madrid
Actualizado:Algún lugar de la provincia de Guadalajara. Verano de 1937. Un hombre rubio arregla el pinchazo de una rueda del coche que le transporta, junto a otras personas, al frente de guerra. El improvisado mecánico es el poeta danés Sigvard Lund. El fotógrafo que inmortalizó el momento, el alemán Walter Reuter. Y, entre el resto de ocupantes del vehículo, el escritor Nordahl Grieg (Noruega, 1902- Alemania, 1943). Eran algunos de los más de 100 asistentes de 26 países al Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, organizado por la República en Madrid, Valencia y Barcelona entre el 2 y el 12 de julio del 37.
Grieg y Lund presentaron sus discursos en la residencia de estudiantes, en la capital y, junto a la corresponsal de guerra Gerda Grepp, viajaron a las líneas de la contienda alrededor de la región madrileña. Grieg permaneció en España todo el estío bélico y, a su regreso a Noruega, plasmó el resultado de sus experiencias en Spansk sommer (Verano español), un compendio de doce crónicas periodísticas con entrevistas a líderes de la República, como José Miaja y Enrique Líster, y descripciones pormenorizadas de lo que supuso la guerra entre la población civil.
“Un obús cayó a veinte metros de distancia. Un poco más allá cayó otro, luego otro más. En total explotaron siete bombas a lo largo de una línea trazada con precisión. Yo los miraba amodorrado. No se me pasaba por la cabeza que la siguiente bomba pudiera alcanzarnos”, escribió sobre un momento de la batalla de Brunete.
“Contribuyó más que cualquier noruego a asentar la conciencia de su pueblo sobre cuál era la lucha”
Ahora, y gracias a una carambola trazada desde la curiosidad de un investigador experto en fotografía antigua, la publicación de Grieg podría ver la luz por primera vez en España. Aku Estebaranz ha buceado los últimos seis meses en el archivo de Walter Reuter, donde halló las fotografías de Grieg, Lund y de buena parte de los intelectuales asistentes al congreso internacional en Madrid.
Poco a poco fue poniendo nombres a las caras que retrató Reuter y, después, tiró del hilo para conocer el legado de estos intelectuales que arriesgaron sus vidas para defender los valores democráticos que se jugaba España tras el golpe de estado militar de 1936. “Grieg es uno de los grandes escritores noruegos. Su poesía más famosa, dedicada a los jóvenes, es el himno no oficial de su país. Tras los atentados en la isla de Utoya y Oslo (en julio de 2011) todo el país cantaba el poema de Grieg. También lo recitó en público el rey. "Siempre que hay una situación nacional dramática se canta esa poesía para dar ánimos”, explica el experto en imágenes antiguas sobre la incidencia del escritor noruego, desconocido en España.
Con el objetivo de rescatar a Grieg de este descuido histórico, Estebaranz y la investigadora Ainhoa Zufriategui han lanzado una campaña de microfinanciación para publicar en España la primera edición traducida de Verano español, en el 80 aniversario su impresión en Noruega. La iniciativa busca recaudar 6.500 euros para sufragar su publicación, y permanece activa en la web de Verkami. La colaboración conlleva recompensas como la mención como mecenas, el envío de ejemplares, marcapáginas o postales históricas.
El Miguel Hernández noruego
Como el poeta alicantino Miguel Hernández, Nordahl Grieg se enroló en primera línea del frente de batalla para después contarle al mundo a través de sus crónicas lo que allí vio. “En Guadalajara visitó los frentes con los intelectuales porque era como la gran victoria de la República. Y en Brunete estuvo en plena batalla”, apunta Estebaranz. De este episodio bélico que transcurrió en julio de 1937 escribió Grieg tres crónicas en Verano español. Una de ellas la titula El precio de la tierra: “(…) Villanueva del Pardillo estaba sobre un pequeño alto, rodeada de campos pardos. En una ladera, había cinco tanques abandonados. Por todas partes, en las cunetas y en los campos de trigo, yacían cadáveres. Habían luchado por cada metro de tierra. Un sinsentido. La tierra es para labrarla y cosecharla, para que crezca la hierba y el trigo. La gente debería estar descansando después de una dura jornada de trabajo”.
Tras viajar por medio mundo y haber presenciado momentos clave, Grieg llegó a España en plena Guerra Civil
En su labor como cronista, aquellos días, siguió al batallón Thälmann, que reunía a brigadistas de Alemania y nacionalidades nórdicas. Con el militar y escritor alemán, miembro del Partido Comunista, Ludwig Renn, jefe de esa unidad, entabló amistad, y Renn le cita en sus memorias, traducidas y publicadas por vez primera en España en 2016. “Cuando comprobé que ya no caían más bombas, y que los aviones se daban la vuelta, miré alrededor. Sólo había polvo y humo. Luego comenzó a moverse algo. La cabeza de Nordahl Grieg asomó con precaución del agujero donde se había arrojado. Se quedó mirando atónito. Yo estaba feliz de que no le hubiera ocurrido nada y me acerqué a él”, detalló sobre el encuentro con el escritor nórdico tras perderle la pista durante unos días por la decisión de Grieg de escribir desde las trincheras. “Después, Renn le mandó a El Escorial para ponerle a salvo. En sus memorias, el alemán le describe como un hombre que conocía bastantes idiomas, lo que suponía una gran ayuda para comunicarse con los intelectuales del congreso. También, como alguien con una humanidad desbordante que animaba siempre al grupo con el que viajaba”, señala Estebaranz.
Precisamente, Grieg recaló en la España bélica después de haber viajado por medio mundo y presenciado momentos clave en las décadas de los años 20 y 30. Como marinero de buque mercante viajó por África y Australia, y denunció las condiciones laborales de estos trabajadores en la novela El barco continúa. En Días de China retrató la guerra civil de ese país que presenció en 1927. Y entre 1933 y 1935 permaneció en la Unión Soviética.
Murió en combate contra el nazismo
Grieg mantuvo su compromiso con los valores democráticos participando en la resistencia noruega contra la ocupación nazi. “Acompañó al grupo de 30 hombres que escoltó el oro del Banco Noruego a Inglaterra, donde luego estuvo bajo las órdenes del gobierno noruego en el exilio”, han documentado Estebaranz y Zufriategui. En Londres recitaba sus poesías y otros escritos a través de emisiones radiofónicas para la Noruega ocupada, lanzando así mensajes de “perseverancia en la adversidad” y por el “mantenimiento de valores como la dignidad humana y la democracia”. “Contribuyó más que cualquier noruego a asentar la conciencia de su pueblo sobre cuál era la lucha”, defienden los investigadores. Enrolado en las Fuerzas Aéreas inglesas (RAF), su avión fue derribado en Berlín el 2 de diciembre de 1943. Murió toda la tripulación. Grieg tenía 41 años.
4.000 negativos ocultos 80 años en una maleta
El desencadenante de la iniciativa que puede desembocar en la publicación inédita de Verano español se sitúa en un hecho aún misterioso que tiene que ver con dos fotógrafos de la Guerra Civil: Walter Reuter y Guillermo Fernández Zúñiga, este último, considerado el padre del cine científico español.
En 2010, la familia Fernández Zúñiga donó a la Asociación Española de Cine Científico (ASECIC) una lata de película con más de 4.000 negativos de fotografías cuya autoría pertenece, según ha identificado Estebaranz -quien empezó a colaborar a principios de año con la ASECIC para profundizar en el contenido de las imágenes- en un 80% a Reuter y el resto a Zúñiga. Pero aún hoy se desconoce cómo se recuperaron las tiras de negativos, entre las que se encuentran las instantáneas de Grieg que llamaron la atención de Estebaranz.
Se desconoce como se recuperaron los negativos donde se encontraban las instantáneas de Grieg
“Sabemos que cuando cae el frente de Catalunya, Walter Reuter sale a Francia, pero no se queda en los campos de concentración. Se escapa a París y, antes, deja la maleta con los negativos en una oficina de prensa de la República, en Figueres”, aclara el investigador. Un contacto debía trasladar la maleta a la capital francesa, pero nunca llegó. “El gobierno republicano debió proteger el archivo dada su delicadeza. Contenía rostros de personas que podían ser identificadas por las fuerzas franquistas, con consecuencias dramáticas”, intuye Estebaranz.
Por su parte, Fernández Zúñiga sí permaneció recluido en los campos franceses, donde tomó fotografías, “también de los gendarmes que los custodiaban a cambio de cierta semilibertad de movimiento”, según un diario del fotógrafo al que ha tenido acceso el equipo que ha analizado las imágenes.
Con la ocupación nazi, Zúñiga escapa y se une a la resistencia francesa, hasta que se exilia en Argentina. Regresó a España en los años 60, pero se desconoce el momento en que pudo recuperar el fondo en el que, junto a Reuter, inmortalizó la guerra y sus consecuencias. Hoy, la web de Estebaranz Arqueología de imágenes recoge algunas de estas fotografías históricas.
- Campaña de microfinanciación para colaborar en la publicación de ‘Verano español’.
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