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La cineasta Erige Sehiri celebra la solidaridad de las hijas de la revolución en Túnez en esta película. Retrato de la nueva generación que se rebela ante la herencia de las mujeres que las han precedido, contado desde una soleada jornada en el campo.
Un día para contar una vida. Eso es lo que hace la cineasta tunecina Erige Sehiri en su nueva película, Entre las higueras, retrato de la generación joven, de las voces nacidas tras la Primavera Árabe, dibujado a través de unos temporeros que recogen higos en una soleada jornada en el campo.
Delicada y vital, la película es una inteligente y alegre reivindicación de la sororidad, en la que las chicas hablan entre ellas de sus deseos, de los hombres —"hay más cosas en la vida que los hombres"—, del trabajo, del matrimonio y del futuro, y en la que se rebelan ante la herencia de las mujeres que las han precedido. Son trabajadoras del campo, conscientes de las agresiones que todavía sufren las mujeres, de la necesidad de enfrentarse al dominante sistema patriarcal, pero decididas a resistir desde la energía de su juventud.
Estrenada en Cannes en la Quincena de Realizadores, la película ganó el Premio Ecoprod a la producción más sostenible de todo el certamen. Además, se alzó con el Premio del Público y una Mención Especial en el Festival de Cine Africano de Tarifa, y con el premio a la mejor música original en la Mostra de Valencia. Ha sido el título de inauguración del ciclo Ellas son Cine dedicado a las cineastas africanas.
La historia nació de una visita que hizo a unas temporeras en el campo, ¿qué vio en ellas para decidirse a hacer la película?
Es una región que conozco. He visto mis tías, mi abuela, mis primas… a todas estas mujeres que habría podido ser yo si hubiese crecido allí. Como digo a menudo, vi una especie de pintura, un cuadro impresionista, en el que yo podía imaginar las conversaciones y que llamaba a la imaginación. Y luego había algo que me obsesionaba desde hacía tiempo, que eran los sucesos de las mujeres de los camiones, que a menudo son víctimas de accidentes de carretera, en el camino que las lleva al trabajo.
¿Hay una intención con toda la película de reivindicación y celebración de la sororidad y, al mismo tiempo, de denuncia del dominio machista?
Sí, pero no sé si el machismo realmente es el corazón de la película, es más bien la cuestión de las generaciones, de la falta de oportunidades de la antigua generación que se perpetúa en la nueva generación, que, sin embargo, es mucho más consciente y que ha atravesado una revolución y tiene otras esperanzas. Es una película que habla de ciertos mecanismos que existen en nuestras sociedades y de esa relación hombres-mujeres, de ese lado un poco desconcertado de los hombres ante la liberación de la palabra de las mujeres. Mujeres que, a pesar de todo, siguen limitadas en su campo de vida, en sus posibilidades. Y, sí, la solidaridad es muy importante porque creo que son las mujeres las que son capaces de crear ese espacio de libertad, incluso cuando están encerradas o cuando las posibilidades son restringidas, mientras que los hombres, más bien, tienen tendencia a replegarse sobre sí mismos. Me parecía que era bello mostrar eso.
Para usted ¿es esa solidaridad entre mujeres lo más importante de toda la historia?
Sí, para mí esa solidaridad es una de las cosas más importante, pero es más bien la energía y los lazos que se crean entre los unos y los otros y la fragilidad de sus vidas y de su libertad, como pasa con el higo mismo. El hecho de que está en una región completamente abandonada, olvidada, por todos los regímenes anteriores, donde se sienten marginados respecto al resto del país. De alguna manera, en la película están todas las dualidades del interior. Pero lo que me interesa también es lo colectivo, cómo se las apañan, cómo se las arreglan juntos con tan pocas cosas que tienen.
El final, las mujeres cantando y sonriendo, apoyándose unas en otras, es una hermosa celebración de la condición de mujer, ¿es esa la intención de este remate de la película?
La verdad es que la idea de la película era en un principio un drama, porque contaba el último día antes de un accidente de carretera, así que toda la tensión de la película residía en lo que era ese último día. Pero al rodar la escena del camión, que es la primera que rodé, sabiendo lo que podía suceder justo después, fui incapaz de terminar la película con un drama. Porque lo que me interesaba finalmente era, al mismo tiempo, la especie de despreocupación del canto de las chicas jóvenes, un poco irónico, sarcástico, en contraste con la canción de Leila, una mujer mayor, que es más bien un canto en el que habla de sus sufrimientos. Lo que me parece interesante es cómo la nueva generación expresa sus sufrimientos, para ellos, la terapia es la ironía, es burlarse de los sufrimientos. Y al final se ve bien que las mujeres mayores miran a las más jóvenes sonriendo, pensando yo he sido también esta chica, y, al mismo tiempo, ahí está su mirada, están agotadas por la vida. Mientras que en las chicas jóvenes hay una especie de crescendo. Me parece que es un hermoso homenaje a todas esas mujeres y a ese colectivo. También hay hombres en el camión y eso era una manera de decirles hasta la vista. Hay que decidir, es el final del día, y no sabemos qué va a pasar con ellos.
Los campos de recogida son escenarios de muchas agresiones y violaciones, usted lo apunta, pero lo suaviza, ¿por qué?
Porque es un único día, no es el peor de los días, es el día en el que podrían pasar cosas. En cualquier caso, abro la puerta a esa posibilidad. Con una de ellas se siente que no es la primera vez que ha pasado algo así, que había habido esta tentativa antes. Creo que el drama no está necesariamente en la violación, sino en el hecho de que sea normal y que la vida continúa. Al final, en el camión, esa chica también ríe y sonríe, piensa en otra cosa. Creo que el drama es más fuerte cuando es algo cotidiano que cuando lo muestras yendo hasta el final de esa violencia, que podemos adivinar de todas maneras.
¿Las higueras sirven de metáfora de la condición de mujer, de su capacidad de acogida, de refugio, de producir frutos… y al mismo tiempo de la situación real que viven hoy las mujeres, frágil como las ramas de los árboles?
Sí, claro, el higo es la metáfora de la madurez de esas chicas, porque, como los higos, no están todos maduros al mismo tiempo. La fragilidad de las ramas que se rompen, del higo que es en sí un fruto muy frágil, que no se puede tocar varias veces porque pierde su valor y tiene además, una connotación sexual, femenina... Por lo tanto, la fragilidad de esa fruta en general es un poco la fragilidad de sus vidas.
También parece hacer un juego con la relación de las mujeres con la naturaleza, ¿es así?
Es cierto que son delicadas en sus gestos, pero sobre todo las jóvenes. Pero es también una generación que arrastra un poco los pies. Y eso también me hace gracia, mostrar que no se desloman trabajando, al contrario que las mujeres mayores. Quizás también sea un cliché decir esto, depende de los días también y del jefe. Y a mí me fascina, por ejemplo, cómo se acuestan en el suelo a pesar de que haya piedras. Y me acuerdo de que cuando ensayábamos para los planos en el suelo, como vienen del campo, cada vez que les pedía que se sentasen de cierta manera, eso no funcionaba. Y cuando les decía, venga, sentaos como queráis, de pronto era un verdadero cuadro porque saben cómo poner su cuerpo sobre la tierra, es bastante increíble ver eso. Y eso tanto en los hombres como en las chicas, pero es cierto que me parecía que era aún más bello con las mujeres.
Hay una mujer mayor que denuncia a los otros trabajadores, ¿es el reflejo de los tiempos de dictadura en el país?
Sí, todavía hay viejos mecanismos de países de dictadura, de corrupción, y me parecía importante que se sintiese todavía lo que queda de todo eso. Es verdad que no se lo reprochamos a esa mujer, en el fondo no se lo tenemos en cuenta porque sabemos que gana cuatro duros. Me parece interesante también, en la escena siguiente con una chica, Melek, que devuelve el dinero al jefe por orgullo. Creo que hay una nueva generación de la revolución que tiene una relación diferente con el poder.
Es una historia de mujeres jóvenes en una zona rural, donde hay menos oportunidades para ellas, parece que su única libertad es elegir entre estudiar o casarse, ¿es así?
Sí, a menudo es eso, el matrimonio es, incluso hoy en día, una puerta de salida, un escape. Pero al mismo tiempo, el personaje de Fide se niega, rechaza esa fatalidad. Elige más bien el trabajo o los estudios antes que el matrimonio. Para Sana, en cambio, el matrimonio es un fin en sí, su futuro ya está trazado. Y es cierto que en un país en plena crisis económica y política hay una especie de vuelta hacia atrás en las relaciones familiares que están ligadas a la fragilidad económica, que hace que las mujeres también puedan retroceder, volver hacia atrás. Se pueden volver a fragilizar colocándose en la situación inferior anterior. El hecho de que ganen cuatro duros, de que trabajen y de que estudien… esperamos que el porvenir de Fide no será el porvenir del presente de Leila.
Rodó en el campo, al aire libre, con muchas limitaciones, ¿qué dificultades encontró y qué beneficios sacó de ello?
Lo que a menudo son las limitaciones en un proyecto radical y con una identidad para la película y, al mismo tiempo, una limitación incluso en términos de puesta en escena, pero me permitía dedicarme a lo que para mí era lo esencial, que son los rostros y las voces, en hacer llegar las voces de ellas. Lo que era muy hermoso era estar libre, ser libre de todo tipo de artificio. Es una película que ha costado poco o, digamos más bien, que es una película que hemos hecho con poco dinero y, sin embargo, nos ha hecho llegar lejos. Así creo que hay que trabajar con un equipo pequeño, eso me sirvió para crear esa intimidad, esa autenticidad que buscaba con los actores. Creo que habría sido más complicado con un equipo más grande. Esta película tenía que hacerse de esta manera. Contar un día para contar toda una vida. Además, era para mí un desafío como cineasta y también una apuesta, porque es un proyecto de película al que nadie se habría unido simplemente por el guion. A veces hay, simplemente, que creer en tu propia visión, ir hasta el final y transmitir lo que tienes ganas de transmitir.
¿Por qué decidió rodar con actores no profesionales?
Porque quería rodar en esta región en la que hay un acento muy particular que se margina, que cuando aparece en televisión es para burlarse. Y me parecía que sería muy fuerte para Túnez que se escuchara el acento real original. Y no hay actores que vengan de esa región, así que quería que fuese una oportunidad para ellos de mostrar su talento.
¿Qué ideas aportaron ellos a la película?
Escribimos los diálogos, pero no fuimos estrictos con ellos, cambiaban continuamente durante los ensayos y durante el rodaje. Y lo que hacía era que a veces no les daba todos los diálogos a todos los actores. Unos tenían diálogos, otros no los tenían. Y algunos improvisaban. Era un proceso muy orgánico y creativo. Es cierto que participaron unos más que otros en función de sus capacidades para proponer cosas, pero el guion como tal, es decir aquello que sucede en la historia, eso ya estaba escrito. Aparte de una escena, que es la escena del viejo que viene a echar la bronca a Fide. Él era un trabajador agrícola que estaba trabajando en los árboles mientras rodábamos la escena de la disputa y cuando oyó a Fide hablar de los hombres, se sintió tan ofendido que bajó del árbol. Y rodamos la escena con Fide improvisando. Fue un momento extraordinario que está en el tono de la película, cuando no era una escena prevista, ni un actor previsto. Él debía creer que hacíamos un documental, no comprendió lo que estábamos haciendo. Luego se lo explicamos. Es una de mis escenas preferidas, de hecho.
Una historia sobre todo de mujeres, con un equipo liderado por mujeres: usted, las otras guionistas, la directora de fotografía, la productora… ¿cuánto necesita Túnez (y el resto del mundo) la mirada de la mujer desde el cine para conseguir un mundo igualitario?
Creo que hace falta una diversidad de las miradas para encontrar una cierta verdad que esté lejos de los estereotipos y de los clichés. Así que es necesario. En Túnez tenemos mucha suerte porque las mujeres están cada vez más presentes, muy presentes, en la industria del cine, y creo, de hecho, que el cine tunecino nunca ha tenido tanto éxito como desde esta presencia de las mujeres, aunque tengamos directores maravillosos hombres. Pero, lo digo a menudo, ahora los jóvenes intentan dar la vuelta a las cosas diciendo que solo se habla de mujeres, que tenemos ventajas… pero estadísticamente es falso. Además, llegamos en uno de los periodos más difíciles para el cine, estamos en una crisis de la industria del cine. Y es aún más difícil hacer películas hoy en día o en cualquier caso que hoy sean vistas. Pero, a pesar de todo, esta situación del cine coloca a la mujer en una posición de resiliencia y, forzosamente, las situaciones incómodas empujan a las mujeres a hacer grandes cosas.
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