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Por momentos, el discurso de Toni Negri se torna electrizante. Sucede cuando el avezado académico eleva la voz como poseído en su discurrir, entregándose a los aspavientos y arrojando en sucesivos decuidos sus anotaciones al suelo. Es entonces cuando el traductor instantáneo procede al balbuceo, incapaz de seguirle la pista al pensador postmarxista, cuando cesa como un resorte el cabeceo somnoliento del estudiante de políticas, y cuando el periodista más obtuso encuentra el titular que andaba buscando.
La cita con Negri se produce en un momento de profundo cuestionamiento del régimen constitucional del ’78, cuando la necesidad de un “proceso constituyente” que redefina nuestro marco de convivencia urge cada día más, al calor de las nuevas organizaciones que luchan por una salida democrática a la crisis que ponga fin a años de austericidio.
En este contexto, un tema que le preocupa muy especialmente al pensador italiano y que ya aborda en su última publicación El poder constituyente (Traficantes de Sueños, 2015), es el de “la autonomía de lo político”, una suerte de estrechez de miras intelectual que termina minando cualquier intento de salir positivamente de los límites de la horizontalidad del movimiento social. A este respecto, el autor recuperó anoche dos aspectos clave de la crítica politológica del partido político, a saber; los límites de la burocratización de la estructura-partido y las características del poder de mando, del liderazgo, de aquello que entendemos por “carismático”.
“El partido –apunta Negri– puede hacer de director de orquesta solo si cuenta con una base, sin dicha base la legitimidad no existe. Desde este punto de vista, rechazar la autonomía de lo político supone garantizar el funcionamiento del poder constituyente”. Se trata, a fin de cuentas, de no coartar esa “fuerza radicalmente democrática, reflejo de la potencia de la multitud” que en determinados momentos de la historia parece resurgir.
“Debemos acabar con cualquier constitución firme, tenemos que crear instrumentos jurídicos que nos permitan una dinámica continua en la que, efectivamente, ya no haya autonomía de lo político, sino la excelencia de lo político, reivindicar lo común y reestablecer la reglas por las que vivimos en común”. Solo así, afirma Negri, podremos mantener abierta la tensión revolucionaria.
Por último, y en clara alusión a la “centralidad del tablero” podemita, Negri matiza: “La izquierda se ha comportado de manera tan innoble, tan infame, que pronunciar su nombre quema automáticamente todos los caminos, hace mal, hace daño. Podríamos estar de acuerdo en no decir ya izquierda y derecha, pero el caso es que, cuando se nos pasa la rabia y reflexionamos tenemos que decir alto y claro que hay lucha de clases, y es de esto de lo que tienen miedo los amos de Frankfurt, o los del capitalismo financiero mundial”.
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