MADRID
Actualizado:Un siglo separa los pinitos de la Piquer en Broadway de ese cruce de caminos que es El Mal Querer de Rosalía. Dos extremos de una fértil cultura popular que se ha ido forjando a sí misma a base de silencios y privaciones. En Cosas nuestras la ilustradora murciana Ilu Ros (Murcia, 1985) extiende un salvoconducto entre dos mundos aparentemente ajenos; el de una joven que migra a Londres en plena crisis y el de su abuela Resurrección, hija de un país en blanco y negro.
Un homenaje de nieta a abuela por el que desfilan grandes de España de la talla de Concha Piquer, Lola Flores o Rocío Jurado, y en cuyo reflejo se miran desde la contemporaneidad artistas como Los Planetas, Pony Bravo, Nathy Peluso o la ya referida Rosalía. "Muchas veces caemos en el error de pensar que la transgresión y la lucha feminista son exclusivas de nuestra generación, cuando en realidad no es nada nuevo, estas mujeres demostraron agallas en un momento en el que lo tenían todo en contra", apunta Ilu.
Letras que nos hablan de amores inconfesables, pasiones y anhelos románticos, pero también de empoderamiento y reivindicación personal. Un elenco de estrellas cuyas tonadas redimieron tantas y tantas vidas que languidecían bajo el yugo de un marido o un señorito. Emigración, hambre y falta de libertades fueron curtiendo a una generación confinada en ese tiempo de silencio que les tocó vivir y que ahora, pasados los años, Ilu tiene a bien colorear.
"Me interesaba esa conexión entre nietos y abuelos porque, en cierto modo, encierra dos tiempos que se solapan". Es ahí donde fija su mirada Ilu, en esas tardes eternas en las que la nieta pregunta curiosa y la abuela responde mientras pasa la fregona o prepara un pollo. "Tendemos a imaginar a las personas que nos han precedido siempre con la edad que tenían cuando las conocimos, como si hubieran sido eternamente abuelas y vivieran ancladas en tu propio tiempo".
Un proceso mental ante el que Ilu se rebela. Lo hace a través del color, como si tras su paso por el laboratorio cromático de esta joven ilustradora el pasado dejara de ser remoto y cobrara vida. "Me cuesta imaginar que mi abuela, cuando tenía mi edad, ya era madre de cuatro hijos y había emigrado a Francia". Quizá sea ese el sentido de este libro, el de intentar ver de otro modo a la persona que admiramos, un esfuerzo por liberarla de esa vieja foto color sepia desde donde nos mira una veinteañera vestida de novia, como quien le pide las vueltas a ese vacío que es el paso del tiempo.
Un homenaje en el que Ilu le presta a su abuela sus referentes y esta le deja los suyos. Así es como las dos nos van abriendo su mundo, a través de ese diálogo entre Rosalía y la Piquer o entre Nathy Peluso y Lola Flores se nos va estrechando el tiempo, hasta el punto de que podemos tocar lo que fuimos, o mejor; podemos acercarnos a esas pioneras que nos permitieron ser lo que somos.
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