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Actualizado:Volkswagen, BMW, Allianz, Dr. Oetker... son algunas de las multinacionales alemanas más ricas del mundo. Ya disponían de un importante capital cuando el 20 de febrero de 1933 cerca de dos docenas de empresarios acudieron a una cita con el recientemente nombrado canciller del país, Adolf Hitler. El líder del Partido Nazi explicó a los magnates que, si lo apoyaban, también estarían protegiendo sus fortunas.
Con esta historia comienza David de Jong su libro Dinero y poder en el Tercer Reich (Principal de los Libros), una investigación exhaustiva sobre las dinastías más ricas de Alemania y su oscuro pasado con el régimen nazi. "Las empresas privadas no pueden mantenerse en la época de la democracia", sostuvo Hitler en aquella reunión de 1933, según recupera De Jong.
El Partido Nazi vivía unas condiciones muy precarias, pero consiguieron un millonario fondo ilegal para las elecciones
El Partido Nazi juntó a estos magnates con el único propósito de crear un fondo ilegal para financiar la campaña de las próximas elecciones el 5 de marzo. La organización vivía en ese momento unas condiciones muy precarias. Sin embargo, los empresarios reunieron tres millones de marcos, unos 18 millones de euros actualmente. El resto es historia.
El mito de la desnazificación
Los magnates alemanes que impulsaron el ascenso de Hitler no eran nacionalsocialistas convencidos, sino más bien capitalistas convencidos, explica a Público David de Jong. "Estas familias ya eran increíblemente ricas antes de que Hitler alcanzara el poder y eran capaces de prosperar en cualquier sistema político, fuera democrático o autoritario. Por eso eran ricas en el régimen nazi y lo siguen siendo ahora".
El autor de Dinero y poder en el Tercer Reich defiende que "la desnazificación es un mito". Los Juicios de Núremberg fueron "un proceso legal lleno de fallos" y dibujaron una "línea recta" para la hegemonía desde el régimen totalitario de Hitler hacia la República Federal de Alemania.
El bloque occidental jugó un importante papel en la continuidad del dinero y el poder de estas dinastías. Estados Unidos protagonizó un proceso de democratización en la Alemania capitalista como defensa frente al bloque soviético. "El error fatal fue que devolvieron cientos de miles de presuntos criminales de guerra nazis y perdonaron a los simpatizantes", lamenta De Jong.
La URSS expropió a las dinastías alemanas del régimen nazi, pero en la zona capitalista mantuvieron su fortuna
Estas familias pudieron mantener los bienes que habían robado o las compañías que todavía dirigían en la Alemania occidental, mientras que los socialistas expropiaron todo lo que tenían en el este. "Las compañías, las fábricas, las casas, los terrenos... De algún modo, la Unión Soviética los castigó de una forma que ingleses, franceses y estadounidenses podrían haber imitado", considera el autor, y sentencia que "el contraste no podría haber sido mayor".
La trampa de las investigaciones independientes
Muchas de estas dinastías han realizado investigaciones a cargo de historiadores independientes para estudiar el pasado de sus empresas. Una muestra, a priori, de compromiso con la responsabilidad histórica. Sin embargo, De Jong critica que no son más que lavados de imagen para las familias y sus negocios con el mero objetivo de apaciguar a los medios.
Los hallazgos de estas investigaciones se publican en alemán y la gran mayoría carecen de traducciones, lo que reduce enormemente la audiencia. Los círculos en los que se difunden los estudios son pequeños y están ya desensibilizados con los asuntos del régimen nazi. "Un público global es mucho más sensible", comenta De Jong, pero rara vez logran estas historias un alcance más allá de lo local.
Los hallazgos de estas investigaciones se difunden en círculos muy pequeños, denuncia David de Jong
Además, "si un ciudadano alemán critica a una de estas familias, pueden preguntarle qué hizo la suya durante la guerra", explica el autor. "Quizás tu padre o tu tío eran parte de las SS o puede que tu madre o tu abuela militaran en el Partido Nazi", de modo que las dinastías desacreditan a sus opositores alemanes.
De esta forma, las multinacionales mantienen sus grandes fundaciones, premios, museos o sedes corporativas "en nombre de hombres que cometieron crímenes de guerra nazis, pero sin enseñar dichos crímenes, sino celebrando sus éxitos en los negocios y fingiendo que nada ha pasado, sin asumir la responsabilidad histórica ni moral".
Verena Bahlsen, heredera de la industria familiar que comercializa las famosas galletas Leibniz, afirmó en 2019 que su empresa "no tiene nada por lo que sentirse culpable", recoge el libro. Los Bahlsen explotaron a 700 mujeres deportadas como mano de obra forzada durante el régimen de Hitler, por lo que este comentario causó un enorme revuelo. La familia anunció una investigación independiente para disipar las polémicas. Verena Bahlsen es ahora la accionista principal de la compañía.
Como los Bahlsen, están los Quandt, que llevan la industria de BMW; los Flick, primeros propietarios de Daimler-Benz, la actual Mercedes-Benz; los Oetker, dueños de las famosas pizzas congeladas con el mismo nombre; los Von Finck, cofundadores de la aseguradora Allianz; o los Porsche-Piëch, que crearon los gigantes automovilísticos Porsche y Volkswagen.
Desmemoria y auge de la extrema derecha
La ignorancia histórica sobre el pasado reciente es un factor en el auge de la extrema derecha, afirma De Jong. "Si no empujas a los alemanes o a cualquier país a recordar a través de la presión pública, no querrían recordar lo que pasó". Sin embargo, el populismo radical que representa el partido Alternativa para Alemania (AfD) también ataca esta misma cultura del recuerdo tan idiosincrática del país.
En Alemania siempre ha vivido una ciudadanía mayoritariamente conservadora, explica De Jong
"Mucha gente está cansada de escuchar lo que sucedió aquellos años. Miran a Estados Unidos y su esclavitud; a Reino Unido y su historia colonial; a España y Franco; a Italia y Mussolini... y se preguntan por qué son los únicos a los que se les señala", aduce el autor. En este contexto, junto a un pasado cada vez más lejano y borroso, nace la AfD, un partido cuyas filas más radicales incluso llegan a negar el Holocausto.
Pese a la cultura del recuerdo, en Alemania siempre ha vivido una ciudadanía mayoritariamente conservadora. "Su núcleo moral y político siempre ha sido muy tradicional y anticuado", considera David De Jong. "Los sentimientos, ya sean racistas, xenófobos o antisemitas, todavía perviven" y la gente los expresa cuando siente que es seguro hacerlo, añade.
Las dinastías que analiza Dinero y poder en el Tercer Reich son los actores políticos y económicos más representativos de la (des)memoria. "Les pedimos que hagan algo por recordar, pero barren la historia debajo de la alfombra, lo cual es muy representativo. Si los agentes más poderosos del país no quieren regirse por las reglas de la sociedad, ¿qué vas a esperar de un ciudadano de a pie?"
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