MADRID
"He visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea". Son palabras del prefacio de El mundo de ayer, la autobiografía que escribió Stefan Zweig en sus últimos años, en los que confesó el pavor que le producía pensar en el mundo entero invadido por la Alemania nazi. Olvidado durante décadas, su pensamiento reapareció hace unos años fortalecido por su humanidad y su sorprendente actualidad. La cineasta Maria Schrader también lo recupera ahora en Stefan Zweig: adiós a Europa, una película imprescindible que levanta la voz contra la barbarie.
Lejos de ser un biopic convencional, el filme se convierte en una crónica intelectual y emocional de los años de Zweig en América, tras escapar de la persecución nazi, y en una reflexión acerca del papel social de los artistas. Un recibimiento por todo lo alto en Brasil en agosto de 1936 abre paso en la película —protagonizada por Josef Hader— al Congreso de Escritores del P.E.N. en Buenos Aires, donde Zweig levantó una agria polémica al negarse a denunciar públicamente el nazismo. “Cada gesto de resistencia carente de riesgo o de impacto no es más que afán de protagonismo, es solo una forma de arrogancia”.
Su estancia en 1941 en Bahía y en Nueva York, donde se reencontró con su primera esposa, y el final de su vida, el suicidio en Petrópolis, en noviembre de aquel año, completan un recorrido necesario. La utopía de una Europa Unida sin fronteras permaneció con él a pesar de tanta atrocidad. Y en la carta que dejó a su muerte deseó “a todos mis amigos que lleguen a ver la aurora al final de esta noche tan larga! Yo, demasiado impaciente, me adelanto a ustedes”.
¿Por qué decidió hacer una película sobre Stefan Zweig? ¿Cree que es uno de los intelectuales del siglo pasado con mayor vigencia hoy?
Cuando empecé a leer sobre Stefan Zweig me di cuenta de que yo nunca había pensado en los que tuvieron que huir de Europa y que todavía están escondidos por todo el mundo. Leyendo la autobiografía que escribió en sus últimos años, alrededor de 2007, empecé a pensar que era muy interesante toda esa generación por muchas cosas. Por ejemplo, me preguntaba cómo se reacciona ante un mundo que se está volviendo más y más radical, cómo reaccionas si eres un personaje público, cómo reaccionas si eres un intelectual.
Él mantuvo siempre el sueño de una Europa unida ¿en eso fue un visionario?
Para él el hogar era un estado intelectual, un estado mental. Es muy evidente que Stefan Zweig era un internacionalista. Y, sí, está considerado como una de las mentes maestras de la Unión Europea. Él creía en una Europa donde la gente viviría sin fronteras nacionales, donde habría un intercambio cultural, de lenguas y tradiciones. En el año 2011 todo esto eran cuestiones muy interesantes. Lo mismo que hacerse preguntas sobre lo que significa tener que huir y abandonar tu país, tu casa.
La película tiene una mirada de la Europa del siglo XXI.
Cuando terminamos el rodaje, en 2015, estaban llegando miles de personas a Europa. ¡Todo el pensamiento de Zweig sonaba tan actual en nuestro tiempo, en nuestro mundo! Parecía que esta película histórica sobre Stefan Zweig fuera en realidad una película sobre nuestros días, ¡eran tantas las coincidencias! Eso fue una especie de shock. Pensaba en los refugiados y todo me recordaba a la conversación que tiene Zweig en Nueva York, en la cocina, con Friderike Maria Zweig, su primera mujer, y en la que ella le dice que él no tiene ni idea de lo que sintió al estar con 2.000 personas en el puerto de Marsella esperando para subir a un barco y salvarse. Han pasado 75 años desde que Europa viviera todo ese horror y la gente intentara huir de cualquier forma. Deberíamos darnos cuenta de la gran suerte que tenemos de vivir en el lado bueno del Mediterráneo. Deberíamos haber aprendido algo antes de vivir ahora esta locura.
Los EE.UU. de Trump, los refugiados sirios, los campos para refugiados en Hungría… ¿hasta dónde podremos soportar todo el dolor de tantas personas?
No lo sé. Pero, aunque creo que no podemos comparar la situación de ahora con la de entonces, sí pienso que la razón de vivir de las personas que deciden hoy convertirse en refugiados es muy parecida a la de aquella época. Si pensamos en nuestro pasado cultural, tal vez sea más fácil identificarse con ellos, tal vez ayude imaginar que esa gente que abandona sus casa, aunque nos resulten más extraños que entonces porque tienen culturas, tradiciones y religiones diferentes, sienten el mismo miedo que sintieron los europeos entonces.
Zweig hablaba de una Europa unida cuando ésta se estaba desmoronando, ¿estamos hoy en una situación parecida?
Creo que estamos en una situación muy diferente, porque tenemos una Europa unida. Todo lo que era una utopía en el pensamiento de Stefan Zweig se ha convertido en realidad. Pero es verdad que ahora parece que estamos dándonos por vencidos otra vez y es estremecedor, sobre todo si pensamos en todo lo que hemos avanzado y en que hemos vivido el periodo de paz más largo que nunca ha visto Europa. Vivimos la utopía de Zweig, pero nos estamos rindiendo. Europa se está rindiendo y eso resulta muy deprimente. Acabo de llegar a Inglaterra, a Liverpool, y aquí todo el mundo, el conductor del coche, el equipo de rodaje… todos están hablando del Brexit. Están en shock y no creo que todavía se hayan dado cuenta de todo los cambios que van a llegar. La sensación que tengo es que mucha gente se arrepiente.
¿Se equivocó Stefan Zweig en el Congreso del P.E.N. de 1936 en Buenos Aires no queriendo condenar a los nazis?
He pensado muchísimo en ello y creo que ahora le entiendo. No creo que haya una regla de comportamiento para los artistas. A pesar de la presión a la que le sometieron los periodistas, él no quería condenar al país entero. Zweig se encontró en un tiempo en el que todos pensaban en el mundo en blanco o negro, pero en sus escritos siempre empleaba matices de colores entre el blanco y el negro. Es difícil ponerse en su lugar. No es algo que se pueda comparar con nuestro tiempo, en que el mundo es muy complejo. Hoy todos quieren repuestas simples, explicaciones simples, aunque sigue siendo falso que en el mundo las cosas sean blancas o negras. Stefan Zweig lo sabía y dijo que él nunca condenaría al país entero, a la población entera. Pienso, como él, que hay que ser más específico, tenemos que observar una situación más compleja, porque esa es la labor de un intelectual.
El escritor Emil Ludwig hizo un encendido discurso contra la Alemania nazi y el belga Louis Pierard leyó uno por uno los nombres de los autores perseguidos y exiliados. Zweig dijo más tarde que se había sentido “asqueado de que se les presentara como mártires”. ¿Ha llegado a entenderle?
Sí. La situación siempre es diferente para artistas que para periodistas y políticos. Se puede decir que el discurso de Ludwig de presentación del congreso fue correcto, pero el discurso de Zweig también lo fue. Para políticos y periodistas es importante conseguir un titular, pero creo que, especialmente en tiempos radicales, es importante desarrollar la poesía y el pensamiento y hacerse preguntas. Después de hacer toda la investigación para la película, cada vez que leía los escritos, las cartas, cómo se comunicaban esas personas, cómo se escribían unos a otros, pensaba que todos ellos estaban luchando por la civilización, intentando mantener la educación, la elegancia, la amabilidad, y yo quise hacer poesía de eso.
Y hoy ¿usted cree que un intelectual debe condenar y denunciar públicamente injusticias y crueldad?
Picasso hizo el Guernica. Hay muchos modos de expresar las emociones y opiniones. Muchos artistas convierten su obra en algo muy político. Creo que eso está muy bien si está en la naturaleza del creador. Pero también creo que no es justo forzar a los artistas, esperar de ellos reacciones políticas inmediatas que dicten nuestras vidas. En mi opinión, lo más útil es que los artistas hagan poesía en los tiempos de brutalidad, que creen sensibilidad, que se hagan preguntas. No creo que se pudiera forzar a Stefan Zweig a comprometerse contra algo, él siempre escribió a favor de algo, no en contra. Pero sus pensamientos eran políticos.
Ha apostado por el pensamiento y el activismo de Zweig, no por su vida ni por su obra. ¿Es una manera de apoyar su convicción de que “un artista puede hacer una obra política, pero no debe crear eslóganes”?
Sí. Eso es lo que he intentado explicar. Y, sí, estoy de acuerdo con él en eso. Al mismo tiempo tengo que reconocer que estoy muy agradecida de haber hablado con periodistas de muchos países y haber podido decir públicamente que yo creo en una Europa unida, levantarme y decir: ‘Sí, yo estoy a favor de Europa’. Con esta película, el público, los periodistas… siempre me han hecho preguntas políticas y, sinceramente, no esperaba que de esta película surgieran tantas cuestiones políticas. En España, en Grecia, en Dinamarca, donde están cerrando sus fronteras,… en todas partes me han hablado de Europa, de qué grande es lo que hemos conseguido... Tenemos la responsabilidad de integrar a la gente que ha dejado atrás sus casas y tenemos la responsabilidad -después de haber sido un lugar de barbarie y terror, especialmente en Alemania-, de acoger a las personas que quieren venir a vivir aquí. Europa para ellos es un lugar de esperanza. Por eso para muchos de nosotros es desesperante, es estremecedor ver cómo Europa vuelve a cerrar sus fronteras.
¿La película podría servir como una forma de pedir ayuda para los refugiados y exiliados del mundo?
Me sentiría feliz si la película consiguiera cierta sensibilidad sobre la necesidad de ayuda de las personas que tienen que abandonar sus países, sus casas.
Stefan Zweig no pudo soportar todo el sufrimiento y dolor que imaginaba en Europa ¿fue una de las causas de su suicidio?
Sí, creo que sí. Zweig era un escritor con un talento especial para la empatía, para identificarse con el estado emocional de los otros. A pesar de vivir en Brasil, un país con una naturaleza increíble, y de no tener problemas para publicar sus libros, a él le distraían mucho los problemas de Europa. Le angustiaban.
¿Hasta dónde pesó en él el sentimiento de culpa del superviviente?
Creo que eso es algo que pesa sobre todos los refugiados, porque el sentimiento de culpa de haber dejado a la familia, vecinos, amigos, incluso a personas a las que no se conoce, hace sufrir a mucha gente. También hizo sufrir mucho a Zweig. Él dedicó mucho esfuerzo, mucho dinero, utilizó todos sus contactos para ayudar a muchas personas a salir de Europa. Pero incluso siendo capaz de ayudar a mucha gente no podía ayudar a todos. Creo que al final en Petrópolis estaba exhausto y muy solo. Su suicidio fue una combinación de culpa, presión, cansancio, desesperanza… y miedo, miedo de lo que estaba pasando en Europa. Además, creo que en cada suicidio hay un secreto, un secreto que nunca se explica.
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