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Actualizado:El mundo al revés. La crítica despedazó sin compasión Top Gun en 1986, aquella película de Tony Scott tan ochentera y que recordamos estupendamente hoy. Al público sí le gustó, fue un súper taquillazo. Y ahora, de nuevo los críticos han dictado sentencia y han elevado a la gloria la nueva Top Gun: Maverick, cuando en realidad no es más que un viejo montón de tópicos aún más viejos, lugares comunes de los peores blockbusters americanos.
Funcionará en taquilla, seguro, para eso toda la promoción —ésta, sí, espectacular— que se ha marcado Tom Cruise. Entretendrá, para eso la habilidad del director Joseph Kosinski en la realización de las escenas de acción. Animará el panorama cinematográfico, muy de capa caída hoy tras la pandemia y la poderosísima invasión de las plataformas. Y, después de las palabras de Cruise en Cannes —"nunca estrenaré en plataformas"—, tal vez, algunos decidan regresar a las salas a vivir la inigualable experiencia colectiva del cine. Virtudes, sin duda, de esta vuelta a los cielos a bordo de los aviones de combate más veloces y sofisticados del mundo.
Pura nostalgia
Han pasado más de treinta años y Pete Maverick Mitchel, a punto de perder su carrera para siempre, recibe el encargo de formar a los nuevos pilotos de élite para una misión tan peligrosa que parece casi suicida y que requiere unas habilidades extraordinarias. Cruise volando otra vez, en los aviones más modernos y adelantados al principio y, finalmente, en un F-14 Tomcat, el caza que protagonizada la película original. Pura nostalgia rodeada de guiños a los ochenta y con la reaparición de Val Kilmer como Tom Iceman Kazanski, ahora alto mando del Ejército y 'rescatador' de Maverick para la escuela de pilotos.
Afectado el actor hace años de un cáncer de garganta, el personaje que interpreta Kilmer se comunica con su antiguo amigo a través de la pantalla de un ordenador y una empresa británica ha recreado con inteligencia artificial su voz para las pocas palabras que pronuncia en la gran pantalla. Nueva tecnología al servicio del cine, que, en este caso y por expreso deseo de Cruise —protagonista y productor—, se ha empleado lo menos posible. Las dos condiciones inalterables que puso el actor para hacer la película fueron volver a contar con el productor Jerry Bruckheimer y rodar sin imágenes generadas por ordenador.
Topicazos a la americana
De nuevo, más virtudes de una película que, por otro lado, parece una competición. ¡A ver qué película es capaz de superar el número de 'topicazos' a la americana que exhibe ésta! Discursos de inspiración y coraje, el héroe encarándose a los jefes ostentando un 'maravilloso' espíritu rebelde; un hijo hablando, en el momento crucial de la misión en el aire, con su padre muerto, esperando su consejo; el protagonista decidido a pagar sobradamente las deudas con su pasado, el enfrentamiento testosterónico de los dos mejores pilotos de la escuela, el retintín del Ejército con sus altos mandos acartonados, mientras son los soldados 'de verdad' los que se juegan la vida en cada operación; la 'chica' de entonces, todavía enamorada; la playa y la puesta de sol, las gafas estilo Ray Ban para tierra y las Aviator para el aire; la moto de gran cilindrada…
Y todo ello sin contar con la prohibición de mostrar arrugas —a no ser que seas Ed Harris—, ni una sola imperfección en el cuerpo, por supuesto, ni medio gramo de grasa concentrada ni en el lugar más escondido; la obligación de tener tableta de abdominales y unos músculos bien definidos… Aunque sean necesarios unos cuantos retoques, mejor que se aprecien estos —que sí, se aprecian, a veces, mucho—, a que este ejercicio de melancolía juvenil revele ni el más mínimo defecto.
Película para el cine
"Ha llegado la hora de pasar página", escribe en su ordenador Iceman en el reencuentro con su amigo Maverick. Maverick se resiste. Tom Cruise, también. Se ha resistido todo lo que ha podido, aunque, es verdad, que parece no haber perdido el sentido común y ya se ha encargado de anunciar en el Festival de Cannes que no habrá ninguna continuación más. Lo ha hecho por todo lo alto, con una Palma de Oro Honorífica en la mano y como el gran valedor del cine en salas.
Allí, en la sala Debussy, ante las preguntas del periodista Didier Allouch —nadie tiene la más mínima duda de que estaban pactadas— Tom Cruise interpretó perfectamente su papel. "No tiene nada que ver escribir para el cine que para la televisión. Y yo hago películas para la gran pantalla. Hago películas para el público, porque yo también formo parte de ese público".
"Pertenezco al viejo Hollywood, he aprendido a bailar, a cantar, a pilotar helicópteros…" declaró en el festival, donde no perdió la oportunidad, siempre pensando en la promoción de su película, de visitar la Patrulla Aérea francesa. Llegó a Cannes pilotando él mismo un helicóptero, levantó aplausos apasionadísimos, y, como reluciente abanderado del cine americano de las grandes producciones, arrebató todo el espacio que pudo al cine de autor, que hasta no hace mucho había reinado en la tierra de Cannes.
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