madrid
Como se suele decir, la vida no se lo puso fácil a Marie. Su azarosa biografía y la ausencia de padres biográficos terminaron por configurar un carácter propenso a la baja autoestima y la inadaptación. La joven Marie se vio abocada desde su infancia a un periplo interminable por casas de acogida y colegios diversos a lo largo y ancho del oeste americano.
Justo cuando parecía levantar cabeza, Marie volvió a caer. Con el apoyo financiero de una organización sin ánimo de lucro, la joven pudo alquilar un apartamento individual y afrontar con un mínimo de garantías su anhelada transición a la independencia. Pero en agosto de 2018 se torció todo, Marie denunció haber sido violada por un hombre que irrumpió en su casa y fue ahí cuando empezó de nuevo su pesadilla.
Algo en su forma de narrar lo sucedido durante el interrogatorio puso en entredicho su versión. Según los investigadores, “a juzgar por sus respuestas y su lenguaje corporal, estaba claro que [Marie] mentía sobre la violación”. Su entorno tampoco la creyó: “Había algo en su forma de contarlo que me hizo preguntarme si la había violado de verdad. Era su tono de voz. No había ninguna emoción, era como si me contase que se había hecho un sándwich. En plan: Acabo de hacerme un sándwich de pollo”.
Fue entonces cuando la Policía decide llamar a Marie nuevamente a declarar. Le aplican lo que se conoce como Técnica Reid, un método de interrogatorio en el que los agentes emplean preguntas provocadoras con fines persuasivos. Dicho de otro modo; la víctima deja de ser víctima y se convierte en sospechosa. El resto ya lo conocemos: «Cuantas más veces niegue un sospechoso su implicación en un delito, menos probable es que acabe diciendo la verdad», estipula el procedimiento Reid.
La declaración no tardó en llegar. Marie llora, gimotea y después vacila un rato. Por último, redacta estas líneas: «Me han pasado muchas cosas estresantes últimamente, quería salir con alguien y todo el mundo estaba ocupado, así que me inventé la historia sin sospechar que llegaría tan lejos […] Se ha convertido en un problemón […] No sé por qué no se me ocurrió otra cosa. Esto no tenía que haber pasado».
El caso trasciende. La televisión irrumpe y cual ave carroñera convierte el caso en carnaza. Marie pasa a conformar, según apuntan los medios, una “aparentemente interminable catarata de denuncias falsas por violación". La joven está en la picota y sus allegados deciden ponerse de perfil. Por si no fuera poco, la Policía le denuncia por falso testimonio. Marie entra en barrena.
Llegado este punto, la historia podría morir aquí. O quizá no. Quizá la historia no ha hecho más que empezar. Quizá nos encontremos ante un caso de mala praxis policial, una pifia en toda regla que, fruto de una presión insostenible, convierte a una víctima en sospechosa. La investigación llevada a cabo por los periodistas de ProPublica T. Christian Miller y Ken Armstrong demuestra que Marie sí que fue violada y que la joven sólo mintió cuando reconoció lo que no había sucedido.
La investigación –publicada ahora por Libros del K.O. bajo el título de Creedme– les valió a Miller y Armstrong el premio Pulitzer en la categoría de Reportaje Explicativo en 2016, pero sobre todo puso sobre la mesa el escepticismo con el que el primer escalón del sistema legal afronta a veces este tipo de casos. La doble victimización de Marie, y de tantas otras mujeres, queda perfectamente desvelada en cada transcripción de cada interrogatorio, en cada supuesto de la investigación y, cómo no, en el desamparo que sufren ellas.
Cuando la víctima no responde al cliché
Sobrevuela en toda esa historia la necesidad de que la víctima cumpla con un imaginario determinado, un patrón heredado fruto de una distorsión cultural que le haga actuar conforme a lo que se espera de ella. Ese fue el delito de Marie; no expresarse con la emoción esperada, no representar el papel que esperaban de ella.
“En la mayoría de los delitos violentos, los policías se enfrentan a víctimas con lesiones evidentes. Sin embargo, las lesiones no suelen apreciarse a simple vista en los delitos sexuales… En las agresiones sexuales, la credibilidad de la víctima suele ponerse en tela de juicio tanto como el acusado”, explican los autores de Creedme.
«Cometimos un error garrafal. Un fallo crítico. Un baño de realidad […] una mala decisión […] suposiciones equivocadas, […] conclusiones erróneas. Sabíamos que había sufrido esa agresión brutal… ¿Y vamos y le decimos que miente?». Así entona su particular mea culpa el inspector jefe del caso de Marie, unas palabras que evidencian hasta qué punto la sospecha siempre recae sobre el más débil.
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