MADRID
Actualizado:Sustituya a los animalillos más cursis de Disney —pajaritos, ardillas y ratones cuquísimos bailando y cantando con alguna princesa— por imagen real de ocas que en una huida despavorida caen en un pilón de sangre de cerdo, halcones que mueven la cabeza al ritmo de música balcánica y serpientes que beben leche. Cambie trinos y violines por bajos, percusiones y acordeón. Y elimine entelequias de paz y amor por el sonido de las balas, campos de minas y la muerte de la guerra. El resultado es En la Vía Láctea, un “cuento de hadas moderno ambientado en el conflicto de los Balcanes”, ferozmente anti Disney, anti Hollywood, con el que Emir Kusturica regresa al cine de ficción después de una década.
Todo el universo Kusturica está aquí contenido. Tragicomedia, fábula, fantasía, naturaleza, vida y muerte, guerra, caos, música. En dosis mucho más puras en el arranque de la película que a medida que avanza, el cineasta es incapaz —o no le da la realísima gana— de escapar a su propia anarquía y continúa hacia el final que, naturalmente, fue el principio. Un hombre carga con piedras por la montaña y las va colocando sobre un terreno en el campo. Aquel cortometraje —una de las piezas de Words with Gods— le dejó con ganas y se decidió a convertirlo en largo. Aunque ha dicho cientos de veces que no le gusta actuar, aquí no le quedaba otra, al fin y al cabo, ya era el protagonista.
Un lechero en zona de guerra
Estrenada en el Festival de Venecia y posteriormente en la sección Perlas de San Sebastián, la película es, en palabra del propio cineasta, la historia de “un hombre y una mujer que se enamoran y están dispuestos a sacrificarse en la naturaleza”. Él es Kostos, un lechero que atraviesa a lomos de un burro, acompañado de su amigo el halcón y protegido con un paraguas, la línea de combate para llevar leche a los soldados. Ella es una misteriosa recién llegada, una italiana perseguida a la que quieren casar con el jefe militar. A él le da un vuelco al corazón nada más verla. A ella, también. Él es Emir Kusturica, ella, Monica Bellucci.
Rodada en serbio, en exteriores —“buscaba paisajes que capturasen el profundo interior subyacente de los personajes principales”—, En la Vía Láctea es un cuento de amor en tiempos de guerra que, aunque no es lo mejor del cineasta, es, por momentos, fascinante, festiva, profundamente antibélica y concentrada en el sufrimiento y en la vida humana.
"Ya no soy la niña que fui"
“Ya no soy la niña que fui”, dice la misteriosa mujer al lechero. “A mí me pasa lo mismo, ya no soy ese hombre”. “¿Cuál?”. “El hombre que solía ser”. Y en ese pequeño diálogo, a través de una ventana, más que los personajes, se han desnudado los artistas. “No creo que sea capaz de hacer otra película como ésta”, aseguro el cineasta en Venecia, donde reconoció que el rodaje había sido físicamente duro y a sus 62 años no estaba ya para tanta feria.
Saltar desde una considerable altura a un lago de agua fría le ha hecho más gracia a la actriz, que subraya que ha interpretado esa escena con 52 años y que ello es una prueba de que las cosas están cambiando en el cine. “Cuando miro a mi alrededor veo a grandes actrices como Judi Dench, Julianne Moore, Helen Mirren, Catherine Deneuve... Antes era muy complicado para las actrices seguir trabajando después de los 40, pero ahora pienso que hay más oportunidades. Creo que el cine está cambiando mucho y que ese cambio ha beneficiado a las actrices de mi edad”, aseguró Bellucci en Madrid, donde estuvo promocionando la película.
Un granjero prestado al cine
"Estoy descubriendo que tengo 50 años, que estoy viva y que soy actriz", continuó Monica Bellucci, que repitió siempre que pudo la idea de que En la Vía Láctea es una película que demuestra “que el amor, la sexualidad y la sensualidad son cuestiones de energía y no de edad”. Una afirmación que ya hizo en Venecia, en el estreno del filme, donde advirtió: “La revolución de las mujeres ha empezado y es imparable”.
En la Vía Láctea significa el regreso de Emir Kusturica, el artista comunista de energía desbordante, al cine, en el que ya prepara un nuevo proyecto. Terminado El último héroe, su documental sobre Pepe Mujica —"en él veo un impulso muy poderoso, incontrolable, algo increíblemente vivo”—, el cineasta está a punto de embarcarse en un proyecto completamente anómalo en su carrera, el rodaje de un filme en China que se distribuiría a lo grande en todo el mundo. “Esos números me dan miedo”, dijo hace un par de meses en una entrevista con Huffpost en Roma. “Sigo siendo un granjero prestado al cine, pero yo me dedico al cultivo de productos orgánicos: me gusta la sencillez y no soporto las cosas mal hechas”.
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