Barcelona
Actualizado:Radu Mihăileanu, el director de cine rumano afincado en Francia desde 1980, estrena en España su nueva película La historia del amor: “En mi película, el personaje huye de la llegada de los nazis y lo pierde todo: casa, lengua, país. Lo único que lo mantuvo con vida fue el amor”. Público ha hablado con el director en el marco del Festival de Cine Judío de Barcelona, que ha ofreció una retrospectiva de sus películas.
¿Por qué una película sobre el amor? ¿El público no la encontrará caducada?
Precisamente por eso. Cuando di con la novela de Nicole Krauss en la que se basa la película me conmovieron dos cosas. Por un lado, el protagonista se asemejaba a mi padre: cuantas más tragedias vivía, más se aferraba a los chistes. Y por otro lado, el contraste con el mundo actual: aún existen personas extraordinarias que viven solo a través del amor. Entonces me dije, tengo que hacer esta película, aunque sea completamente contraria a nuestros tiempos.
¿Quiere decir que el amor es ahora una especie de tabú?
Si lo miramos a lo largo de los siglos, creo que es la primera vez que pasamos por una crisis del amor tan fuerte, como humanidad, quiero decir. Y eso se percibe en nuestras sociedades a cualquier edad, el miedo, el miedo a enamorarse y a ser amado. Es un miedo que por primera vez se vuelve colectivo, está ahí, en toda la sociedad, la modela. El ser humano ha vivido siempre el amor de una manera más trágica o más cómica, pero no existía este miedo enloquecido. Y este miedo se refleja en todas las demás crisis.
Las crisis bancarias y el amor tendrán poco que ver…
"Creo que es la primera vez que pasamos por una crisis del amor tan fuerte, como humanidad, quiero decir"
Para mi todas las demás crisis de las que hablamos, incluidas las políticas o económicas son una consecuencia de la crisis del amor. Las crisis financieras o el cambio climático son también una crisis de la capacidad de amar de la gente. Mira el cambio climático, es una crisis de egoísmo. Sabemos que si seguimos así, dentro de cincuenta años se producirán inevitablemente desastres naturales. Lo sabemos, y a pesar de ello no somos capaces de cambiar nuestro estilo de vida para ser solidarios con nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Es puro egoísmo. Lo mismo ocurre con el egoísmo económico. La historia nos ha enseñado muy bien que en los momentos en que hay una tensión mundial tan aguda, tan polarizada entre gente con mucho poder adquisitivo y gente muy pobre, el resultado es el conflicto. Lo sabemos, es cíclico. La riqueza existe, pero la concentra un 8% de la humanidad. Sabemos cuál será el resultado y a pesar de eso no hacemos nada.
La ambición de mi película es hablar del poder que uno tiene gracias a su capacidad de amar, del amor como un lazo en la sociedad. El personaje de mi película se salva a través del amor. Quiero que el espectador diga: “¡Caramba! Si un ser humano es capaz de amar así, yo también tengo esta fuerza, soy capaz de amar así, cualquiera es capaz de amar así”.
En la película, el personaje Leo consigue escapar a los nazis, huye a EEUU y allí empieza de cero. ¿Qué le queda a Leo?
Le queda el amor. En mi película, el personaje huye de la llegada de los nazis y lo pierde todo: casa, lengua, país. Lo único que lo mantiene con vida es el amor. La historia se inspira también en la vida de mi padre, que fue deportado a un campo, se escapó de allí y vivió en la clandestinidad. Pero lo que mi padre conservó siempre, igual que el personaje de la película, fue la fe en la vida, en las personas (que no en la humanidad), y en el amor y el humor como antídotos para todas las tragedias del mundo. Y es lo que me ha gustado de este personaje, Leo, que también atraviesa todas las tragedias posibles e imposibles. Arrasan su pueblo, sobrevive como un animal en el bosque, pero lo que le mantiene vivo es el amor hacia una mujer que para él es real y a la vez es ficticia. Y este amor le salva, como a todos nosotros.
Creo que mi personaje es una metáfora interesante para el mundo contemporáneo, cuya capacidad de amar y sobre todo de imaginar la vida y la comunidad está en crisis. Hay un dicho gitano que dice “Cuando estás en el fondo del hoyo, tal vez debas dejar de seguir cavando”. Tal vez salgamos a la superficie cuando la gente se aburra del cinismo, y aparezca otra moda contraria a la frialdad y al cinismo.
¿Cómo ha respondido el público después de ver la película?
Lo interesante tras los pases es que había muchos espectadores que salían de la sala desestabilizados emocionalmente. ¿Por qué si lo sabemos no paramos?¿Por qué el Facebook nos enloquece?¿Por qué tenemos miedo de enamorarnos cuando solo soñamos con estar enamorados? ¿Por qué el miedo al abandono, a la mentira, etc.? ¿Y por qué uno se entrega a este miedo?
Los jóvenes se identificaban más con los personajes mayores de la película y los mayores con la chica, la adolescente de la película que retoma la historia del amor. Y los jóvenes se enamoraban de Leo, un abuelo, por cómo habla, qué dice, cómo lo dice.
La comunicación entre las generaciones, otra ausencia…
En eso también se nos ha ido la olla: “¡Qué me va a decir un abuelo! No tiene nada que decirme, lo llevaré a una residencia de mayores...” Y esta capacidad de escuchar que desaparece es amor. Estoy hablando del amor como lazo dentro de la comunidad y la sociedad.
Usted llegó a Francia en los años 80 y en sus películas hay muchos mundos…
Sí, llegué en 1980, solicité asilo más tarde y me acogieron en Francia. Fui bien acogido, tuve la suerte de que me ayudara una familia, hablaba francés antes de llegar, conocía la literatura y el cine francés. Yo iba allí también para amar un lugar, no solo para sobrevivir. Pero nunca he negado mis identidades rumana y judía.
¿No cree que las políticas identitarias, tan de moda en la actualidad están aumentando el racismo en Europa?
Convertir a las personas en ciudadanos de segunda siembra hoy la semilla de la violencia del mañana
Aunque hayan nacido en Europa, a algunos de los hijos de los inmigrantes se les sigue llamando inmigrantes de segunda generación, o tercera... Pero, ¿por qué se les llama así si han nacido y estudiado aquí? La discriminación, el hecho de convertir a las personas en ciudadanos de segunda siembra hoy la semilla de la violencia del mañana. Tenemos que vivir juntos, no cabe otra opción: esta es la belleza de nuestro mundo y la responsabilidad de cada uno.
Fíjate también en los debates sobre inmigración. Es increíble las controversias que están despertando en Europa. Hace unos años era indiscutible que las personas cuya ciudad se encontraba bombardeada a diario, que buscaban refugio, debían ser acogidas. Eso estaba claro como la luz del día. Hoy algunos se preguntan, ¿deben o no deben ser acogidos? No entiendo por qué se preguntan eso. ¿Cómo se ha llegado a ese nivel de indiferencia?
Otra de sus películas, "El Tren de la vida", habla del mundo judío en Europa del Este. ¿Qué queda hoy en día de este mundo?
En la actualidad, en Rumania existe una comunidad judía de tres o cuatro mil personas. Mi padre procedía de una ciudad del norte de Rumanía donde más de mitad de la población era judía. Hablamos de alrededor de 400.000 personas. La guerra, las deportaciones y la dictadura acabaron con todo. Pero aún queda su espíritu, así como el idioma yidish, que aún sobrevive. También la música klezmer, la literatura, y una manera de ser y de pensar que me son muy cercanas. Recuerdo que al hacer El tren de la vida, en la que me centro en la persecución nazi, me costó financiar la película, porque iba a hablar con la gente y me preguntaban: “pero espera, la película ¿es una tragedia o es una comedia?”. Esta es nuestra cultura, el humor como antídoto a la barbarie.
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