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Actualizado:Greg Daniels, creador de Upload, abre de nuevo este viernes las puertas de Lakeview, ese resort virtual al que van a parar las consciencias de quienes puede pagárselo cuando su cuerpo muere. Regresa con la misma frescura, el mismo ritmo trepidante y la misma capacidad de enganchar con los que sorprendió en 2020, cuando entró entre las mejores series estrenadas aquel año de confinamiento y muchos maratones seriéfilos. La segunda temporada de Upload es tan buena y adictiva como lo era la primera. O puede que incluso más. Por delante, siete nuevos capítulos.
Recapitulando, la acción dejó a Nathan congelado en blanco y negro en su triste cuarto de tercera clase en Lakeview después de que su ex, Ingrid, apareciese ante él para soltarle el bombazo de que había decidido sacrificarse para pasar el resto de la eternidad virtual junto a él. Fuera de ese mundo, en el real, Nora huía tras acabar con quien la perseguía. La acción se retoma prácticamente en ese momento. Nathan se reactiva gracias al crédito infinito de Ingrid, que quiere recuperarle a toda costa mientras él, que no le dice que no, sigue intentando dar con el paradero de Nora. Tarea complicada desde su 'nube' ya que ella ha borrado todas sus huellas digitales y se ha mudado a una suerte de comuna activista en contra de la tecnología llamada The Ludds.
La trama central de Upload continúa dividida en dos. Por un lado, saber si Nathan murió accidentalmente o fue todo un complot empresarial contra él y, en caso afirmativo, quién lo organizó y con qué fin. Por otro, la gran pregunta, ¿acabarán juntos Nora y Nathan? Más allá de eso, las subtramas de secundarios van ganando peso y, gracias a un buen trabajo de guion y de casting, funcionan tan bien e interesan tanto como las principales. Es otro de los muchos aciertos de esta serie. De hecho, tiene unos cuantos que equivalen, cada uno de ellos, a una razón para verla.
El primero de ellos es que aunque Upload lleva puesto el traje de comedia romántica de ciencia ficción, en realidad es mucho más que eso. Es un thriller de misterio. Una crítica certera y cargada de ironía al sistema capitalista que te persigue incluso después de muerto y al cinismo de quienes lo sostienen. Un drama sobre la obsesión y las relaciones enfermizas. Un baño de realidad sobre la maternidad (punto extra por esa trama en esta temporada). Y una mirada al espejo de ese miedo tan humano a desaparecer. Algunas de esas ideas estaban en la primera tanda de episodios. Ahora profundiza en ellas y suma otras.
El segundo acierto entronca directamente con el primero. Y es que en una serie donde hay tantas capas y se tocan tantos géneros al mismo tiempo, no extraña que, a su vez, quepan tantos temas. Todos ellos tratados con tanto cuidado como tino. En la primera temporada se hablaba mucho de una cuestión tan relevante en un mundo donde la tecnología da pasos de gigante como el derecho a la privacidad, por ejemplo. En esta se va un paso más allá con la entrada en escena de un plan/programa que genera un importante debate moral sobre el asunto. La discusión sobre el medioambiente también estaba, como el egoísmo como forma de vida, el ego o la lucha de clases. A esto se suman el activismo y sus límites, si todo vale o no cuando la causa que se defiende se entiende como justa, y el estrés postraumático. Un punto, este último, que cobra especial relevancia en un contexto como el actual tras dos años de pandemia.
Otro de esos grandes aciertos es el casting, que en su mayoría repite después de funcionar a la perfección en la primera. Upload no habría tenido el éxito que tuvo en su estreno de no haber sido por la química que existe entre Robbie Amell (Nathan) y Andy Allo (Nora). Pero tampoco sin secundarios como Kevin Bigley (Luke) y Allegra Edwards (Ingrid), más protagonistas en esta nueva temporada y con subtramas más profundas para ellos. Mención especial también para Owen Daniels, ese botones, recepcionista y chico para todo en Lakeview que se diversifica aún más en esta nueva entrega hasta el punto de que su rostro –se ve en el tráiler– es el que dan a lo bebés artificiales llamados prototykes. Acierto en el reparto y en el guion. Son personajes bien construidos, con una evolución notable y que no se limitan a ser cara o cruz. Todos ellos (la IA no contaría en este caso) acometen acciones cuestionables, pero también tiene sus cosas buenas. Son humanos, son reales. Y eso les hace, a su manera, entrañables. Incluso cuando actúan mal se puede llegar a entender por qué lo hacen.
Una cuarta razón para dejarse llevar al mundo que plantea Upload es precisamente ese futuro cercano tan fácilmente reconocible y embelesador a partes iguales. Porque los avances que propone no son ni descabellados ni parece que vayan a tardar mucho en llegar, lo que le da cierto toque de cercanía al escenario. De hecho, el propio Daniels, en un saludo dirigido a los periodistas antes de acceder a los capítulos, enumeraba una serie de inventos llegados entre el lanzamiento de la primera y la segunda temporada que, desde su punto de vista, "demuestran que cuando sitúas tu mundo en un radio de 15 años en el futuro, el presente te alcanza rápido". En este sentido, hay algunas novedades asombrosas y otras divertidas que es mejor no desvelar.
Por último, el formato de Upload es de consumo rápido. Sus siete episodios, en torno a la media hora de duración (con alguna excepción), tienen un ritmo vertiginoso que invita al maratón. Son adictivos, rápidos y cada uno acaba con un momento que no hace más que invitar a seguir. De hecho, verla de otra forma que no sea del tirón parece poco probable. Una vez que se empieza es imposible, salvo una cuestión de disponibilidad insalvable, parar de hacerlo hasta llegar a un final que promete una tercera temporada aún más complicada para todos y, a la vez, aún más apasionante.
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