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Quizás el gusto por lo amargo se eduque con la edad, aunque ellos eran unos chavales cuando irrumpieron entre los frivolones de la movida con su aura romántica, pomposa, traumática, atormentada, introvertida, siniestra y surrealista. Sí, aquello —ni pop, ni rock— también sería bailable, deudores en cierta medida de Mario Pacheco. El gran timonel de la discográfica Nuevos Medios terminaría guiando su arriesgada travesía hacia lo latino, como prueban Colecciono moscas o La Reclusa. Una nueva ola exótica y sombría.
La introversión de Germán Coppini, cuyas letras de calado llegaban hasta lo más hondo, era amortiguada por tres músicos de empaque que le daban a todo, del funk a la electrónica: en plena movida, sabían tocar, del mismo modo que los textos del cantante sorprendían por su madurez —o, acaso, habría que llamarlo desconsuelo, pesimismo o desesperanza—, porque no basta con ser un ávido lector para tener pluma, una de tantas virtudes del santanderino adoptado por la movida viguesa.
Golpes Bajos parecían sonar bajo un cielo plomizo. Tal vez Vigo era así cuando dos compañeros de colegio, raritos en gustos y aficiones, decidieron juntarse para concebir unas canciones que parecían hijas de un orvallo perseverante y una bruma opaca, aunque musicalmente la luz se abría paso entre la oscuridad. Era el faro del teclista Teo Cardalda, que se encaramaría años después a las listas de ventas con el dúo Cómplices, para lo que debió soltar el lastre existencialista de los versos de Coppini, ya maldito a los veintiuno.
Sumaron al bajista Luis García y al guitarrista Pablo Novoa, un virtuoso de las cuerdas que, con el paso de los años, se convertiría en un polivalente instrumentista de campanillas. Ejerció como uno más de la banda —La Marabunta y Mastretta, el grupo de Nacho—, como escudero de lujo —Los Enemigos, Julieta Venegas, Josele Santiago o Bebe— y como solista, cruzando el Atlántico en solitario o recalando en Barbate, donde contagió de electricidad la guitarra acústica de Nono García.
Tres discos en tres años —Golpes Bajos, A santa compaña y Devocionario—, aunque habría que precisar que dos eran minielepés y el larga duración apenas regalaba a los oídos media hora de música. Había tanto en tan poco: No mires a los ojos de la gente, Malos tiempos para la lírica y Cena recalentada son imperecederas, si bien en su testamento también figura Desconocido, ese impotente canto la desamistad, palabro que indicaría pérdida y no enfrentamiento —o sea, enemistad—, del mismo modo que el desamor no es sinónimo del odio.
Volvieron de aquella manera, sin alcanzar el esplendor del brillante trienio. El remedo —sin Pablo ni Luis— no remendó lo descosido: la banda había implosionado y sus causantes corrieron distinta suerte. Carrera errática la de Coppini, meteórica la de Cardalda. El cantante, quien había salido por patas de los primeros Siniestro Total, fue reivindicado por Maga hace una década. En el ínterin, sus proyectos no cuajaron, desubicado en una industria a la que no le interesaban los tiempos del frontman.
Eran propios de un artesano: sus ciclos no cuadraban con los de quienes lo rodeaban. Él precisaba madurar su enésimo proyecto, el reloj se le echaba encima y sus colaboradores se desesperaban. Una forma imprecisa de explicar que cuando había montado una banda, le sobrevenía otra nueva, aunque ninguna coagulaba. Germán era como un ebanista paciente y dubitativo atrapado en el Ikea durante un concurso de montaje acelerado de estanterías Billy. Esa deriva —en soledad o en compañía de otros: Nacho Cano, Anónimos o Lemuripop— indicaba que, efectivamente, los malos tiempos para su lírica habían llegado. En 2013, tras grabar un disco y cuando se disponía a defenderlo en directo con Néctar, un cáncer de hígado se lo llevó por delante a los 52 años.
Es ahora, décadas después, cuando Golpes Bajos es reivindicado por quienes cayeron hipnotizados por ellos. No resultaba un grupo fácil y hasta podía resultar indigesto para muchos —obviamente, su propuesta no era comercial—, pero provocó adicción entre los que osaron a adentrarse en su halo de misterio. ¿Era la voz de Coppini un gancho o un lastre para ganar adeptos? ¿A qué sonaría la música de Cardalda sin las letras de Germán? Cuando ambos se enemistaron, todo se fue al traste, por lo que cabe pensar que en Golpes Bajos uno no podía existir sin el otro. Los fans decían adiós a una banda de leyenda.
Xavier Valiño forma parte de los que se engancharon a ella y no pudieron quitarse. Tras hablar con vivos y muertos, transcribió horas y horas de conversaciones con los miembros del grupo y sus satélites. El resultado es el libro Escenas olvidadas. La historia oral de Golpes Bajos, editado por Efe Eme y prologado por Iván Ferreiro, quien también los ha homenajeado en el disco de versiones Cena recalentada, editado por Warner y producido por Novoa. “Fue un grupo que me marcó y mi intención es tanto darlo a conocer a las nuevas generaciones, como recordárselo a quienes lo disfrutaron en su momento”, explica el periodista y escritor.
Su intención, más allá de lo conocido, es descubrir la vida subterránea de Golpes Bajos, antes incluso de su formación. La historia oculta detrás de cuatro músicos y, sobre todo, el interlineado humano de la banda. Para ello, cede la voz a sus protagonistas, sin meter mano en el relato: “Si lo narrase yo, correría el riesgo de entrometerme, por lo que preferí que ellos contaran directamente su vida y su trayectoria. Además de resultar un formato menos gastado, quizás así le llegue más a los lectores que con mis propias palabras”.
Xavier Valiño —quien ya había publicado una biografía sobre Elvis Costello e investigado sobre las portadas de discos censuradas por el franquismo— deja claro que el libro no es un ejercicio nostálgico, por lo que les habría dedicado igualmente su tiempo si hubiesen irrumpido en la escena de los setenta o de los noventa. “Golpes Bajos es un grupo que te llega o no te llega, pero si lo hace te caes rendido ante él. No es una formación que ames u odies, sino que entra o no en tus coordenadas musicales. Del mismo modo que hay voces que te encantan o te repelen, la de Coppini no restó, sino que fue un atractivo”.
El crítico y autor de Escenas olvidadas desmenuza a continuación la claves del grupo vigués, vigilado de cerca por el guitarrista Pablo Novoa. Sus respuestas llegan desde el plató del programa de Buenafuente, Late motiv, cuya banda dirige con la batuta del mástil de su guitarra. Al igual que ha hecho Valiño con su libro, estructurado por conceptos, a partir de ahora la voz recae en el biógrafo y en el portavoz de los biografiados.
Vigencia
Pablo Novoa: En la época se nos valoró bastante, pero luego emprendimos una travesía por el desierto, hasta el punto de que hubo cierto olvido. Tal vez se debió a que el camino que tomó cada uno no dio indicios de alcanzar el nivel de la estela que habíamos dejado. Ahora, gracias al libro y al disco de Iván Ferreiro, llega el reconocimiento, que ha alcanzado a las nuevas generaciones.
Xavier Valiño: El valor que tuvieron en su momento se debió al pasado que tenían Luis, Pablo y Teo como músicos, pues habían tocado en otros grupos y aportaron una experiencia de la que carecían otras bandas de la movida. En ese sentido, ellos sólo veían esa destreza en Radio Futura. La calidad de las letras de Coppini no tenía parangón, producto de sus lecturas, lo que le llevó a introducir en los textos nuevos giros y un léxico diferente. Sólo admite la comparación Santiago Auserón y su alter ego, Juan Perro. Hoy, Golpes Bajos sigue siendo un grupo moderno, pues sus canciones no han envejecido nada.
Singularidad
Pablo Novoa: La banda era un contrapunto continuo entre piezas muy bailables y letras muy duras; entre un punk de guitarras agresivas y voces cercanas al canto gregoriano. En resumen, lo singular fue una mezcla de ingredientes que contrastaban entre ellos.
Xavier Valiño: Como bien ha entendido Pablo Novoa y así me lo comenta en el libro, su punto fuerte era el equilibrio. Si le quitas los textos, el grupo sería un poco ñoño. Pero si le quitas esas melodías bailables, sería una banda densa y amarga.
Calado
Pablo Novoa: Fuimos muy intensos, aunque en la movida hubo otras propuestas musicales con muchísima fuerza. Nosotros aportamos letras ácidas y armonías potentes, textos duros y acordes suaves. Alguna melodía no parece compleja, sin embargo el ritmo es muy elaborado.
Xavier Valiño: Contaron las cosas de otro modo, un elemento consustancial al grupo y que aporta un extra de calidad que no tenían otros. Ahora bien, eso mismo —su alergia a lo superficial— pudo provocar que no llegasen más lejos. Alaska, con los Pegamoides y con Dinarama, tuvo un éxito superior con unos textos no tan elaborados, por poner un ejemplo. Ahora bien, la crítica siempre apreció a Golpes Bajos, si bien su repercusión no se tradujo en ventas. Resulta curioso que Teo Caldarda, tras disolver la banda y fundar Cómplices, llegase a un público mayor con unas letras más sencillas.
Coppini
Pablo Novoa: Después de Golpes Bajos, Germán fue un tío incomprendido. Era muy intenso y no se le entendió en el universo de la música mainstream. Cuando las discográficas vieron que no tenía mucho éxito en solitario, dejaron de hacerle caso. Todos hemos cometido errores en nuestra carrera y Germán no fue una excepción. Hay cosas que hizo hizo bien y otras, en cambio, no.
Necesitaba un buen compositor y dio demasiados tumbos. Él quería hacer las cosas con sumo cuidado y no terminó de encontrar a una persona con la que poder trabajar un disco tranquilamente. Tenía otro ritmo y nadie le aguantaba una trayectoria larga, de ahí que enlazase un proyecto tras de otro.
Por otra parte, se aventuró en proyectos muy arriesgados y se movía en un terreno underground, lo que hacía difícil que llamase la atención de la industria. No obstante, siempre tuvo energía, intentaba montar nuevos proyectos y algunas iniciativas tienen mucho mérito.
Xavier Valiño: Coppini fue el primer solista de un grupo exitoso que se lanzó en solitario, como luego harían Ariel Rot, Jaime Urrutia, Santiago Auserón o Andrés Calamaro. Él abrió el camino, pero a principios de los noventa se encontró con que las bandas de la década anterior habían sido ignoradas o incluso repudiadas por los nuevos músicos. Como ha sucedido en tantas ocasiones, mataron a la generación anterior. Al mismo tiempo, la industria, al ver que Germán no conseguía la misma repercusión que Golpes Bajos, dejó de apoyarlo.
Solo, Coppini no pudo reproducir la química de Golpes Bajos, porque no contaba con las armonías de Teo y de Pablo. Y, por su parte, Teo tampoco contaba con las letras amargas de Germán. Sin embargo, eso hace que Cómplices alcance el éxito, pues los textos eran menos ácidos y las melodías, más asequibles. Digamos que al dulcificar la fórmula de Golpes Bajos, logra llegar a un público mayoritario, porque no hay que olvidar que Cardalda es un excelente melodista.
Pacheco
Pablo Novoa [declaraciones extraídas del libro de Xavier Valiño]: El que creía desde un principio en nosotros era Mario Pacheco, pero en poco tiempo el grupo creció mucho, se comentaba nuestra carrera y fuimos incrementando nuestro caché muy rápido.
De la canción Colecciono moscas tiene mucha culpa. Él nos pasaba casetes de música de distintos estilos: flamenco, jazz, new age y mucha salsa, entre ellos Willie Colón, la Fania All Stars, Copito de Nieve... Así que Germán me encargó que compusiera algo en esa línea, dado que yo tocaba bossa nova, boleros, y me iban ese tipo de ritmos [...]. También tuvo su influencia en La reclusa, en nuestro intento de hacer punk latino o un sonido afterpunk desmarcándonos de lo anglosajón.
Mario hacía lo que podía con los medios que tenía [...]. Para nosotros fue como un padre musical. Era un tipo que sabía mucho de música, alguien con una visión amplia de las cosas, con una gran sensibilidad. En lo que a mí respecta, fue una persona muy importante en mi trayectoria: me daba cuenta de que estaba hablando con un hombre muy culto, con una persona que poseía una gran visión artística y conceptual de las cosas, que entendía los discos como una obra en su conjunto [...]. De su mano entramos en contacto con Ceesepe y empezamos a saber quiénes eran El Hortelano, Ouka Leele, etcétera.
Xavier Valiño: No sé si el director de Nuevos Medios era la persona más adecuada para ellos, porque no tenía artistas pop en su catálogo. Sin embargo, escuchó a Golpes Bajos, se quedó alucinado y grabó el primer disco con pasión. Pacheco también ejerció de mentor musical cuando les descubrió la salsa y otros sones, que incorporaron a su repertorio alentados por sus recomendaciones.
No cabe duda de que Nuevos Medios —que luego ficharía a La Mode— fue el mejor sello para Golpes Bajos. Con una multinacional, podrían no haber corrido la misma suerte. Fueron tentados y, de hecho, llegaron a comer en Casa Lucio con gente de EMI, pero decidieron seguir con Mario. Una buena decisión, porque el último minielepé no hubiese sido aceptado por una compañía grande, pues Devocionario era más difícil que los anteriores. Además, Pacheco les dio la idea de ilustrar la portada de su debut con una ilustración de Ceesepe, por no hablar de las imágenes promocionales de la banda, pues Mario era muy buen fotógrafo. Ahora que lo pienso, casi nadie lo hubiera hecho como él.
Fugacidad
Pablo Novoa: Nos convertimos en una banda mítica probablemente porque no nos dio tiempo a cometer grandes errores. Aplaudo las carreras largas, como la de Radio Futura, que pese a los altibajos tuvo una evolución magnífica. Nosotros fuimos efímeros y sacamos de la chistera los mejores conejos. Eso podría haberse desarrollado maravillosamente o convertido en algo artísticamente más flojo. Golpes Bajos mantenía su intensidad o perdía la esencia. Como fuimos tan fugaces, no nos convertimos en unos horteras, pero tampoco en unos grandes de la música española.
Xavier Valiño: No hubo tiempo para editar más discos, por lo que sus canciones nunca llegaron a mostrar signos de decadencia. Su nivel, cuando desapareció la banda, estaba en lo más alto. Eso les ayudó a convertirse en un grupo de culto, aunque quizás nos privó a los fans de otras excelentes canciones. ¿Lo bueno si breve...? Su obra fue tan exigua que puede resumirse en setenta minutos de música, diecinueve canciones y un prólogo. Hasta el único álbum que publicaron era brevísimo, pues apenas duraba 31 minutos, cuando se daba por hecho que un elepé debía superar los treinta minutos. ¡Solo regalaron un minuto más! Y, para ello, tuvieron que incluir una versión de Come Prima, de Tony Dallara.
Ferreiro
Pablo Novoa: El planteamiento fue muy audaz: toda la discografía de Golpes Bajos, cantada por una sola persona. Eso responde a la decisión artística de alguien consciente de que debe hacer algo de valor, mas el resultado tal vez no guste a los oyentes que tenían mitificada a la banda. Ahora bien, no puedes hacer algo en función del público y el disco de Iván artísticamente es irreprochable.
No fue un trabajo fácil. Había que revisar la música y, en ese sentido, anduvimos con pies de plomo. Mantuvimos la esencia, pero sin las ataduras de ese respeto hacia la canción original tan propia de principios del siglo XX. Hoy la gente ve razonable los cambios en una versión, por lo que no buscamos actualizar el repertorio. Sin alejarse del original, jugamos a un nuevo mundo creado por Ferreiro a partir de canciones de Golpes Bajos.
Xavier Valiño: El disco me parece magnífico, porque Pablo está detrás como productor. Iván ha hecho un esfuerzo por llevar esas canciones a un público nuevo, independientemente de que a la gente le guste su voz o considere un sacrilegio ponerse en el lugar de Coppini.
Ruptura
Pablo Novoa: Nos separamos porque estábamos exhaustos. En sólo tres años habían ocurrido demasiadas cosas. Al principio, con sólo cinco canciones, teníamos que dar conciertos de una hora. Luego, preparar un elepé a toda prisa para asentar al grupo. Estábamos continuamente trabajando, éramos unos chavales sin gran madurez y eso provocó roces.
Teo y Germán se cansaron, porque sus percepciones musicales empezaron a ser diferentes y terminaron yendo por caminos distintos. Cuando les ofrecieron otras oportunidades, dejaron de romperse la cabeza con el grupo y montaron proyectos por su cuenta.
Xavier Valiño: Hubo varias razones, según los miembros del grupo. Luis y Pablo se quedaron viviendo en Vigo y se sintieron descolocados en el último disco, que fue compuesto en Madrid sólo por Germán y Teo. Entonces, por consejo de Mario Pacheco, Cardalda empezó a trabajar en otras bandas y Coppini se tomó a mal que no se centrase en Golpes Bajos.
Germán le echó la culpa a mánagers, discográficas y terceras personas. Traducido: la gente que estaba a su alrededor les decía que si grababan en solitario iban a tener el mismo éxito. Como había un conflicto personal entre ambos, ¿por qué soportarlo? La salida era que cada uno tomase su propio camino, les comentaban. Durante una temporada, Germán y Teo trabajaron en colaboración y amistad, pero en un momento dado Coppini tenía una novia y Teo se casó. Al entrar en juego más personas, tenían ya también otras opiniones. Aunque convendría matizar: no es que sus parejas influyesen tanto en sus decisiones, sino que ya no eran ellos escuchándose sólo el uno al otro
En realidad, Coppini y Cardalda, más que grandes amigos, estaban muy centrados el uno en el otro y se apoyaban mutuamente. Al comienzo de su carrera todo iba bien, mas a partir del segundo y, sobre todo, del tercer disco terminaron enemistándose. Hasta el punto de que, cuando iban de gira, llegaron a tener camerinos separados en los conciertos.
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