Madrid
El siciliano Luca Guadagnino, director de culto cinematográfico, da el salto al formato serie con We Are Who We Are, un título para quienes admiran la escuela del ritmo tranquilo, el preciosismo en cada plano y las tramas vitales de personajes, en este caso niños y adolescentes, en busca de su sitio en el mundo. Se estrena este martes en HBO, que produce junto a Sky, y consta de 8 episodios.
Fraser (Jack Dylan Grazer) es un chaval neoyorquino al que el cambio de destino de una de sus madres, Sarah (Chloë Sevigny), a una base militar situada en el sur del Veneto (Italia) le rompe por completo tanto su vida como sus esquemas. A sus 14 años aún no ha definido por completo su personalidad y está en esa fase de búsqueda que tanto juego da a las ficciones con adolescentes como protagonistas. Ellos y las relaciones con sus progenitores en un ambiente pretendidamente estricto son parte del interés que puede llegar a despertar We Are Who We Are a lo largo de los dos primeros episodios vistos antes del estreno.
La clave para que el planteamiento de su autor funcione reside en conseguir que tanto Fraser como Caitlin (Jordan Kristine Seamón) importen al espectador. Si se produce la conexión con sus historias, sus complejas personalidades y sus idas y venidas, el resto es un camino hacía la resolución de sus conflictos personales plagado de escenas y planos calculados hasta el más mínimo detalle. Guadagnino no renuncia en ningún momento a su marcado estilo y le dedica minutos a lo que para otros podría ser poco más que una línea de guion o parte del atrezo sin más apostando por una fotografía cálida destinada a dar vida a un lugar tan frío e impersonal como puede ser una base militar.
Para romper con ese autoritarismo y rigidez que se le presupone en un ambiente así, el cineasta italiano, que escribe, dirige y produce, recurre a varias herramientas. Por un lado, el vestuario colorido de, por ejemplo, Fraser. También la música. Esa que suena en sus cascos y a la que acude cuando quiere alejarse de lo que le rodea compartiéndola con el espectador. Por otro, la luz y poner el foco en los adolescentes y su arrollador comportamiento mientras de fondo se suceden los ejercicios marciales.
Todo eso es solo parte del escenario creado para dotar a la historia de un universo propio dentro de uno mayor. Se trata de un pedazo de Estados Unidos y su cultura encastrados en Italia. De ahí que idiomas, gastronomía y, por qué no decirlo, formas de ver la vida convivan continuamente. Aunque, más allá de eso, lo que a Guadagnino le interesa es lo que ocurre con Fraser, Caitlin, su grupo de amigos y su viaje existencial.
Él, tímido y fuera de lugar, se mantiene al margen sin dejar de buscar ser parte de un conjunto ya hecho en el que, al menos en apariencia, no parece encajar pese al interés que ha suscitado en una de las chicas, Britney (Francesca Scorsese). Ya desde la primera escena y el número que monta por la pérdida de una de sus maletas se sobrentiende que no se trata de un chico 'fácil', pero la escena con su madre biológica a los tres cuartos del primer episodio demuestran lo poco usual que es el lazo entre ambos.
Con Caitlin pasa algo similar, aunque ella goza de una personalidad más abierta sin que parezca que le importe mucho lo que piensen su novio y su hermano. En su caso, la relación más cercana la tiene con su padre (Scott Mescud), mientras que le cuesta comunicarse con su madre (Faith Alabi), que se entretiene haciendo pasteles con la bandera estadounidense para los recién llegados al vecindario. Tan poco cerca están ambas que cuando tiene su primera menstruación, es a su padre a quien se lo comenta y no a ella.
We Are Who We Are es una de esas series 'bonitas de ver', como suele decirse, en la que los acontecimientos transcurren con calma. En los dos primeros episodios se puede ver cómo Guadagnino juega con el tiempo. No solo por el ritmo, sino porque ofrece los mismo hechos desde distintos puntos de vista conformando un puzzle mucho más amplio del que cabría en una sola mirada. Empieza con la de Fraser, pero en el segundo capítulo pasa a la de Caitlin regresado a acontecimientos ya vistos en el primero.
La serie está ambientada en 2016, el primer año en la Casa Blanca de Donald Trump y, pese a tener como protagonistas a militares y sus hijos, las alusiones al presidente de Estados Unidos se limitan, al menos de entrada, a algún que otro vídeo o noticia de fondo y a unas gorras que compra el padre de Caitlin con el lema Make America Great Again (MAGA). La acción está en la playa y en las escapadas nocturnas a la tirolina.
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