Este artículo se publicó hace 16 años.
El guitarrista español que deslumbró a Leonard Cohen
Javier Mas conoció a Cohen en 2006 y desde entonces le acompaña allá donde toca
Javier Mas es uno de los guitarristas más completos y eclécticos del reino Mediterráneo. Toca la bandurria, el archilaúd, la guitarra de 12 cuerdas, la eléctrica... y lo ha hecho –desde que en 1961, con 9 años, se estrenara en el Teatro Principal de Zaragoza tocando la bandurria con la Rondalla del maestro Peirona– junto a Raimundo Amador, Maria del Mar Bonet, Milton Nascimento, José Mercé, Manolo García, Jackson Browne, y este domingo con Leonard Cohen, en el FIB.
Es un enamorado de la música de Ry Cooder –como él dice, “mi maestro en la distancia”–, pero, que nadie le toque a Bob Dylan. One too many mornings es una de sus canciones favoritas. Solía tocarla en Londres, en los años 70, cuando se fue a hacer el hippy. Después bajaría a Madrid, donde conoció a Raimundo Amador, que en aquellos días estaba con la Familia Montoya teloneando a Lole y Manuel. Con Raimundo seguiría bajando hasta los negros pozos del blues y del flamenco, para acabar en el Polígono Sur de Sevilla, donde se gestó el nacimiento del histórico Veneno. “Pero Raimundo y Kiko Veneno practican una relación de amor-odio incontestable y Raimundo se vino a Barcelona, para tocar con mi banda, Big Chief, que había formado con Steve de Swardt, Neil Geoffrey y Andreu Simón”, nos cuenta Mas.
Lo que siente es lo que toca
Javier tiene una relación muy buena con el ritmo y la guitarra de blues le permite expresar casi todo lo que siente. Big Chief se convierte en una referencia fundamental en la escena underground barcelonesa y su roja Gibson acompaña a algunos de los mejores bluesmen: Albert Collins, Elvin Bishop y Eddie Bo.
Sin embargo, Mas buscará su virtuosismo en el ámbito de la música popular española y, en particular, la música mediterránea, especializándose en el toque del archilaúd, instrumento que fue la debilidad de Manuel de Falla. Con él acompañó a la Orquesta del Liceo de Barcelona, junto al tenor Jaume Aragall y compone sus primeros “ritmos de amalgama” para Maria del Mar Bonet.
Después de fundar el grupo de música mediterránea Meridiana, junto a Luigi Cabanach, Andreu Ubach y Jordi Rallo, Javier grabaría con este último el álbum Tamiz (Mas & Rallo, 2000), una obra de fusión que cruza de un solo salto la onda mediterránea con la gangética raga, el delta del Mississipí hasta la orilla gnawa. Para profundizar en este viaje musical sin fronteras, Javier se alía con el cantante magrebí Abdeljalil Kodssi - del que acabará produciendo su álbum Oulad Fulani Ganga (2006), el percusionista griego Dimitri Psonis y el flautista hindú Shyam Sunder: “Mi música brota de mí y luego busco a los músicos con los que llevarla a cabo. A los nueve años ya oía música árabe en la radio. En casa teníamos una radio galena, la llamábamos “el radio busca” porque mi padre siempre andaba buscando emisoras extranjeras. Luego, hace unos 25 años, viajé a Marruecos, donde escuché en la plaza del Mercado de Marrakech una música que me impactó. Toqué con algunos músicos y me compré un disco de Hamid Zahir”, que reconoce haber escuchado toda su vida.
Tamiz también se inspira en el folk de Woody Guthrie y encuentra sintonía con el trabajo de Ry Cooder y el violinista hindú V.M. Bhatt en A Meeting by the River (1993). Se trata, sin duda, de un álbum de homenajes, un destello que da paso a una luz propia que le permite a Javier cribar un resultado esencial que crece en el interior del oyente hasta convertirse en algo orgánico: “Los músicos actuales tenemos que construir nuestro propio lenguaje y las influencias son muy variadas. Sin embargo, a mí me gustan los géneros puros, como el flamenco y el blues”, explica.
En 1998, Javier participó en un disco de homenaje a Jackson Browne, Cántame mis Canciones, obra en la que destacaban las colaboraciones de Enrique Urquijo, Kiko Veneno, Jabier Muguruza, Maria del Mar Bonet y Loquillo, al alimón con otros músicos cercanos al cantante californiano: David Lindley –que firma con Ry Cooder la BSO de Paris, Texas–, Bonnie Raitt y Jennifer Warnes, corista de Leonard Cohen.
Acordes para LeonardY llegó 2006. Mas recibió el encargo de llevar a cabo la dirección musical de un homenaje a Leonard Cohen, que se realizó a lo largo de 7 conciertos y se materializó en un doble CD y DVD, con el título de Acordes con Leonard Cohen (Discmedi, 2007), un proyecto gestado con el deseo de enriquecer la obra del cantante canadiense con algunos ingredientes de nuestros géneros más genuinos: flamenco y música mediterránea.
Evidentemente, en este contexto el papel de Javier sería fundamental. La participación de los cantaores Enrique Morente, Duquende y el grupo Son de la Frontera, la guitarra flamenca de Toti Soler, el pop de Santiago Auserón, Luz Casal y Christina Rosenvinge, amén de la destacada “colaboración familiar” de la actual compañera de Cohen, Anjani Thomas, el hijo de Cohen, Adam Cohen, la corista de sus últimos discos, Perla Batalla, y dos de sus colegas de los años 60 en NY, John Cale y Jackson Browne, redondeaban un cartel exquisito.
Fue un homenaje que despertó el entusiasmo y la curiosidad de Cohen hasta el punto de descolgar el teléfono y llamar a Javier para que se uniera a sus filas. En febrero, Javier viajó a Los Angeles para iniciar los ensayos previos a la gira internacional que devolvía a Cohen a los escenarios después de 15 años de ausencia.
Arreglos musicales como el firmado para la versión de The gypsy’s wife –interpretada por Duquende en el homenaje– fueron la clave. Concretamente, esta canción tiene el elemento incorporado de la bandurria que le da un sonido muy característico, que es precisamente lo que le gusta a Cohen. “En realidad, mi aportación al repertorio es sencilla, porque me limito a interpretar melodías que me sugieren las diferentes canciones, añadiendo la sonoridad de instrumentos españoles”, como la bandurria y el archilaúd.
A los 74 años, Cohen mantiene sus constantes vitales a buen tono, y sus canciones ponen al alma contra las cuerdas vocales. Sus recitales conservan el rito característico de sus giras: la comunión entre público y sacerdote es absoluta, todos de pie nada más entrar éste en escena.
El repertorio no incluye ninguna canción nueva, sino que se formula a partir de una amplia selección de sus temas más célebres: Hallelujah, Suzanne, Dance me to the end of love, Manhattan, Take this waltz, etc. Como él mismo cuenta, “Leonard es un pozo de inspiración continua. Canta desde lo más hondo, sin dar espacio a la frivolidad. A veces tengo que esconder la emoción debajo del ala de mi sombrero”.
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