Entrevista a Fino Oyonarte"La felicidad no está en lo sofisticado, sino en tomarte unas cervezas con los colegas en un concierto"
Madrid--Actualizado a
Fino Oyonarte (Almería, 1964) regresa el 10 de febrero con un nuevo disco en solitario, Arrecife (Buenaventura), que presentará ese mismo día en el festival Microsonidos de Murcia. Después de desgranarlo durante este otoño, este viernes lanza su cuarto single, Avanzar, que apuntala un álbum vitalista a cargo de una de las figuras más emblemáticas del indie y del rock de este país: fundador de Clovis y Los Eterno, bajista de Los Enemigos y productor de Los Planetas o Lagartija Nick, una faceta que retoma diez años después con el nuevo álbum de Surfin' Bichos.
Homenajeó a sus padres en Huellas en el tiempo, perteneciente al disco anterior, y ahora vuelve a hacerlo en La vida es un sueño.
Amor también se la dedico a mi madre en señal de agradecimiento por el cariño que nos dio. Cuando mi padre se quedó solo, me decía: "¡Qué suerte tuve de estar con ella durante setenta años y de querernos tanto! La vida para mí es un sueño". De ahí el título de la canción.
Me considero afortunado por haber tenido unos padres que aceptaron que en 1986 me viniera a Madrid a lo loco para tocar el bajo con Glutamato Ye-Yé, cuando podría haber estudiado. Siempre les he agradecido que considerasen importante que yo me dedicara a lo que realmente me apasionaba.
¿Uno disfruta de sus padres cuando es niño y cuando se hace mayor? Tras un paréntesis, ¿los recupera con el paso de los años?
Yo los recuperé, porque a los diecisiete años quería estar en la calle con mis amigos. En la adolescencia uno se lleva mal con los padres, pero ellos fueron muy comprensivos conmigo. Luego, conforme me fui haciendo mayor, tuve una relación de tú a tú; y en los últimos tres años de su vida bajaba casi todos los meses a verlos. De hecho, el primer disco lo compuse prácticamente en la playa.
¿Uno termina de crecer cuando se queda solo? ¿La edad adulta empieza cuando fallecen los padres?
Depende, porque hay gente que ha tenido unos padres muy duros o con los que era difícil mantener una relación. Los míos se quisieron mucho y nos transmitieron su amor. En todo caso, yo me sentí adulto antes de su fallecimiento. Ahora que no están, los echo en falta, como si estuviese más solo.
Sueños y tormentas lo publicó a los 53 años. Quizás la experiencia lo ayudó a facturar una ópera prima madura, donde se desnuda y va al grano: el amor, la muerte, el paso del tiempo, el ser humano como hoja caduca…
Claro que ayuda. Yo tenía que descubrir lo que quería contar y cómo hacerlo. Era un reto, porque llevaba mucho tiempo en la música y necesitaba expresarme. Lo hice de forma sencilla y sincera, como soy yo. En ese sentido, el productor Carlos Hernández me ha dicho: "Cuando escucho tu disco, me parece que estoy contigo, a tu lado". Mi energía está enfocada a seguir escribiendo con una voz propia, a mí manera y de lo que conozco.
¿Le ha resultado más fácil escribir las letras de Arrecife? ¿Uno aprende a escribir?
Me cuesta mucho escribir canciones. Es un trabajo que me da un poco de vértigo, aunque he tomado la determinación de seguir escarbando. Mis letras ahora quizás son más autobiográficas, si bien trato temas que afectan a todos: el agradecimiento, la creatividad, el miedo, lo que te ilusiona en la vida, el amor, la muerte... A veces tengo la sensación de que hago discos de autoterapia [risas]. Como creo que dijo José Ignacio Lapido: "No sé si el mundo necesita otro disco mío, pero yo sí".
Una voz personal en carne propia, una canción del yo: íntima, transparente, confesional.
La mayoría son confesionales, aunque Entre tú y yo es una ficción sobre el desamor. Curiosamente, a César Verdú le recordó a One of Us Cannot Be Wrong. Algo muy raro, porque la compuse de un tirón: ¿quizás se me quedó dentro cuando de joven mi hermano escuchaba a Leonard Cohen y yo a Leño? [risas]
En alguna canción también hay ecos de The Beach Boys.
A tu lado es una canción muy Beatles. Avanzar, muy George Harrison. Y Forma de ser, mi pequeño homenaje a Pet Sounds. De hecho, en 2013 ya había editado el ensayo de Charles L. Granata sobre la creación de ese disco de los Beach Boys, Wouldn't It Be Nice (Libros de Ruido).
Hay ornamento y arreglos, pero no artificio. Tampoco en las letras, sencillas. ¿Menos es más?
He vivido las canciones muy adentro. Me sonaban en la cabeza, como si estuviese en una casa vacía, solo con seis cuerdas y mi voz. Entonces empiezas a pintar una pared o a cambiar los cuadros de sitio. Es decir, la ornamentación tiene el propósito de jugar con el decorado, porque los temas, en sí mismos, se sostendrían con la guitarra y el piano.
Dice que no puede cambiar su Forma de ser. Sin embargo, sufrió un infarto que le hizo reordenar sus prioridades, como el deseo de grabar un disco en solitario. Desde entonces, ¿qué más ha cambiado?
No es una frase lapidaria: significa que debes aceptar como eres. Ahora tengo muchas ganas de vivir, de hacer canciones, de transmitir mi mundo a nivel creativo, de aprender, de leer libros, de disfrutar con mis amigos... Vivamos el momento, porque la felicidad no está en lo sofisticado, sino en tomarte unas cervezas con los colegas en un concierto.
En este disco ha vuelto a separar la paja del grano vital, es decir, a prestar atención a lo verdaderamente importante.
Hay mucha reflexión y me hago muchas preguntas. En Naufragar, por ejemplo, planteo que debemos hacer las cosas por el mero hecho de hacerlas. O sea, por disfrutarlas, sin pensar en el resultado o en el éxito que vayamos a tener. Te sentirás bien y, además, harás sentir bien a otras personas.
Da la impresión de que en Arrecife ya no hay miedo a naufragar.
Tras el segundo paso que he dado con este álbum, mi carrera en solitario se va encarrilando. Debo compaginarla con Los Enemigos, mi grupo de toda la vida, pero el camino está abierto y le seguiré dedicando mi tiempo y mi pasión.
Siempre se ha implicado hasta el tuétano en cada proyecto. ¿Qué cambia cuando trabaja solo o, mejor dicho, en solitario?
En este disco han colaborado catorce músicos, entre ellos Phillip Peterson, un arreglista de cuerda estadounidense que ha trabajado con artistas como Lana del Rey, St. Vincent o Lady Gaga. Además, ha participado Raúl Bernal, a quien conocí a través de La vida que amo, el disco de homenaje a Rafael Berrio, uno de los compositores más importantes que ha habido en este país.
"Siempre he agradecido que mis padres considerasen importante que me dedicara a lo que me apasionaba"
No hay tiempo para citarlos a todos, pero también está presente Joaquín Pascual, quien luego me implicó en el nuevo disco de Surfin' Bichos. Los he ayudado en la producción, una tarea a la que no me dedicaba desde hacía diez años.
Cuando uno dirige la orquesta, pese a estar rodeado, ¿se siente solo?
La soledad está ahí. A la hora de componer, necesito abstraerme, aunque luego he tenido la suerte de que me arropase César Verdú en la producción. Lo bueno es que eres tu jefe y tienes más libertad de acción. Sin embargo, dependes de tus movimientos: si un día no tienes energía, la bicicleta no se mueve. Debes estar siempre pedaleando.
¿Qué sueño le falta por cumplir?
¿Uno solo? Yo soy muy abusón [risas]. Mejor no soñar mucho para no frustrarse. Bueno, no le voy a hacer caso a Cioran, porque mi motor han sido los sueños. Y uno de ellos es seguir haciendo discos.
En fin, Arrecife, como Sueños y tormentas, es un carpe diem.
Sin duda, hay canciones muy optimistas. Joan Vich me comentaba que da la sensación de que es melancólico y, al tiempo, vitalista. Como decía Elliott Smith, se puede extraer belleza de la melancolía. Y este es un disco de redención.
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