Este artículo se publicó hace 5 años.
La crudeza del pasado a todo color
Denunciar la desmemoria es un acto de justicia. Con esta máxima, un diseñador e ilustrador madrileño, que responde al alias de Tina Paterson, tiñe instantáneas de un tiempo que ya no es, y las devuelve al presente con la crudeza del color.
Madrid--Actualizado a
Tina Paterson es el sobrenombre de un artista madrileño que se dedica –entre otros muchos quehaceres– a colorear nuestro pasado como quien le pide las vueltas a ese vacío que es el paso del tiempo. Lo hace sin ínfulas, consciente de que lo suyo “no es más que una actualización más o menos precaria de nuestra memoria histórica”. El resultado sobrecoge; trozos de nuestra historia reciente que, previo paso por el laboratorio cromático de Paterson, se convierten en algo vivo, restos de otro tiempo que interpelan nuestro presente.
En palabras del propio autor, se trata de “un hackeo de nuestras colecciones de imágenes para quitarles las pelusas, redescubrirlas o pescar joyas olvidadas en ellas, para poder desplazarnos hoy, como viajeros del tiempo, a ese instante preciso”. Así es como la aparente gamberrada fotográfica, se torna búsqueda de la verdad, esa misma que el bando victorioso trató de soterrar sirviéndose de un “estado derecho” y una “cultura” impuestas.
Este proyecto es, en ese sentido, una humilde pero voluntariosa revuelta frente a esa Memoria tergiversada y mutilada que nos ha sido legada, una "lucha por la reconstrucción de la Memoria que cuando se lleva a cabo desde la historiografía, la experiencia o las redes sociales, en definitiva, desde posiciones no afines al poder, es siempre un acto de verdad y de justicia en España". Dicho de otro modo; revisitar la Historia desde los márgenes y proceder a la enmienda.
Para ello, Paterson nutre el experimento de deshechos. Descartes y series de negativos que no cautivaron al fotógrafo de turno en su día y que ahora, décadas después, son capaces de transmitir una atmósfera determinada. "Hay algo como de rescate, de reciclaje o de volver a poner en valor el olvido", precisa. Así, evidenciando esa dramática (e intencionada) elusión, el artista nos invita a no olvidar, a conocer lo que fuimos.
Subyace de este proyecto otra certeza, a saber; la capacidad del color para dotar de contemporaneidad a una imagen. Un mecanismo mental que, de forma inconsciente, hace que cataloguemos como remotas aquellas instantáneas reproducidas en blanco y negro. "Lo que sucedió –explica el autor– es que las limitaciones que impusieron la industria de la prensa gráfica e ilustrada así como los precios de la películas en color antes de la segunda guerra, hicieron que nuestra memoria histórica haya estado marcada por el blanco y negro. Pero en muchos casos, como una limitación. En ese sentido, creo que colorear es eliminar esa tara. Quizá por ello funciona".
No busquen melancolía aquí. Tampoco pataleos de postín. La revuelta cromática que plantea Tina va muy en serio y no duda en impugnar un relato que nos quiere indiferentes a nuestra propia historia. Sirvan estos afeites fotográficos para denunciar el gris al que nos sometieron, pero también para tomar partido de una vez por todas: "Nuestra generación debe asumir lo que le toca: o seguir como hasta ahora actuando con un perfil bajo viscotiniano del estilo todo cambia para que siga igual, o asumir el hecho de que vivimos en un país inventado por Franco, que exterminó o convirtió en apátridas a los partidarios de la justicia y los demócratas, y que nuestra democracia actual no fue más que un injerto en ese tronco podrido", apostilla Paterson.
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