porque estamos en movimiento/ yo no soy de aquí pero tú tampoco’ canta Jorge Drexler. Una canción que -él mismo lo reconoce- es hija de esta época. “Hay dos fuerzas contrapuestas: una, la guerrilla de la concordia, como la llama Antonio Escohotado, formada por personas que apuestan por la empatía; la otra, por aquellas que reafirman su identidad en la diferenciación entre el yo y el otro”, lanza. “Creo que el mundo se divide entre los que han comprendido que los problemas no se resuelven a nivel nacional ni de forma unilateral, y los que no”. Un vistazo voluntario a lo que pasa en Catalunya estos días.
"Nunca me han interesado las banderas ni los símbolos nacionales"
El músico, en este punto en el que anda el mundo, apuesta más por el movimiento que por la cerrazón, venga del nacionalismo que venga. “Nunca me han interesado las banderas ni los símbolos nacionales. Para mi fue un gran alivio venir a España y empezar a verle las costuras a la palabra ‘patria’, que es algo que se sigue mirando en América Latina con cierto romanticismo”. Un alegato contra la identificación nacional excluyente que no quita, por otro lado, el orgullo al terruño. Cuanto más lee sobre el conflicto catalán, más preguntas le surgen. Pero hay una para la que tiene la respuesta clara: “El eje del problema no se resuelve con la frialdad de la legalidad porque implica emociones a muchos niveles”.
Cohen en Chueca
Resuena durante toda la conversación una frase de Cohen, justo la que pronunció al recoger el premio Príncipe de Asturias: “Enfrentemos la adversidad con las armas de la belleza y de la elegancia”. Leonard Cohen compró su guitarra con olor a cedro a los hermanos Conde, en la calle Gravina 7, de Madrid, muy cerca de donde Jorge Drexler grabó este disco. Amor, verdad, belleza. Una tríada a la que aferrarse: “El amor como fuerza motriz, amor a una idea, amor a una especie, amor de pareja”. La verdad, la del viaje de ida y vuelta de las ideas, desde uno mismo hacia afuera. La belleza, en las comisuras de este Salvavidas de hielo.
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